Considerado como uno de los filósofos más relevantes de nuestro tiempo, Peter Sloterdijk (Karlsruhe, Alemania, 1947) opina que hoy “el hombre no puede ser más ajeno a sí mismo de lo que lo es ahora”, lo que, siendo negativo, tiene una parte positiva, y es que “a partir de ahora, las cosas solo pueden ir a mejor; es lo que tiene haber tocado fondo”. Y, ante la acción política actual, afirma que “más que multitudes inquietas, hacen falta mejores políticos”.
Sloterdijk es catedrático de Filosofía de la Cultura y de Teoría de Medios de Comunicación en la Academia Vienesa de las Artes Plásticas y ha sido rector de la Escuela Superior de Información y Creación de Karlsruhe. Sus intereses son variados y van desde la música al psicoanálisis, la poesía, el arte contemporáneo o la antropología y entre sus obras destacan Crítica de la razón cínica o la trilogía Esferas, compuesta por Burbujas, Globos y Espumas. Presente en los medios por su faceta divulgadora, por algunas de sus declaraciones o por las controversias que ha mantenido con colegas como Jurgen Habermas sobre el concepto de humanismo, por ejemplo, el pensador alemán participará el domingo 16 de octubre (12.00 horas) en Baluarte en un diálogo con Isidoro Reguera, gran conocedor de la obra del alemán, que, en palabras del español, un filósofo “no es ningún profeta medio loco que busque la verdad de las cosas y crea que la encuentra de repente”. Tampoco “un espectador descomprometido con las circunstancias de su tiempo que desde su torre de marfil piense y diga cosas de esas académicas que no van a ninguna parte”. “Él piensa que un filósofo es un intérprete de los signos de los tiempos”, comenta Reguera.
Sostenibilidad
“El relato de los tiempos sigue siendo muy difícil, como siempre”, comenta Sloterdijk, para quien “es peligroso” establecer simetrías entre el comienzo de este siglo con los inicios del XX. El único esquema al que podemos ceñirnos hoy es “uno bastante técnico que no tiene ninguna relación con el perfeccionamiento del hombre o con su integridad total”. Más bien, estamos viviendo un tiempo en el que nuestro futuro “dependerá de lo que hagamos con nuestros hornos, nuestros motores, nuestras centrales eléctricas”. Este es un planteamiento que comenzó con el filósofo alemán Johann Gottlieb Fichte, “y que hoy ha desembocado en toda la política ecológica” que aboga por la desaparición del petróleo y del carbón y la apuesta por las energías limpias”. Y es que “ya no estamos a tiempo de replantar la cantidad de árboles que hemos quemado a lo largo de la historia”, pero quizá sí de “dejar en paz de una vez al bosque subterráneo”, es decir, de detener la extracción de combustibles tan propia “de nuestra vida moderna”.
Prisioneros de la representación
La política, pues, va de la mano de la técnica en este momento. Un momento en el que, según Sloterdijk, Europa sigue siendo una construcción “de arriba abajo”, de los países dominantes hacia el resto, en la que “aunque podemos ser culturalmente europeos, seguimos siendo políticamente nacionalistas”. “Tenemos una Europa de las cocinas comunitarias, del turismo intensivo o de los consumidores comunes, y la movilización política se queda muy atrás de todo eso”. Para el filósofo, “a la larga tampoco se podrá mejorar esa situación” y, en cualquier caso, “más que multitudes inquietas, hacen falta mejores políticos”, lo cual no es sencillo “porque somos prisioneros de la representación”.
En este punto, Sloterdijk pone el ejemplo del parlamento de Alemania, el más grande del mundo después del chino. “Un diputado alemán representa a 100.000 ciudadanos; pero entre esas personas y el parlamentario la comunicación no es adecuada”.
‘Coinmunismo’
Otra de las cuestiones que abordó Peter Sloterdijk fue la “estrategia común para la supervivencia”, que él concentra en un término de su propia creación: coinmunismo. Este concepto está extraido de la biología y se refiere a la situación inmunológica que “comparte una gran cantidad de seres vivos”. Trasladado al ámbito de la sociología, se diría que “existe una inmunología simbólica, jurídica, en definitiva, una inmunología organológica”, lo que traducido a nuestra realidad vendría a significar que “o enfermamos todos en común o sanamos todos en común”.
Lo que pretende Sloterdijk con esta y otras ideas es, en última instancia, plantear una necesaria revolución de la conciencia que lleve a formular un nuevo ser humano.