Polideportivo

Pidcock festeja su nueva vida

El inglés, que salió del Ineos por la puerta de atrás, celebra su primera victoria en el AlUla Tour en el debut con su nuevo equipo
Pidcock festeja la victoria.
Pidcock festeja la victoria. / AlUla Tour

En el desierto encontró Thomas Pidcock el vergel. Su paraíso. El inglés, como el Dr. Livingstone, dio con un pozo de alegría y festejó después de muchos meses en la penumbra de una relación insostenible con su antigua formación, el Ineos. La victoria fue un manantial de bienestar que limpió su pasado reciente en la gran estructura del ciclismo británico.

Purificado, se estrenó en el Q 36.5 con una victoria sobre la cima del Monte Wirkah, una montaña que es una garganta, la puerta hacia otra dimensión. La carretera se adentra en una paisaje marciano, inhóspito, hostil.

Pidcock, que fuera bautizado como el niño maravilla del ciclismo británico, un ciclista excelente en mountain bike, ciclocross y carretera, vencedor de la Strade Bianche, Amstel Gold Race y la eufórica etapa del Tour con victoria en Alpe d’Huez, se fue apagando en el Ineos con el paso del tiempo.

Se deterioró la relación hasta que dejó de ser saludable. Recuperó la sonrisa en el AlUla Tour. Venció por delante de Rainer Kepplinger, que se dejó 3 segundos y Alan Hatherly, que necesitó 7 segundos más que el inglés en la subida. La general la encabeza Pidcock.

Gran estreno

La llama de la ilusión la recuperó Pidcock en su nueva estructura, más humilde que el buque insignia del ciclismo anglosajón que dominó el ciclismo en la pasada década. Capitaneó Pidcock un triunfo redentor y que le concede alivio y confianza. Fichó para ser diferencial.

Esa es su misión y su reto. Su triunfo resultó reconfortante para su estado de ánimo. Señaló al cielo en la coreografía de la victoria y después subrayó al nombre de su equipo. Feliz en su nueva piel. Corazón de mudanza.

Pidcock se encaramó al liderato desde la cumbre de una montaña de ciencia ficción por su aspecto desolador, vertebrada por una recta infernal, infinita, que nunca acababa. Un ancla de desesperanza ataba la carrera. Majka, apaleado la víspera, encrespó el ritmo y el grupo fue perdiendo lípidos.

Hugo Aznar, noveno

Unai Iribar y Hugo Aznar se asomaron en una ascensión con firme de autopista pero de horizonte desasosegante. Nadie lograba despegarse del suelo, atraídos por el imán de la impotencia.

La carretera ascendía, fatigosa, pegajosa en las piernas, picoteados por la escasa sensación de avance. Las miradas del frente cayeron al suelo. El punto de fuga se alejaba.

Cuando restaba apenas un kilómetro, Hugo Aznar, noveno en meta, buscó un hilo del que tirar. Una hebra de emoción. No tardó el resto en rastrear al navarro. En ese baile lento se revolvió el orgullo de Pidcock que, febril, arrancó con determinación y celeridad.

Su bamboleo sobre la bici descartó a los demás, prensados a la carretera. Pidcock, que mantiene el sponsor personal de Red Bull, la bebida energética, batió las alas para anidar en el Monte Wirkah en su segundo día de competición con su nueva formación. Ondeó en lo alto Pidcock la bandera de la alegría. Pidcock festeja su nueva vida.

2025-01-30T14:46:03+01:00
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