La versión del Deportivo Alavés que logró superar al Leganés el sábado en Butarque fue muy diferente a la que terminará la temporada dentro de varios meses. En realidad, para ser más exactos, lo más probable es que los aficionados ni siquiera vuelvan a ver a dicho equipo en la próxima jornada, puesto que, teniendo en cuenta los movimientos que aún se espera que dé el vigente mercado de fichajes, todo podría dar un vuelco muy importante, tanto en el apartado de salidas como de entradas, antes de que llegue mes de septiembre.
Sin embargo, más allá de sumar los primeros tres puntos de la temporada –y por mucho que pueda cambiar la plantilla–, el encuentro del Glorioso en suelo pepinero también sirvió para que los seguidores babazorros observaran las primeras pinceladas del nuevo proyecto. Ese que, a las órdenes de Luis García Plaza, va a intentar devolver a Mendizorroza esa ilusión y entusiasmo que se ha perdido en los últimos años debido a la decadente tendencia que terminó llevándose por delante la estancia más larga del club en Primera.
Allí, sobre el césped de Butarque –y pese a ser la jornada inaugural–, el Alavés se mostró como un equipo con las ideas bastante claras. Merece recalcar, en este sentido, la palabra “equipo”; algo que se había perdido en las últimas temporadas y que el sábado, en la primera oportunidad que se les presentó, ya demostraron los pupilos del técnico madrileño, muy generosos en las ayudas, dispuestos a combinar entre ellos en todo momento y siempre atentos para motivar a sus compañeros ante cualquier contratiempo.
Ahora bien, no solo fue un tema de actitud. Los babazorros, ordenados en un 4-2-3-1 en el que, a la hora de presionar y defender, Guridi se colocaba junto a Miguel, también dieron muestra, por un lado, de su capacidad para generar peligro sobre la puerta rival –además, aunque había dudas, con mucho acierto– y también de su rigor defensivo. Porque, cuando el Leganés asumió la batuta, los gasteiztarras permanecieron tranquilos y apenas concedieron oportunidades, en honor a la petición de adaptarse a las distintas narrativas.
Quienes, eso sí, brillaron un poco por encima de todos los demás fueron los protagonistas de la sala de máquinas. Tanto Salva Sevilla, el más desequilibrante, como Benavídez y Guridi asumieron y ejecutaron sus respectivos roles de manera notable, con lo que dejaron claro que, si siguen una línea ascendente, van a ser diferenciales. Al igual, claro está, que el banquillo, el cual fue fundamental que saliera enchufado –con Sylla, Moya y Abde como principales estandartes– para despertar al equipo en la segunda mitad.
Aspectos a mejorar
Lógicamente, cabe mencionar, no todo fue positivo, tal y como indicó el propio Luis García en su comparecencia posterior al partido. La temporada acaba de empezar y lo extraño a estas alturas es que todos los futbolistas estén al cien por cien y que no se cometan errores. Varios de ellos, por ejemplo, se vieron en las jugadas a balón parado; pese a que los pepineros no intimidaron demasiado a la zaga albiazul en términos generales, sí que encontraron un filón a explotar en la estrategia.
Primero a través de Nyom, quien, en la primera mitad, se encontró completamente solo en el punto de penalti con un balón puesto por Rubén Pardo que, por fortuna, no logró ver portería; y, en la última acción del encuentro, por medio de Omeruo, al que el VAR le anuló el gol del empate por fuera de juego. Una acción en la que Sivera no estuvo especialmente acertado y que, sin embargo, no debe influir en sus próximas actuaciones; en especial, ahora que tiene la confianza del cuerpo técnico y el vestuario.
Para finalizar, la posición que generó más dudas fueron los laterales. No en ataque, porque Javi López y Arroyo trataron en todo momento de ayudar en tareas ofensivas –el canterano, incluso, asistió a Miguel en el primer gol del Alavés–, pero sí en defensa. Ante la más que correcta labor de Sedlar y Abqar, a priori con la vitola de suplentes, los carriles quedaron excesivamente descubiertos en ciertos momentos del partido, lo que obligó a Luis García a introducir a Duarte en la recta final del choque.