Transcurridos más de quince días de una de las nevadas más copiosas de los últimos años en el norte, el paisaje de los pueblos del Valle de Roncal continúa vestido de blanco. Las bajas temperaturas nocturnas (-8, -6 grados) han helado la nieve que permanece anclada a las rocas al pie de la carretera formando espectaculares carámbanos. Las vías, totalmente limpias, conducen a los pueblos que viven lo cotidiano con la dificultad que entraña el hielo adherido a sus calles empedradas.
A primeras horas de la mañana, en Isaba solo unos pocos hombres mayores se asoman a comprar el pan y el periódico; o bien al médico, si toca.
“La nieve ha venido para quedarse. Otras veces, la lluvia de los días siguientes se la lleva, pero con estos fríos, se va asentando y la que se quita con el pico y con la sal que echamos a diario, se vuelve a helar por la noche. Alguacil y ayudante se desdoblan para quitar la nieve y el hielo de la calles, también la que rodea a los contenedores para que los camiones de la Mancomunidad los puedan descargar”, cuenta el teniente alcalde de Isaba, Carlos Anaut. El Ayuntamiento, añade, “llega hasta donde llega con sus tractores , pero aquí tirar de pala entre los vecinos es lo normal. Llevamos 15 días haciéndolo. Siempre se ha hecho así. Para nosotros esto es algo normal. Cada vez hay más gente mayor que no puede salir a hacerlo, y lo sabemos. La red funciona”, constata. Anaut relaciona esta nevada con la normalidad de un invierno de los de antes, “pero con mejores medios” , resume.
El vecino pueblo de Uztárroz es también desde hace 15 días blanco y azul.
Esta semana ha llegado la vendedora ambulante de pescado. El autobús escolar consigue entrar a diario, recoger al alumnado y dar vuelta en el pueblo.
“La carretera es lo primero que se limpia, el problema es el interior de las calles. Sin embargo, el autobús que hace el viaje a diario a Pamplona se queja de que no puede dar la vuelta. Varios vecinos se han quedado sin poder cogerlo ”, comenta la alcaldesa, Jone Alastuey.
El alguacil, Conrado Marco, transita por las calles con sus herramientas. “Hace todo lo que puede”, reconoce la alcaldesa. Limpia las calles de hielo con ceniza, un truco que aprendió, dice, de una canadiense. “Funciona y no estropea el empedrado, solo que hace falta mucha ceniza. Con la que generamos, limpiamos lo necesario”, apunta. Las chimeneas cubiertas de nieve indican que son muchos los fogones apagados con el tiempo. Hoy 50 personas habitan el pueblo más al norte del valle.
El placer que proporciona la nieve al visitante de los tradicionales cascos urbanos de estos pueblos pirenaicos es un contratiempo que duplica y endurece su labor diaria , como la de los ganaderos¨: “tres horas para ir y otras tres para volver al corral”, dice.