Uno de los txokos más mágicos para disfrutar de las vistas al mar Cantábrico son los faros que salpican nuestra geografía. Gipuzkoa cuenta con siete faros que constituyen siete magníficas atalayas para gozar del paisaje.
Comenzando la ruta por la zona más oriental de Gipuzkoa, nos encontramos con el faro de Higer, en Hondarribia. Ubicado en pleno monte Jaizkibel y con una altura de 65 metros, tiene la misión de alertar sobre los peligros en forma de rocas que rodean el cabo de su mismo nombre, en la desembocadura del río Bidasoa, así como la presencia de la pequeña isla de Amuitz.
Su construcción, de estilo neoclásico, data de 1878, aunque fue inaugurado tres años más tarde. Se trata de un lugar muy concurrido, ya que además de ofrecer magníficas vistas, el entorno está perfectamente acondicionado para el ocio, con bares, restaurantes e incluso un camping, que dotan a la zona de gran vida, especialmente durante los meses de verano.
Siguiendo con esta particular ruta entra en escena Pasaia, donde aunque el faro de La Plata es quizás el más conocido, existe otro, agregado al primero, que es el de Senokozulua.
Considerado uno de los faros más bellos de la costa vasca, el faro de La Plata se enmarca imponente sobre la peña del mismo nombre, en el monte Ulia. Fue construido en 1855, toma de inspiración los castillos medievales y de él se dice que, el color plateado de las piedras de los acantilados de Ulia sirvieron de principal referencia para los marineros de la zona.
“ El más visitado es el de la isla Santa Clara, en Donostia, donde la artista Cristina Iglesias ha creado su obra ‘Hondalea’ ”
Agregado a este tenemos el faro de Senokozulua, una baliza propiamente dicha (ya que solo ilumina ocho millas náuticas) que se inauguró en 1909 como sistema luminoso de auxilio para facilitar el acceso nocturno al puerto de Pasaia.
Ubicado a 50 metros de altitud, se trata de un edificio clásico, sobrio y funcional, que en los meses de invierno no ve la luz del sol, lo que lo convierte en un lugar oscuro y húmedo.
Donostia también cuenta con dos atalayas: una en la isla de Santa Clara y la otra en el monte Igeldo. Tras muchos años vacío y abandonado, el faro de la isla de Santa Clara se ha convertido gracias a la escultora Cristina Iglesias en uno de los puntos de interés de la capital guipuzcoana. La casa del faro alberga Hondalea, la obra de Iglesias, visitable entre el 1 de junio y el 30 de septiembre.
El de Igeldo data de 1855 y se encuentra a una altitud de 134 metros. Consta de amplios ventanales y una extensa terraza, lo que lo convierte en un espacio magnífico para disfrutar de las vistas.
Situado en el extremo del monte San Antón (popularmente conocido como el ratón), desde 1862 Getaria cuenta con su propio faro. Consta de una torre de 21 metros y tiene adosada la vivienda del farero. No se permite el acceso a él en vehículo.
El último de los faros de Gipuzkoa se encuentra en Zumaia, al oeste del estuario del río Urola. Ubicado a 41 metros de altura en el monte Atalaya, data de 1870. Está rodeado de vegetación y amplia vista de la bocana del puerto, la playa de Santiago y los acantilados del Geoparque de la Costa Vasca.
Información práctica
- Faro de Higer. Hondarribia: Situado en pleno Jaizkibel, este faro neoclásico de 1878 avisa de los peligros del cabo de Higer, así como de la pequeña isla de Amuitz.
- Faro de la Plata. Pasaia: Considerado uno de los más bellos de la costa vasca, toma como inspiración los castillos medievales. Está ubicado en el monte Ulia y data de 1855.
- Faro de Senokozulua. Pasaia: Agragado al anterior, es una baliza inaugurada en 1909 para facilitar el acceso nocturno al puerto de Pasaia.
- Faro de Santa Clara. Donostia: El más visitado, sobre todo desde que la escultora Cristina Iglesias creara su escultura ‘Hondalea’
- Faro de Igeldo. Donostia: Consta de varios ventanales y una amplia terraza desde la que disfrutar de las vistas.
- Faro de Getaria: Ubicado en el monte de San Antón, data de 1862.
- Faro de Zumaia: Se encuentra en el monte Atalaya, ofrece una amplia vista de la bocana del puerto, la playa de Santiago y el flysch.