Menuda envidia me dan esos gurús de la prensa española que te cuentan sin despeinarse que ya sabían que el PNV le iba a pedir a Urkullu que diera un paso a un lado y que, tres párrafos más abajo, te explican que a Ibarretxe lo apartaron por soberanista, cuando fue él quien decidió no continuar tras arrasar en las elecciones de 2009 y verse desplazado por el vergonzante apaño entre PSE y PP. Pero supongo que así se escribe la Historia, o sea, la historieta, a base de trazos gruesos de oidores de campanas que disparan por elevación y consiguen que los que todavía saben menos que ellos compren su mercancía averiada.
En contraste a tanta sabiduría infusa, este humilde tecleador debe reconocer que, pese a estar muy cerca de las fuentes, carecía de la clarividencia y el morro necesarios para ir de adivinador del futuro con carácter retroactivo. Como mucho, puedo decir que intuía que se estaba moviendo algo de enjundia y, con la experiencia que dan tres decenios y pico trasegando con la actualidad de mi país -Euskal Herria, por si hay dudas-, tenía claro que, mejor que enredar, procedía aguardar acontecimientos. Al final, todo acaba sabiéndose, y más, si hay un calendario acuciando; elecciones, como muy tarde, en junio. Y así fue. El viernes supimos que el EBB no propondrá a sus bases a Iñigo Urkullu como candidato a lehendakari y menos de 24 horas después, Sabin Etxea anunció que su apuesta será Imanol Pradales. Guardo para otras columnas, que casi son deuda perentoria, mi más entregada consideración sobre el gigante político y humano que aún ha de culminar su tercera legislatura, dejando alma, corazón y vida en el empeño. Y en la línea que me queda, envío mis parabienes a mi querido y admirado vecino Pradales, un tipo sobradamente preparado para hacer frente a lo que venga.