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Navarra

Pobre de mí

Pobre de mí...
Pobre de mí...

Resumen de lo publicado: Tras superar numerosas dificultades y ejecutar una acción de reivindicación ecologista ante el Retrato del Marqués de San Adrián de Goya en el Museo de Navarra, Ernst es detenido por un agente de la Policía Foral que lo encierra en una sombría cámara de la Ciudadela. Allí descubre que es un policía corrupto que trabaja para la misma organización internacional de traficantes y falsificadores de obras de arte a la que servía el siniestro individuo que se hacía llamar señor Lobo. Todo parece perdido pero Irati, que los ha seguido, irrumpe para inmovilizar al policía con una táser y salir huyendo con Ernst.

Los carpinteros de Hnos. Aldaz retiraban ya los primeros postes y tablones del vallado. La fiesta comenzaba a agonizar.

Irati se abrió paso entre la gente que abandonaba la plaza. Necesitaba encontrar un sitio definitivo en el que refugiarse, descansar y preparar su siguiente movimiento. Entonces lo vio. La trasera del Teatro Gayarre. Había leído en alguna parte que la última función se celebraba el día 9 y el teatro permanecería cerrado hasta finales de agosto.

Era el lugar perfecto.

Tiró de Ernst hacia la calle Duque de Ahumada y, justo antes de detenerse frente a la puerta de artistas, chocó contra un transeúnte.

-Perdón.

Doble cerradura. Nada que no pudiera forzar. El interior estaba oscuro. Echó mano al bolsillo, sacó un móvil y encendió la linterna. Ernst comprendió al instante que, a esas alturas, el tipo con el que acababa de tropezar estaría maldiciendo a toda la estirpe del cabrón que se lo había robado.

No era la primera vez que Irati entraba en el teatro, pero sí que lo hacía por allí. Un cartel indicaba que la escalera que nacía a su izquierda conducía a los camerinos. No era ese su destino. Una luz de emergencia se encendió a su paso. Estaban sobre el escenario. El telón cortafuegos estaba echado; a pesar de ello, el bullicio del exterior se colaba hasta allí. Gigantes, cabezudos, kilikis y zaldikos se estarán preparando para su último adiós, pensó. Cruzaron dos nuevas puertas y accedieron a uno de los pasillos que conducían hacia el vestíbulo. Desde él ascendían las dos escaleras que llevaban a las plantas superiores. Hasta su destino final: la azotea.

Irati tenía un plan. Pero deberían esperar hasta la noche. De modo que se instalaron en la sala previa, de la que surgía el tramo definitivo por el que se accedía al exterior. Era una habitación amplia. Uno de los laterales estaba ocupado por una fila de butacas viejas, el otro por un sofá en el que podrían descansar. Irati sabía que, en cuanto llamara a su contacto, la gente del señor Lobo rastrearía el móvil desde el que se había realizado esa comunicación. Daba igual lo rápida que fuera, que lo apagara nada más terminar. De hecho, ese era su propósito: atraerle hasta allí y acabar con todo. Por eso se había procurado aquella posición de ventaja. Ellos eran el cebo.

-¿Me vas a decir de qué va todo esto? Y, de paso, quién eres ahora.

Irati era consciente de que le debía una explicación. Ella y Ernst se habían conocido tiempo antes de que decidiera entrar en la Policía Foral; después, simplemente, habían perdido el contacto. La distancia tensa las relaciones hasta desgarrarlas y el paso del tiempo acaba por pudrirlas. Hasta que ella se infiltró en Greenfreedom.

-Siéntate, le indicó-. Esto va para largo.

San Fermín | La oscuridad

2022-07-16T06:06:03+02:00
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