El riesgo es crítico, eso está claro. Los incendios que estos últimos días han asolado la Comunidad foral y parte de la Comarca de Pamplona han puesto de manifiesto la necesidad de tomar medidas en tiempos en los que el cambio climático, que incrementa las temperaturas, ha llegado para quedarse con sus olas de calor, a las que se suma también la propia evolución del medio: lo que antes eran pastizales, porque había ganado, en estos momentos son bosques y matorrales, plantaciones de coníferas y un buen puñado de fuentes posibles de incendio -carretera, tren, líneas eléctricas, cosechadoras…-. “La actividad humana en general. Se junta todo el cóctel explosivo para que, como no hagamos algo, sea imposible evitarlo”, reconoce David Campión, presidente de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona.
Y asume que todas sus infraestructuras (potabilización de agua potable y agua residual) son, también, críticas. Las poblaciones de Valtierra y Arguedas quedaron sin suministro de agua potable debido a las afecciones del incendio forestal a la Estación de Tratamiento de Agua Potable de Valtierra este mismo mes y ya en 2017, en la depuradora de Arazuri, las llamas casi se comen un pinar repoblado en la ladera contigua que puso a prueba los sistemas de extinción de incendios de la planta. “La respuesta fue satisfactoria y no hubo daños en la instalación, pero se constató la vulnerabilidad de estas infraestructuras en episodios de incendios, ya que en algunas se produce un contacto entre el arbolado y las instalaciones sin prácticamente ninguna rotura de continuidad, lo cual incrementa de forma extraordinaria el riesgo para la integridad de estas instalaciones en caso de incendio”, explican desde la entidad.
Por eso mismo decidieron hace ya un año acometer diagnósticos que les permitieran establecer medidas que minimicen los riesgos en sus infraestructuras, una iniciativa pionera en Navarra cuyos resultados podrían, después, adaptarse también a otros entornos susceptibles de riesgo, como el monte Ezkaba u otras zonas de la Comarca de Pamplona.
En la imagen (un radio de 2,5 kilómetros de actuación en torno a la planta de Eguillor), las zonas señaladas en rojo indican las zonas donde confluyen una mayor probabilidad de desatarse un incendio, una rápida propagación del fuego y una extinción altamente dificultosa por pendiente, tipo de vegetación, riesgo u otros motivos que harían muy difícil la intervención de los equipos especializados de extinción. “Una vez identificadas estas zonas prioritarias de actuación, se propone actuar sobre ellas de forma preventiva y proactiva, de tal forma que cuando se produzca un incendio en la zona, lo cual va a suceder con toda seguridad en algún momento, éste provoque los menores daños posibles”, explican desde la Mancomunidad.
La mejor protección, un territorio vivo
Las medidas clásicas de prevención de incendios se han centrado tradicionalmente en aumentar la capacidad de extinción y en actuaciones como la realización de cortafuegos o claras preventivas en el entorno de pistas o carreteras. “Se trata de actuaciones costosas que además hay que repetir y contratar periódicamente, lo que hace difícil realizarlas a escala de territorio, dependiendo a menudo de vaivenes presupuestarios”. En la actualidad se empieza a trabajar en la idea de territorios y paisajes “humanizados vivos, en los que se desarrollan actividades silvopastorales que permiten controlar la vegetación de forma eficiente ambientalmente correcta. Se trata en muchos casos de lograr la realización de actividades rentables por si mismas tras una inversión inicial, por lo que su prolongación en el tiempo estaría asegurada”, indican.
“Más allá del típico cortafuegos o hacer una pista, se proponen medidas basadas en revitalizar el uso ganadero o forestal del territorio. Son incendios que van a llegar sí o sí y tenemos que intentar que el territorio sea lo más resiliente posible después, que se recupere enseguida y que el incendio sea lo menos dañino posible. Se trata de poner a carburar el territorio para que estas medidas de control del paisaje funcionen por sí solas”, incide Campión. Por ejemplo, en una zona bajo un tendido eléctrico, delimitar un espacio para que haya un uso ganadero; o establecer cierres para meter rebaños en determinadas épocas del año.
Son medidas sostenibles como el mantenimiento de praderas con niveles óptimos de biodiversidad, conversión de cultivos herbáceos en pastos permanentes o facilitar el pastoreo con ganado para el control natural de vegetación arbustiva. Algunas de las actuaciones a desarrollar en Egillor se centran en áreas propiedad de la propia MCP y otras en los terrenos comunales que rodean la instalación, por lo que se va a abrir ahora un proceso de estrategia participativa con estas entidades locales para incentivar con todas las administraciones la ejecución de estas medidas agrosilvopastorales de tal forma que se automantengan en el tiempo.
La metodología, forma de proceder y resultados de este estudio abre una nueva puerta a la divulgación que se considera que puede ser muy interesante para la Mancomunidad y los Entes Locales del entorno. De este modo, mediante visitas sobre el terreno, la inclusión de este proyecto en acciones divulgativas ya existentes, etc., puede postularse como una oportunidad para poner en valor los mencionados servicios ecosistémicos que procura los diversos modos de gestión silvopastorales del territorio.