Todos los versos tienen una cosa en común, han nacido lejos de la capital alavesa. Han formado parte, por unas razones u otras, del equipaje, físico y emocional, de la escritora gasteiztarra Arantza Guinea. Ahora comienzan una nueva travesía, esta vez en manos de los lectores, alejándose cada vez más de su autora. Al fin y al cabo, siempre se está en tránsito. De eso, entre otras cuestiones, también habla Un cuaderno en la maleta (Tarqus).
“No es una guía de viajes. Es mi diario de viajes”, dice con una sonrisa la creadora, que presentará su nueva publicación el próximo día 31. Será, en concreto, a partir de las 19.00 horas en un acto que se llevará a cabo en el hotel NH Canciller Ayala. Allí, acompañando a la autora, estarán otras autoras como Elisa Rueda, que colaborarán en la cita. Eso sí, no solo la palabra escrita tendrá su voz. A los versos le acompañarán los sonidos de la música de la mano de Kanajazz.
Esta publicación, que cuenta con prólogo del también vitoriano Adolfo Marchena, en realidad no estaba prevista. “Son cosas mías, que no tenía previsto llevar a un libro”. Pero en el viaje de la vida a veces ocurren cosas que no están en los planes. “Uno de los amigos con los que suelo viajar, estuvo el año pasado bastante malo. Me dijo que estos poemas los tenía que publicar y le dije que lo iba a hacer si salía de Txagorritxu”. Por fortuna, se ha visto obligada a cumplir esa promesa. De hecho, el poemario arranca con una dedicatoria muy clara para su “cuadrilla” y unas palabras de Mario Benedetti. Las palabras van de un lado a otro.
En dos partes
A partir de ahí, quienes se asomen a este particular equipaje lleno de letras, pero también de ilustraciones llevadas a cabo por Marta Extramiana, se encontrarán un poemario dividido en partes bien diferenciadas entre sí.
En la primera, Guinea hace una recopilación de aquellos poemas escritor mientras se ha dirigido a realizar recitales propios o a colaborar en actos de otros autores. “Son los deberes que me llevo al viaje. Son poemas de trabajo”. Eso hace que temáticas y formas sean distintas, configurando un pequeño “cajón de sastre” en el que encontrar diferentes emociones, reflexiones e imágenes.
Tras este arranque, el libro se adentra en una segunda parte protagonizada por ciudades, por localidades en su mayoría del extranjero que aquí se hacen cercanas a través de poemas nacidos de sensaciones, anécdotas o vivencias ocurridas en cada lugar.
De El Cairo a Milán pasando por París, por ejemplo, el mapa se abre para compartir versos “escritos para mí” aunque ahora sean compartidos, como ese texto que surgió tras creer que alguien estaba siguiendo a la autora en Estocolmo. “Ahí me di cuenta de que justo antes de ir no tenía que haber leído Millenium”, ríe.
Además de estar realizados lejos de Vitoria, todos los poemas tienen otra cuestión en común. Han sido escritos en habitaciones de hotel en camarotes de barco, en las estancias de descanso tras el viaje realizado. Ahora, estas palabras siguen haciendo camino.