Polideportivo

Pogacar se regala otro Monumento con el Tour de Flandes

El prodigio esloveno, en otra actuación sobrenatural, conquista en solitario el Tour de Flandes por delante de Pedersen y Van der Poel tras un ataque demoledor en el viejo Kwaremont
Pogacar festeja su segundo Tour de Flandes tras otra exhibición.
Pogacar festeja su segundo Tour de Flandes tras otra exhibición. / Tour de Flandes

A la misa pagana que es el Tour de Flandes, un dios de piedra, acudieron a miles los feligreses a rezar a sus santos, a los hombres que obran milagros en caminos pedregosos, un calvario que es una liturgia. Al encuentro con la historia, con un Monumento, con los adoquines que alzan una muralla de mística, una oda al ciclismo.

Tadej Pogacar, un rebelde vestido con el arcoíris, que es todos los ciclistas en uno, se encrespó en el viejo Kwaremont, un lugar de culto, un templo de viejas piedras dedicado a los héroes alados para caminar hacia la gloria con otra actuación lisérgica.

Alucinante el muchacho que nada humano le derrota, el ciclista que sonríe y silba mientras el resto mastica bilis y padece su dominio. La dictadura del más fuerte. El emperador. Vestido de arcoíris, el campeón del Mundo completó otra hazaña. Pogacar es un cuento de hadas en sí mismo.

En el Tour de Flandes cinceló su nombre por segunda vez tras someter en una carrera formidable a Pedersen, Van der Poel, Van Aert y Stuyven, que persiguieron su sombra. Suma ocho Monumentos. Cuatro Il Lombardia, dos Flandes, y dos Liejas. Nada se le resiste al esloveno, un hombre solo y al comando.

El corredor inexplicable. Infatigable. El hombre que ataca sin desmayo. Una y otra vez. En bucle. Una ametralladora Gatlin. Bala tras bala hasta reventar al resto. Tal vez alguien pueda desentrañarlo en el futuro. Ahora es imposible.

Pogacar es un fantasma. Una pesadilla para sus adversarios, arrugados por una fuerza de la naturaleza que no pertenece a este mundo. El esloveno levita y flota mientras el resto repta. Es una criatura mitológica. Una leyenda. Irreal.

Sonriente y despreocupado alcanzó el altar de la gloria tras batir el récord de velocidad del monumental Tour de Flandes, 270 kilómetros, en los que se divirtió disparando calibre grueso desde cualquier rincón.

Tour de Flandes

Clasificación

1. Tadej Pogacar (UAE) 5h58:41

2. Mads Pedersen (Lidl) a 1:01

3. Mahieu van der Poel (Alpecin) m.t.

4. Wout Van Aert (Visma) m.t.

5. Jasper Stuyven (Lidl) m.t.

El suyo es un arsenal nuclear. Un ciclista para el que no existe kryptonita. Un Superman. Un súper humano. En la meta le recibió con un abrazo Mauro Gianetti, jefe del UAE. Saboreaba el esloveno la victoria y el esprint para el podio aún media el esfuerzo final de Pedersen, segundo, Van der Poel, tercero, Van Aert, cuarto, y Stuyven, quinto.

El esloveno se desató por primera vez cuando aún restaban 56 kilómetros. Fue su ensayo. La advertencia de lo que le esperaba al resto. La emprendió a pedradas. Respondieron de inmediato Van Aert, Jorgenson, Pedersen e irrumpió desde las profundidades, desde las cavidades, desde el centro de la tierra, Van der Poel. Un ser atávico. Una bestia desatada.

Se unió a la cordada de los magníficos con el ímpetu de los elegidos, tres veces emperador entre las piedras. Remontó con una estampida. Aplastando los adoquines, que moldea como plastilina. Por delante aún respiraba la fuga.

Descontando el Kwaremont, Van der Poel mostró lo mejor de su catálogo con un directo en el Paterbeg. Resistió Pogacar y se agrietaron las máscaras de Pedersen, Jorgenson y Van Aert. Suturaron la herida como pudieron.

El Koppenberg no perdonó. Los gestos de sufrimiento eran muecas de desencanto. Pogacar y Van der Poel dislocaron los rostros de Pedersen, Van Aert y Jorgenson, que resistieron cuando los adoquines mutaron en asfalto.

Se encolaron los favoritos con los supervivientes de la fuga en un espectáculo majestuoso. Pogacar, eléctrico, travieso, inquieto, cargó otra salva en Taainberg. Más piedras que digerir.

Ataques y persecución

No le entusiasmaba la presencia de los muchachos del Visma y la de los mosqueteros del Lidl. Demasiado pretendiente. Apretó y se llevó con él al hercúleo Van der Poel y al resiliente Pedersen.

Van Aert tuvo que atarse al manual de resistencia. Otra vez a limar junto a Benoot y Jorgenson. Stuyven y Küng viajaban con ellos. Vuelta a empezar. Una clásica en apnea.

Cada vez que se mostraba el peso del adoquín y las rampas Pogacar y Van der Poel dialogaban a solas. Amor a quemarropa. En el viejo Kruisberg, entre pavés y asfalto, el campeón del Mundo y el neerlandés se destacaron.

Pogacar, en el centro de la imagen, durante la carrera.

Pogacar, en el centro de la imagen, durante la carrera. Bahrain / Sprint Cycling

Pedersen padeció. El mismo destino de Van Aert. A perseguir. Enlazaron después. Pogacar, sobrado, se frotaba las manos. Van Aert anticipó para tratar de no boquear en el Kwaremont.

Apenas pudo catar el adoquín cuando despegó como un cohete con destino a Marte, su hogar, Pogacar, que enlutó a Van der Poel con el arcoíris.

El ciclista de todos los colores, el campeón de todas la estaciones, aplastó cualquier esperanza en el pedregal del viejo Kwaremont, alucinado con la exhibición prodigiosa del esloveno, que vive en el presente pero llega del futuro.

Impecable, por el centro del viejo adoquín fue esculpiendo otra obra maestra. Ni en el tramo asfaltado, con el viento en contra, pudieron rebajar a Pogacar, que es un museo del ciclismo. En el Tour de Flandes levantó otro Monumento a su propia figura, escultural.

2025-04-07T15:58:03+02:00
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