El Tour eleva la mirada. Estira el cuello hacia las alturas. La emoción repta hacia el cielo. Asoman los Pirineos en la Grande Boucle. La montaña despierta antes que nunca. Se acelera el ritmo cardiaco con la toma de contacto de las cumbres. Esperan el Soudet, un Hors Categorie, y el Marie Blanque, un primera, entre Pau y Laruns. Entre ambas ascensiones, el col d’Ichère, un tercera. Si bien la jornada, de 162, 7 kilómetros, no concluye en alto, el duelo entre Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard parece inevitable. El esloveno, que en las etapas vascas logró un botín de 11 segundos de ventaja sobre el danés, querrá ampliar su renta. La subida al Marie Blanque reparte segundos de bonificación.
Un escenario ideal para que Pogacar y Vingegaard se destapen nuevamente tras los capítulos de Pike Bidea y Jaizkibel. Cerca de ellos pretende estar Mikel Landa, que sueña con el podio final en París. El escalador de Murgia es consciente de que en el Marie Blanque Pogacar se lanzará para recaudar tiempo a su favor. “En la subida a Marie Blanque seguro que se pueden hacer diferencias. Hay bonificaciones y Pocagar lo intentará, está fuerte y va a probar”, analiza Landa, que intentará no perder el rastro de los grandes favoritos al trono de París. “Intentaré estar cerca de ellos y aprovechar la circunstancia para aventajar a mis rivales”, argumenta el alavés, que, por el momento, respira buenas sensaciones en el Tour. Adam Yates, el líder, supeditado a Pogacar, sostiene que “será un poco difícil para mí mantener el maillot amarillo. No obstante, tenemos a Tadej en el equipo, ¡tenemos esta oportunidad!”.