Lo de la progresía verdadera –da igual soberanista que confederal– con la vivienda es digno de, como poco, tesina de fin de grado. No sé muy bien si de Ciencias Políticas o Químicas, a juzgar por lo gaseoso de las proclamas demagógicas que pretenden pasar por propuestas serias. Como si no lleváramos decenios comprobando lo mal que se lleva la realidad inmobiliaria con las buenas intenciones expresadas incluso en leyes como la vigente en el Estado, las formaciones zurdas insisten en propagar las mismas cuentas de la lechera que, o bien han sido inaplicables, o peor, al ponerse en práctica, han tenido el efecto contrario del que se predicaba. Ahora mismo se está diagnosticando una retirada de pisos del mercado de alquiler y un lógico encarecimiento del precio de los arrendamientos.
Ocurre que, en lugar de admitir el fracaso, es más fácil sacarse de la manga unos ogros a los que culpar del fiasco, a saber, los fondos buitre y los grandes tenedores. Y, miren, yo no voy a negar la existencia entre nosotros de nauseabundas entidades que especulan con lo más básico, pero tampoco voy a comprar la moto averiada de que detrás de cada vivienda no ocupada hay un malvado usurero chupando la sangre al personal. Así, por ejemplo, según unas cifras sacadas literalmente de la sobaquera que exhibió anteayer la candidata de Sumar a lehendakari, Alba García, en los tres territorios de la demarcación autonómica hay 15.000 inmuebles en manos de oscuros conglomerados. De acuerdo a su infantil interpretación, si PNV y PSE no fueran conniventes con los poderosos dueños, todo ese (imaginario) parque de viviendas podría "movilizarse" (sic) para alojar a no se cuántas personas necesitadas de techo. A lo Otxandiano, la candidata remató hablando de políticas fiscales (eliminar las deducciones a los sufridos hipotecados) para promover el alquiler frente a la propiedad. No dan para más