José María García Bresó, Licenciado en Estudios Teológicos por la Universidad de Comillas y Master Internacional de Atención al Medio Ambiente. Presidente de la Asociación Emaús en España y director de la Fundación Traperos de Emaús Navarra, habló el pasado 25 de enero en el Salón de Actos del Instituto Plaza de la Cruz, invitado por Foro Gogoa, sobre el camino recorrido hasta ahora por la Fundación Traperos de Emaús, con motivo del cincuenta aniversario de su fundación, “un frágil posible” del que podemos sacar muchas enseñanzas.
¿A qué momento y circunstancias hay que remontarse para entender el fenómeno de Traperos de Emaús?
–Los orígenes del Movimiento Emaús están en Francia, en la labor de Abbe Pierre después de la Segunda Guerra Mundial, pero en Pamplona su inicio se remonta a la semana santa de 1972 en la que un grupo de personas voluntarias se unen en la llamada “Operación Emaús Pascua 72” para enfrentarse a la desigualdad y al escándalo de la pobreza, que duele y es provocadora, visible en ese momento en el núcleo de chabolas en la zona de Barañain. Allí vivían una decena de familias en situación de pobreza extrema. Aquella acción fue una llamada a toda la sociedad, consiguiendo fondos para apoyar la construcción del Poblado de Santa Lucía, viviendas humildes, pero más dignas que una chabola. Con ello se inicia el camino de Emaús en Pamplona que nos ha inspirado a lo largo de los 50 años de vida el ejercicio de la solidaridad.
En la conferencia habló de los resultados de Traperos con cierto pudor.
–Así es. Me siento con un cierto recato, porque Traperos de Emaús es algo que no sólo lo conocemos las traperas y traperos, sino que es un espacio doméstico que es de Pamplona. Muchas personas que estaban en la conferencia han participado en algún momento de su historia, bien llamando para retirar un objeto o participando en alguna de las acciones que ha habido a lo largo de los años. Así que no puedo meter gazapos ni inventarme lo que no es. Somos de casa, nos conocemos y nos hemos desarrollado en Pamplona y posteriormente en otras partes de Navarra.
¿Qué significado tiene el título de la conferencia: Traperos de Emaús, un espacio habitado?
–Para diferenciarlo de lo que es un espacio exclusivamente laboral, un ámbito productivo o una empresa. Un espacio habitado hace referencia a que está formado por personas. Tiene esos talantes de socialidad, esos espacios en donde las personas nos relacionamos, aprendemos y nos cuidamos. En nuestro caso, a lo largo de los años, las personas que han estado en cada etapa son las que han ido modulando la realidad en cada momento; es por ello que hablamos de traperos como un Proceso y no un proyecto. Un espacio habitado entre convicciones y basuras expresa también la intencionalidad que nos mueve y la actividad que realizamos. De ello aprendemos y compartimos luchas y reflexiones.
Escuchándole, puede dar la sensación que su mensaje es una construcción desde el pensamiento.
–Te aseguro que no, el proceso que nos ha traído hasta aquí no es el resultado de un compendio ideológico preconcebido. Las ideas, convicciones y luchas que nos impulsan proceden de lo que hemos ido conociendo y viviendo desde constataciones y experiencias vitales. Lo vivido nos ha dado información y provocado reacciones, sabemos de dónde nos surge la ternura y la alegría y de donde la rabia o la pena. Desde aquí hemos construido la historia trapera y los valores que nos mueven con sus prácticas y reivindicaciones. Es verdad que partimos de unas convicciones básicas que nos unen a toda la gente, la dignidad para todas las personas sin exclusión.
¿Cómo es ese espacio de Traperos de Emaús?
–Es un espacio humano lleno de mezclas que enriquecen. Nuestra experiencia es que cuanto más nos mezclamos, más sabios somos, más riqueza tenemos, más aprendemos. Obviamente, me refiero a las mezclas en las relaciones humanas porque en la basura cuanto menos mezclemos mucho mejor. En la basura hay que evitar la mezcla porque es la clave para recuperar y reciclar. Actualmente somos 300 personas de 34 nacionalidades diferentes que evidencian una gran diversidad que nutre nuestros aprendizajes y sabidurías. Razas, religiones, lenguas, opciones políticas y sexuales diferentes, etc. conforman la belleza trapera. El 75% somos personas que tenemos una mochila de experiencias personales complicadas. En muchos casos porque las estructuras sociales, políticas y económicas de donde procedemos generan exclusión, sufrimiento, persecución y violencia. En otros casos, porque nuestras fragilidades nos impiden relacionarnos bien en la realidad social en la que vivimos.
A lo largo de la conferencia dio mucha importancia al trabajo concebido de una forma un tanto especial para los tiempos que corren.
–Así es. Primero, en cuanto al producto del trabajo que realizamos y partiendo del consenso que todas somos personas y todas tenemos las mismas necesidades básicas, evitamos diferenciarnos económicamente. Por ello tenemos “igualdad salarial” con independencia de la responsabilidad que ocupamos. Esto es muy importante porque se engloba dentro de lo que es la intencionalidad permanente de Traperos de Emaús de ser coherentes entre lo que sabemos/conocemos y la realidad. De lo contrario la veracidad y credibilidad de nuestras luchas y propuestas quedaría muy mermada. Este es uno de los retos constantes que percibimos en la sociedad que vivimos, se conoce y se piensa de una manera y se actúa de otra, lo cual manifiesta una división dramática en los seres humanos y dificulta de manera grave poder resolver los grandes problemas de viabilidad de la vida en todas sus facetas. Trabajamos, cobramos lo mismo y no tenemos diferencias que nos distancien por lo económico porque sabemos que ello es una de las causas que nos ha llevado a la exclusión y a la pobreza en muchísimos casos.
Creo que la esencia de vuestra concepción del trabajo tiene mucho más contenido. ¿No es así?
–Efectivamente, tenemos una conciencia clara, somos trabajadores y trabajadoras, y dependemos de nuestro trabajo, por eso nos recordamos constantemente que “mientras tengamos fuerza, jamás aceptaremos que nuestra subsistencia dependa de otra cosa que no sea nuestro trabajo”. Para nosotros el trabajo no es un fin o único objetivo sino el medio o instrumento por excelencia que posibilita la autosuficiencia e independencia, la cohesión interna y la socialización junto al sentido de utilidad en la construcción colectiva. El trabajo es la primera dignidad recuperada de los pobres. En los años 90 tomamos esta decisión: vamos a rebajar nuestra jornada de trabajo para trabajar más personas, lo cual incluía una política de contención salarial, una opción por la sobriedad y el compartir. Nuestra jornada actual es de 32,5 horas a la semana, incluyendo descansos, tiempos de formación y de reuniones colectivas en las diferentes áreas.
¿Cómo organizan los procesos de decisiones?
–Funcionamos como un sistema de sistemas. Estamos divididos por áreas de trabajo que tienen sus propias dinámicas y planificaciones. Cada área tiene un coordinador o coordinadora que forma parte del Grupo de Coordinación General que es el órgano de cohesión, animación del colectivo y la toma de decisiones, incluyendo la posibilidad de elegir o refrendar al Patronato de la Fundación (nuestra personalidad jurídica) o a la Dirección (actualmente formada por tres personas) cuando lo considera. Trabajamos con dos transversales obligatorias: El derecho a la información (con excepción de las situaciones personales) de todas las compañeras y compañeros que formamos el colectivo, y la “búsqueda de consenso”. Esto nos obliga a estar en un continuo trabajo de argumentación de lo que hacemos, por qué lo hacemos y también de participación. Así mismo en lo que concierne a las grandes decisiones, cambios sustanciales en los principios y valores, en la Organización y en lo laboral lo hacemos a través de “consultas vinculantes” de todas las personas que formamos el colectivo. Damos nuestra opinión y valoración y solo se aprueba lo tratado si recibe más del 75 % del refrendo.
Un planteamiento muy alejado de las experiencias habituales.
–Yo creo que el capitalismo, en cuanto realidad estándar en las formas de vida y trabajo, ha puesto una trampa grave no solo en los desastres medioambientales sino también en la cultura de las relaciones humanas y de sus necesidades. Situar el crecimiento, la acumulación, la individualidad y la competitividad como nortes de la realización social y vectores de lo laboral es una trampa cultural que nos destroza como seres humanos y genera insatisfacción permanente. Avanzar por esta senda nos aleja de lo propiamente humano y del bien social.
¿Qué nos ha pasado?
–Con toda humildad, creo que la sociedad global ha ido internalizando una cultura de necesidades y acumulación inoculada desde obscenos intereses de ganancia que establecen estructuralmente la división social entre las personas haciendo ciudadanos de primera, de segunda y de tercera clase y, con ello, asumiendo como “natural” la pobreza y la exclusión de la mayoría de la población y todo ello incluso bendecido por la Iglesia Católica.
¿Cómo os sentís con lo que habéis conseguido?
–Estamos orgullosos de sentirnos alguien en un medio en el que contribuimos a evitar que se reproduzcan esas inercias de sufrimiento, de exclusión y del rechazo del otro. Intentamos crear espacios reales que permiten compartirnos y ayudarnos mutuamente. En lo que está en nuestra mano, procuramos mostrar que es posible una cultura de la solidaridad, del compartir y del bien común.
No podemos obviar la importancia de las acciones personales y colectivas de la ciudadanía como germen de algunas realidades actuales.
–Bueno, en la década de los 80 veníamos haciendo una reivindicación de que en las leyes había que tener una discriminación positiva para los sectores más frágiles y desfavorecidos. Todo eso nos llevó a finales de esa década a acuñar el término de Empresa Social Solidaria, que debía incluir una función productiva, una función social, una función solidaria y una función medioambiental. A pesar del gran peso y difusión que se está dando, aclaro que la economía social no necesariamente es transformadora ni anticapitalista, no necesariamente resuelve los problemas de las conflictividades laborales, de las desigualdades, etc. Sí en cambio la Economía Social Solidaria. Por sus esencias de solidaridad y propuestas por el bien común y la defensa de la Madre Tierra, puede presentarse como una vía de esperanza y vuelco a la dimensión de lo humano.
Unos orígenes políticos que desarrollan un proyecto político, si no entiendo mal.
–No cabe duda, Traperos de Emaús es un proceso social con fines sociales y valores, teoría y práctica interrelacionados, un proyecto ético-político que tiene las siguientes características: el compromiso con los otros y con todos los seres vivos, desde el respeto y el cuidado; la lucha contra la pobreza y la exclusión social; la defensa del derecho a la vida de todas las personas y pueblos en el marco de los derechos universales. Estamos integrados en el proyecto histórico de los pobres y oprimidos de la tierra y priorizamos la acogida y la ternura hacia las personas más frágiles. También abiertos a la imaginación y a la creatividad, como miembros de una sociedad planetaria con diversas formas de vida.
En el fondo, creo que habla de no apartar en ningún momento la mirada de los demás.
–En Traperos de Emaús la mirada es hacia los demás, ¿y los otros seres vivos? Esta mirada nos lleva a la búsqueda de la fraternidad, a una sociedad sin clases y organizada sobre el principio del bien común. Particularmente, tenemos un principio que inunda nuestra acción y compromiso: “Servir primero a los que más sufren desde el convencimiento que no se puede ser feliz sin los demás”. Esto está en contradicción directa con la acumulación de bienes de unos pocos frente a la carencia y pobreza del resto. La cultura de la desigualdad o la cultura de las necesidades (lo que en la sociedad capitalista se considera imprescindible para vivir) hace que una parte pequeña de la población acapare la mayor parte de los recursos del planeta. Por tanto, podemos seguir creciendo, pero sabiendo que todo eso significa que imprimimos estructuralmente la desigualdad y la injusticia en nuestro mundo y, por tanto, también cada uno de nosotros somos responsables del sufrimiento de muchas personas. Desde nuestro trabajo como traperos, recogiendo y tratando miles de toneladas de materiales, nos hemos cualificado para tener opinión con respecto a la barbarie de la economía extractiva y de consumo que impregna la sociedad en que vivimos.
También habló de la posición de Traperos en relación con la legislación y los Gobiernos en materia medioambiental.
–Sí, soy un defensor a ultranza de la legislación medioambiental europea, creo que soporta un cuerpo legislativo importante para el cuidado de la naturaleza aunque no siempre se cumple. Soy defensor de ello pero a excepción del principio que la sustenta, que es “quién contamina, paga”, ergo, quien tiene dinero puede contaminar. Con el dinero parece que se puede comprar incluso el derecho a contaminar. Nuestra posición es que quien contamina tiene que dejar de hacerlo y reconvertir su proceso productivo o su proceso de consumo.
¿Cómo es su relación con los organismos públicos más cercanos?
–En Traperos, trabajamos con las Mancomunidades, en contratos que se fueron plasmando a lo largo de los años para la realización de diferentes servicios. Primero fue la recogida de voluminosos, papel y ropa, luego vinieron los RAEE, pilas, etcétera. La relación más significativa es con la Mancomunidad de Pamplona que, desde el inicio tuvo una voluntad política decidida para avanzar por esta senda de la reutilización. En el último convenio de 2015 no solo se integra la recogida de residuos sino también la prevención y el tratamiento para la reutilización. El año pasado hemos manipulado más de 13.000 toneladas, de las que se han aprovechado un 84%.
En su respuesta a una de las preguntas que formularon en coloquio, habló de la fiscalidad. ¿Podría recordarnos lo que dijo?
–Si, en mi opinión, la pregunta que debemos hacernos siempre es cómo salimos de este círculo de consumo y de un nivel de necesidades que no pueden ser universalizables porque solo tenemos un planeta. Solo nos queda la opción del decrecimiento y de la sobriedad. Para una redistribución equitativa de los bienes se debe disponer de una política fiscal exigente que permita desarrollar el acceso a los bienes que por derecho tenemos todas las personas. Claro. ¿Y quién decide y reparte esa fiscalidad? Pues obviamente tienen que hacerlo los ámbitos de la gobernanza democráticamente elegida que permitan que los ciudadanos que no existen cuenten, que existan viviendas, educación, salud, trabajo… y que se controle por arriba, porque por abajo ya se está controlados.
No quisiera acabar sin recordar unas palabras suyas que, sin quitarle ninguna importancia a lo colectivo, llaman la atención sobre lo personal.
–No solo existen responsabilidades colectivas, existen responsabilidades individuales y compromisos que tenemos que adoptar de manera individual. No existirá poder popular, democracia saludable, no habrá transformación real mientras las personas en concreto no vayamos estructurando e internalizando en nuestro círculo, las transformaciones necesarias para que el mundo sea un poquito mejor. Desde esta convicción para contribuir a una sociedad amable, los aparentemente inútiles, con lo aparentemente inútil, hacemos cosas útiles para nostros, para la sociedad y para el Planeta. Como decía también el maestro Galeano: “que no somos recursos humanos, sino seres humanos”. Y en mi humilde opinión, no puede haber transformación social real y duradera si cada persona no introducimos en nuestra vida cotidiana nuevas formas de relacionarnos desde el compromiso para el bien común, con respeto a la Madre Tierra y a las personas de nuestro alrededor.