Verónica Zumalacárregui se ha vuelto a ir de aventura. En esta ocasión, dentro del programa de Canal Cocina Me voy a comer el mundo, cuyas dos primeras entregas pudimos disfrutar los días 27 y 28 de julio y que se pueden ver bajo demanda, la presentadora de televisión se acercó a conocer las tradiciones gastronómicas de Kenia y Senegal, en un viaje que ha dado mucho de sí.
¿Qué siente cada vez que va a emprender uno de estos viajes, una de estas aventuras?
Me encantan las aventuras, pero en este caso ha sido quizá la más drástica. Yo había viajado a África a nivel personal, pero nunca con cámaras. Es un reto primero a nivel de producción. Es muy difícil producir un programa desde España hasta África, y también el rodaje es un reto en sí mismo porque las carreteras son complicadas, tardas muchísimo en desplazarte de un sitio a otro, hay mucho tráfico, hay que estar negociando todo el rato... A veces somos los únicos blancos que aparecen en un pueblo en medio de Senegal, Uganda, Kenia... Esto es un reto pero precisamente por eso emprendimos esta nueva aventura de Me voy a comer el mundo en África, porque queríamos salir de la zona de confort, explorar otro continente y compartirlo con los espectadores, que es precisamente lo interesante de Me voy a comer el mundo, poner al alcance de los ojos realidades que ellos jamás van a poder vivir. No solamente por desplazarse, sino porque como bien sabes nos metemos en las casas locales, y eso también era un reto. Ver cómo vive la gente en la selva en Uganda, cocinar en medio de un manglar en Senegal, convivir y cocinar con los Masáis en Kenia son realidades que no todo el mundo puede vivir y que con Me voy a comer el mundo en cierta manera los espectadores sí que pueden ser partícipes.
Siempre que viajamos nos encontramos con choques culturales -las horas a las que se come, lo que se come...- ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de este viaje?
Siempre digo que Kenia ha sido el destino que más a prueba ha puesto mi curiosidad gastronómica. Yo me considero una tía bastante valiente y pruebo todo allá donde voy. He probado escarabajos, vísceras, reptiles, insectos..., de todo. Pero es verdad que en Kenia me han puesto a prueba más que en ningún otro sitio, y ahí ha sido donde he vivido el choque cultural más grande. He estado con los Masáis Mara en su poblado, y ellos tienen ciertas tradiciones que han hecho que yo esté muy incómoda y que por primera vez haya tenido que decir que no a algunas de las cosas que me han ofrecido. He dicho que sí a algunas, pero preparándome mucho psicológicamente (risas). También el prisma que aplico siempre a todos los destinos es “allá donde fueras, haz lo que vieres”, darle una oportunidad. Igual que en Corea me decían: “Aquí se come el perro, y aunque a ti te parezca raro es como comer conejo en tu país, que a nosotros nos parece rarísimo”, aquí era lo mismo. Los Masáis tienen una filosofía, beben sangre de vaca porque creen que es bueno para ellos... Todo tiene un porqué y eso es lo que intento interiorizar cuando estoy en los distintos países de África en donde hemos grabado.
“ ”
Comenta que hay algunos platos que ha rechazado, ¿pero hay alguno que se plantee incorporar en su día a día?
(Risas). Recientemente me han invitado en Madrid a probar cócteles con insectos, y todo el mundo estaba anonadado, pero para mí ya era algo cotidiano. En Uganda he probado los saltamontes que ya había probado en otros países, pero aquí me han gustado más que en ningún otro sitio. Los cocinan en la calle, y los hacen aderezados con pimiento verde y cebollita. Y oye, te digo que no están nada malos. Tienen una textura parecida a la del camarón de la tortilla de camarón, saben a pasto y no me importaría que fuera un snack de mi vida cotidiana. No sé si sustituiría las patatas fritas y la cervecita por saltamontes, pero de vez en cuando no me importaría.
¿Qué mensaje le gustaría mandarles a quienes precisamente quieren saciar su curiosidad gastronómica?
Que hay que atreverse. Comer es una forma más de viajar que te permite conectar con otras culturas. La comida nos une y es lo que traspasa barreras, lo que borra los límites entre una cultura y otra. Que le den una oportunidad, porque sobre todo es excitante, y cuando viajamos nos atrevemos a hacer cosas que no nos atrevemos a hacer en casa. Yo creo que es una oportunidad para descubrir matices en el paladar, llevarse sorpresas y salir de la zona de confort.
A quienes conciben su gastronomía como su zona de confort y no quieren salir de ahí, ¿cómo les invitaría a que exploren?
Quizá una buena forma de salirse de esos límites preestablecidos es probar cosas que ya conocen pero cocinadas de una forma diferente, para que no se sientan tan asustados ante alimentos como los insectos, y que le den una oportunidad porque al final hay muchas cosas comunes. Los saltamontes cocinados en Uganda con pimiento y cebolla es como una especie de sofrito, como es la base de nuestra gastronomía mediterránea. Entonces, siempre hay paralelismo, y yo creo que una buena forma de explorar gastronómicamente es probar alimentos con los que estés familiarizado, pero cocinados de una manera diferente, con algún ingrediente extra que a lo mejor no hayas probado antes.
¿Qué le pide ahora al futuro? Más viajes y comida seguro, ¿no?
(Risas). Seguro. Me ha encantado grabar en África, porque para mí también ha sido salir de mi zona de confort, produciendo el programa y grabando allí, y esto es lo que me mantiene viva, añadir poco a poco pequeños alicientes para conocerme en otros registros, ponerme a prueba..., y es lo que me gustaría que pasara con Me voy a comer el mundo. Que siga evolucionando tan bien como ha sucedido a lo largo de los últimos años.