Mantener el cuerpo hidratado, sobre todo en verano, es crucial para el organismo. Para ello, debemos beber entre dos y tres litros de agua al día. Lo más común suele ser rellenar una botella de plástico que tenemos por casa y guardarla. Esta acción tan cotidiana conlleva más riesgos de los que creemos, ya que la calidad del agua puede verse afectada.
A pesar de que reutilizar las botellas de plástico resulte muy común, este hábito puede ser perjudicial para la salud. Esto se debe a que el plástico se compone de productos químicos que pueden desprenderse cuando se usa repetidamente o, por ejemplo, si la botella se deja al sol. El calor ayuda a descomponer los enlaces químicos en los plásticos y esas sustancias pueden transferirse al agua.
En caso de haber abierto una botella nueva o haberla rellenado, no se recomienda almacenar ese agua durante un período prolongado, ya que el agua corre el riesgo de no conservarse adecuadamente.
Las botellas de plástico se fabrican a partir de polímeros plásticos como polipropileno y copoliéster, componentes que las hacen ligeras y duraderas. Hace años algunos envases contenían un químico conocido como bisfenol-A (BPA), ya erradicado de juguetes y otros productos infantiles por ser nocivo para la salud. Este compuesto orgánico está relacionado con problemas de desarrollo, pubertad precoz, dificultades reproductivas o trastornos cerebrales.
No obstante, La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), certifica que hoy en día las botellas de plástico se fabrican con polietileno tereftalato (PET). Y la Unión Europea ha prohibido que los envases sensibles como los biberones contengan bisfenol A (BPA).
Indicativos de la calidad del material
Para garantizar la seguridad de la ciudadanía, el envase debe ir marcado por una serie de símbolos que certifican el grado de calidad del material. Los triángulos con tres flechas indican que se trata de un material reciclable, mientras que el número informa sobre el tipo de plástico que se ha empleado para fabricar la botella, bolsa o cualquier tipo de embalaje.
Los envases marcados con los números 1, 2, 4, y 5 no contienen bisfenol-A (BPA). Entre todos, el número cinco es el más seguro para su reutilización, principalmente porque este tipo de plástico protege contra la humedad, es sólido y muy resistente al calor. En general, se emplea para fabricar tapas de botellas de plástico, envases de margarina y yogur, bolsas de patatas fritas o pajitas.
Por el contrario, los envases marcados con los números 3 y 6, no deben ser reutilizados si se va a conservar bebida o alimento o si está destinado a uso infantil. El número 3 indica que contiene cloruro de polivinilo (PVC), esto se usa como revestimiento para cables de ordenador, tubos de plástico y piezas de fontanería, aunque también podemos encontrarlo en botellas de aceite de cocina y blísteres de juguetes.
Por otro lado, el número 6 contiene poliestireno (PS), lo encontramos en tazas de bebidas desechables de espuma de poliestireno, cartones de huevos, embalajes de espuma… Estos dos materiales, el cloruro de polivinilo y el poliestireno, no se deben reutilizar.
Las botellas de plástico además de poner en riesgo nuestra salud, tampoco son beneficiosas para el planeta. El abuso del plástico es uno de los principales motivadores de la destrucción del ecosistema. Este material, al no ser degradable, si no se recicla adecuadamente produce grandes montañas de basura que pueden tardar hasta 1.000 años en descomponerse.
Por suerte, contamos con diferentes alternativas que además de ser más respetuosas con el medioambiente, no suponen ningún riesgo para nuestra salud. Por un lado, tenemos la botella de acero inoxidable, envases resistentes y prácticos, que mantienen el líquido caliente o frío y se transportan con facilidad.
Pero sin duda, la mejor alternativa al plástico es el envase de vidrio, un material higiénico, que no altera los sabores y aísla los olores y la humedad. En cuanto a su conservación, no se oxida, podemos lavarlo fácilmente y no está compuesto por ninguna sustancia nociva susceptible de contaminar su contenido. Aunque, comparándolo con el acero inoxidable, los envases de vidrio pueden ser menos funcionales por su peso y fragilidad.