Verdadero o Falso

Por qué nos creemos los bulos y las noticias falsas

La personalidad, el estado de ánimo y el propio cerebro del individuo influyen en el hecho de que unas personas caigan en las mentiras y otras no
Una persona sujeta un móvil con el sello de 'fake news' en la pantalla.

Vivimos en la sociedad de la información y tenemos a nuestra disposición millones de noticias a un solo clic. Entre tantos contenidos, unos son verdaderos y otros falsos, pero por su apariencia y por no tener a veces las herramientas para comprobarlo, siempre estamos expuestos a que nos cuelen una mentira

Aunque los bulos siempre han existido, desde la pandemia del coronavirus las informaciones falsas (fake news) se han multiplicado de forma vertiginosa, en parte impulsadas por el veloz canal de difusión que suponen las redes sociales

Un teléfono móvil rodeado de iconos de redes sociales.

Qué son los bulos

Los bulos son noticias inventadas y engañosas con un objetivo concreto que va desde causar pánico, dañar o desacreditar a alguien, hasta confundir, manipular o influir en las creencias y comportamientos de las personas. 

Son habituales en temas relacionados con la política, la salud o las catástrofes, y aprovechan momentos de incertidumbre, de calamidad o de preocupación social para expandirse y ser más incontrolables y dañinos.

Todos ofrecen datos incorrectos sacados de contexto como si fueran ciertos y suelen ir acompañados de algún elemento audiovisual (foto o vídeo realizado muchas veces con Inteligencia Artificial), así como de cifras y citas falsas con apariencia de veracidad. 

Cómo funciona el cerebro

El hecho de estar advertidos de posibles bulos no nos impide caer en ellos y en esto tienen mucho que ver nuestra personalidad, estado de ánimo y cómo funciona nuestro cerebro.

En momentos de tensión y de preocupación, las personas somos más susceptibles, estamos más expectantes y nos sentimos más amenazadas. Si no tenemos tiempo, conocimientos o motivación suficiente para procesar un mensaje, utilizar atajos cognitivos nos facilitará la tarea, pero corremos el peligro de que aparezcan sesgos cognitivos y que nos cuelen un bulo. Algunos de estos sesgos son:

- Sesgo de confirmación

Tendemos a creer todo lo que va en línea con lo que pensamos y a desechar lo contrario. El cerebro gasta mucha energía en aprender así que, en situaciones similares, recupera lo aprendido sin volver a procesar la información de forma racional, lo que nos puede llevar a caer en el engaño. 

- Ilusión de conocimiento

Todos creemos que sabemos más de lo que realmente sabemos, así que al recibir una información que creemos privilegiada tendemos a creerla para reafirmarnos y sentir que tenemos el control sobre lo que pasa.

- Refuerzo social

Si al compartir una idea o una noticia nuestros familiares, amigos o seguidores de redes sociales se muestran de acuerdo, eso nos hace sentir valorados y nos refuerza. 

- Efecto halo

Si el bulo lo difunde una persona influyente, el cerebro tiende a pensar que su opinión es más valiosa y creíble de lo que realmente es. 

Periódicos doblados y apilados sobre una mesa.

Cómo actúa un bulo

Los bulos son creados por una o varias personas con una finalidad y van dirigidos a un público concreto. Sus pretensiones van, desde pegarse una gracia, hasta realmente querer causar daño a alguien, a algo o a alguna causa. Buscan desestabilizar, confundir o generar miedo y, en ese caldo de cultivo, obtener un beneficio.

Pero, ¿por qué unas personas creen los bulos y otras no? El estado emocional, el nivel cultural o la propia ideología de la persona pueden influir. Si el bulo va en línea con nuestros intereses o ideología, tenderemos a creerlo más que si va en nuestra contra. 

Ser confiados o ingenuos tampoco va a ayudar a esquivar los bulos. Es importante ser críticos y más prudentes que desconfiados; debemos contrastar siempre la veracidad de cualquier noticia antes de darla por buena y, ante la duda, no compartirla

El momento en el que se difunde el bulo tampoco es casual. Siempre se eligen situaciones de emergencia o excepcionalidad en los que la población es más permeable, se siente amenazada y es más irreflexiva ante determinadas informaciones. 

Medidas de prevención

Llegados a este punto, está claro que el principal problema no es la sobreinformación, sino la intoxicación que nos producen los contenidos inadecuados en fondo y forma, la información falsa o los análisis sesgados

Para no caer en los bulos es importante tener sentido crítico y no creer todo lo que nos llega, contar con distintas fuentes de información fiables, tener un buen nivel cultural que nos permita disponer de un criterio y, sobre todo, ser muy prudentes a la hora de difundir informaciones

La desinformación genera miedo y desconfianza entre la población, daña la reputación de personas inocentes, provoca una deriva ideológica y política, y puede poner en riesgo la seguridad y la salud pública. Ante estas consecuencias negativas que tienen los bulos debemos ser muy responsables, reflexivos y procurar no caer nunca en los retuits automáticos.

15/11/2024