SEGURO que os resultan familiares los comentarios en torno a lo rápido que ha pasado todo desde que llegó la pandemia del covid-19. ¡Más de dos años ya!, exclaman algunos. Otros, lo generalizan aún más: ¡Qué rápido pasa todo!, se lamentan. Parece ser que el tiempo, esa abstracción que permite ordenarnos y organizarnos, cada vez nos resulta un rival más duro de contener. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando tenemos la sensación de estar perdiendo el tiempo, pero a la vez nos molesta que los días divertidos se pasen tan rápido. El tiempo es, en definitiva, algo que nos preocupa.
¿Tienes entonces la sensación de que el tiempo está pasando muy rápido en tu vida? Tranquilo, no estás solo. La aceleración del tiempo subjetivo con la edad está muy estudiada por los psicólogos. Es verdad que hasta la fecha no existe consenso sobre la causa. Hay varias hipótesis. Vamos a explorar dos de las más citadas y conocidas, que es como en la ciencia solemos reconocer la validez de algo.
Una explicación clásica es el simple hecho de que, para un niño de 10 años, un año representa el 10% de toda su vida e incluso entre el 15 y el 20% de su memoria consciente. Pero un año para una persona de 50 años representa menos del 2% de su vida recordable. Es decir, el peso relativo de un año sobre el tiempo total vivido nos acelera la sensación. Corran a vivir bien y conscientemente la vida; el reloj y el calendario, nuestras dos guías de tiempo, juegan en su contra.
Velocidad de recuerdo
Por otro lado, tenemos la hipótesis alternativa que planteó en 2019 Adrian Bejan. Este autor viene a sugerir que, con el tiempo, la velocidad a la que procesamos la información visual se ralentiza, y esto hace que el tiempo se acelere. A medida que envejecemos, el tamaño y la complejidad de las redes neuronales en nuestro cerebro aumenta: las señales eléctricas deben atravesar mayores distancias y, por lo tanto, el procesamiento de señales lleva más tiempo. Pasa más tiempo entre la percepción y cada nueva imagen mental. Esto es lo que hace que el tiempo pase más rápido. Estamos más entretenidos procesando y menos viviendo. Vamos, que nos hacemos unos pelmas de pensar y razonar, y menos de disfrutar.
¿Quiere esto decir que es mejor no saber tanto ni guardar tantas memorias para que el cerebro no consuma tanto y así podamos disfrutar más del tiempo? Sí y no. Sí sería una alternativa para el problema descrito, pero lógicamente nos llevaría a ser menos sabios y tener más dificultades para nuestro día a día.
En la era digital, este problema de codificar y procesar la información en nuestro cerebro se ha multiplicado. Literalmente, además. Tenemos tantos estímulos textuales y visuales que, de una forma u otra, acaban en nuestro cerebro. Por lo que el fenómeno de cruce de mayores distancias se ha agigantado. Más espacio cerebral para recorrer cuando pensamos, por lo que más acelerado el tiempo en nuestra vida. Es éste un nuevo ejemplo de los problemas múltiples que trae la multiplicidad de pantallas y contenidos digitales en nuestra sociedad. Y es éste un nuevo ejemplo de por qué dosificar el consumo de contenidos digitales tiene múltiples beneficios para la salud y la persona. Máxime cuando encima es un consumo superficial, que no cala en el cerebro y no aporta beneficio cognitivo. ¡Os quita tiempo de vida!
La economía es la ciencia que estudia la gestión de la escasez. El tiempo, no el dinero, es el recurso más escaso. Estoy convencido que muchos millonarios cambiarían su vida a los 70 años por un joven que no tiene recursos. Es por ello que buscaba con esta reflexión sobre el tiempo darnos cuenta de que el tiempo que dedicamos al consumo digital superfluo, se lo estamos quitando a otros placeres de la vida.