La memoria se detiene irremediablemente el 1, 2 y 3 de julio de 2023, días en luminoso amarillo, aunque la reverberación del festejo que hizo vibrar a Euskadi se sintió antes, durante la aproximación del Tour a Euskal Herria. El viaje hacia un sueño tomaba cuerpo. El deseo hecho carne. La Grand Départ fue un pasaje que impregnará para siempre el imaginario colectivo vasco. ¿Dónde estabas tú aquel día? El Tour convirtió Euskal Herria en un punto de encuentro con la historia en tres días de julio entre Bilbao, Gasteiz, Donostia, Amorebieta, Baiona y numerosos rincones de la cartografía de un pueblo que lució en el mejor escaparate, el de un Tour tatuado en la piel, cosido en el alma y celebrado en el corazón. La intersección amarilla fue un anhelo compartido. La expresión de un pueblo en rojo, blanco y verde que venera el ciclismo y que se introdujo en su catedral. Más que una carrera, el Tour fue una celebración intergeneracional, la dicha de un pueblo. Una fiesta pagana. Antes de Florencia el 29 de junio fue Bilbao el 1 de julio. Tres décadas después de Donostia y el reino de Miguel. “Ninguna otra colectividad ha escrito treinta años seguidos para pedir el Tour. Euskadi era constantemente: ‘yo quiero, yo quiero, yo quiero’, durante treinta años”, expuso Christian Prudhomme sobre el deseo inequívoco de las instituciones vascas para atraer el Tour a Euskadi.
La Grande Boucle acogió a todos con fuerza. La ternura de un abrazo que no hace distinciones. Por los que fueron, son y serán. En las voces de los aficionados, por sus gargantas, corrieron los nombres de los ciclistas que no se olvidan. Se gritaron las leyendas y se compartió la alegría, la comunión de la comunidad y los mitos que pedalea el Tour. Ese vínculo extraordinario fue un estallido de casi un millón de personas arropando con su entusiasmo, imbatible, al Tour, la carrera que todo lo encoló entre el 1 y el 3 de julio y cuyo pegamento continuó por el hexágono, más allá de Baiona, para cantar y gritar las hazañas de Pello Bilbao e Ion Izagirre, vencedores de etapa en el Tour de los vascos.
De algún modo, la Grande Boucle nunca abandonó Euskal Herria mientras los ciclistas, emisarios de la afición vasca, continuaron adelante en una aventura extraordinaria. Euskadi se disparó a la Luna. Dejó huella. El Tour que nació en Bilbao y creció por tierras vascas conectó con el tuétano de la afición. Inmejorable la puesta en marcha de la carrera, que se presentó como una sucesión de obras de arte en el Museo Guggenheim. A pesar de la lluvia, el titanio reflejó el sol del ciclismo: el Tour. Después, una cremallera de alegría abrió el tejido realizado con los hilos de las voces, los gritos, los aplausos y los ánimos de un pueblo que ocupó las calles para celebrar el Tour, la fiesta del ciclismo.
En ese ecosistema, en un lugar para siempre en la memoria, comenzó a escribirse un Tour inolvidable para los ciclistas vascos y para quienes les jalearon. Una manifestación de dicha y algarabía. Se alinearon los planetas y Pello Bilbao e Ion Izagirre alcanzaron la gloria. Levitaron en una carrera convertida en fetiche, el lugar en el que todos deseaban estar. Vivir para contarlo. En realidad, se trataba de un no lugar, un espacio y tiempo para siempre. Como los mejores recuerdos que tintinean dulces y sonrientes en la memoria. Días de gloria. El Tour nunca se fue de Euskadi. Eran vasos comunicantes.
La afición, en masa en los márgenes, festoneó una carrera y una experiencia que se almacenará en los arcanos. Un lugar en el que refugiarse y soportar mejor el paso de la vida. Siempre nos quedará el Tour de 2023, en el que Pello Bilbao e Ion Izagirre se sublimaron después de lograr dos victorias magníficas que dieron continuidad a la ola de entusiasmo que abrazó Euskadi en los tres primeros días de julio: el que despegó en el bucle de Bilbao, se enfatizó con los capítulos de Vitoria-Gasteiz con Donostia y se emocionó con el tránsito entre Amorebieta y Baiona. Las voces que bramaban ánimos fueron la banda sonora que acompañaron al Tour.
Aquellos gritos eran conocidos para Prudhomme, periodista antes que director de la carrera francesa. “El público vasco es espléndido. Vi la victoria en Luz Ardiden de Laiseka. Ese fervor de la afición vasca es único. Es un gran orgullo para nosotros estar aquí. El ciclismo es un vector de emociones. Vamos a estar aquí en el 120 aniversario del Tour”, aseguró Prudhomme en la presentación de la Grand Départ. Esa imagen se quedó grabada en las pupilas de Prudhomme. El Tour y Euskadi compartían una pasión. Nada como las pasiones, insobornables. Siempre presentes. “He visto a la gente alegre en las carreteras, convencida de que lo que hemos vivido aquí estos días ha sido algo grande y que merecía celebrarlo y festejarlo. Creo que ha sido una gran fiesta”, apuntó Bingen Zupiria, entonces portavoz del Gobierno vasco, que compartió con el director del Tour la primera etapa en Bilbao.
“La imagen de Euskadi ha quedado reforzada internacionalmente y ello ha sido posible gracias al esfuerzo y compromiso mostrado por toda la sociedad vasca”, reflexionó Zupiria una vez finalizado el Tour. El impacto económico generado por la carrera francesa a su paso por Euskadi se tasó en 103 millones de euros tras los cálculos realizados. La inversión realizada fue de 12,2 millones. Un retorno de 8,5 euros por euro invertido. El Tour congregó en las tres etapas a 988.000 personas. “Después de tener el Tour va a ser complicado superar un evento como este”, confesó Juan Mari Aburto, alcalde de Bilbao, tras los fastos.
“Vamos a mostrar Euskadi en todo el mundo. Va a estar en el mapa del mundo deportivo. Ahí, en el centro, va a estar Euskadi. La belleza del País Vasco, las colinas, las costas, etcétera, todo lo que puede aportar el Tour de Francia, porque todo se emite en directo en 180 países. Realmente se muestra en todo el mundo la belleza del País Vasco, y la gente lo va a ver y va a decir: ‘oye, dentro de seis meses o el año que viene, me voy a Euskadi de vacaciones’. Todo eso va a repercutir. Es poner a Euskadi en el mapa del mundo”, dijo Prudhomme antes de que la Grande Boucle se pusiera guapo y acumulara un inolvidable álbum de fotografías. Las postales desde el Tour de Euskadi.