Laguardia – Una parte importante de la prehistoria de Rioja Alavesa, la excavada y estudiada, forman parte del libro que ha editado la Universidad del País Vasco y que sirve tanto para documentar a los más estudiosos de esa materia como a quienes sientan curiosidad por saber cómo se gestó esa parte de la historia de la comarca y donde se encuentran esos ricos testimonios del pasado.
La publicación fue presentada ayer en la sala Antonio Mijangos, de Laguardia, por los profesores Javier Fernández Eraso y José Antonio Mujika-Alustiza, quienes junto con María José Iriarte, Orbange Ormaetxea, Maite García-Rojas, Cristina Camarero y Erik Arévalo-Muñoz son los autores de este trabajo, prologado por Álvaro Arrizabalaga, del Grupo Consolidado de Investigación en Prehistoria.
El libro tiene distribuida su lectura en cinco apartados: la historia de las investigaciones, la comarca y el área funcional de Rioja Alavesa, el entorno paleobotánico de Rioja Alavesa durante la prehistoria, la prehistoria en Rioja Alavesa y un amplio capítulo sobre los yacimientos. A esto se suma, como explicaba el profesor Fernández Eraso, la referencia a una amplia bibliografía para poder ampliar los conocimientos.
Los autores cuentan que los primeros trabajos para detectar y estudiar los restos del pasado los llevó a cabo la Asociación de Amigos de Laguardia (Álvaro de Gortázar, Carlos Sáenz de Tejada, Jesús Enciso y Ricardo Buesa, entre otros), en los años 1935-1936, cuando se dio cuenta del hallazgo del dolmen de La Chabola de la Hechicera y del poblado de la Hoya. La Guerra Civil paralizó las excavaciones
En 1943 se regresó a la búsqueda del pasado de la comarca e impulsada esa actividad por el director del Museo Arqueológico, Domingo Fernández Medrano, comenzaron a aparecer muchos de los muchísimos tesoros arqueológicos de Rioja Alavesa y se comenzó su valorización. Las últimas actuaciones han sido en los años 2017 y 2018, la restauración del dolmen del Encinal, dirigida por Javier Niso y Javier Ordoño "cuyo resultado dista mucho de lo que pudo ser el dolmen en su estado inicial", según los profesores que han escrito el libro.
El segundo capítulo se dedica a desgranar cómo es la comarca, sus características de relieve, clima y masas de agua y su relación con las zonas pobladas en la prehistoria. En cuanto al denominado entorno paleobotánico reseñan la mayoría de los abrigos y otras zonas excavadas donde han aparecido restos de semillas, objetos de madera y herramientas. El cuarto capítulo narra la secuencia de tiempos desde el paleolítico y epipaleolítico, unos 7.000 años antes de nuestra era, y llega hasta la Edad del Hierro, que han dejado manifestaciones de herramientas o armas, casas de planta cuadrada, como las del Alto de Castejón en Navaridas o los enterramientos en hoyos que guardaban restos de incineraciones.
Finalmente se informa de los abrigos rocosos que se encuentran a los pies de Sierra Cantabria, lugares de habitación, de alojamiento o de refugio para pastores, donde se localizaron numerosos restos de los años 7.000 a 4.500 antes de nuestra era. Peña Larga, Balanciego (el más antiguo); Los Husos, con varias secuencias; San Cristóbal, anegado por un desprendimiento de altura, que llegó a albergar hasta una ermita; Los Castillos, Peña Parda... casi todos excavados por Fernández Eraso que constituyen los lugares más interesantes de Rioja Alavesa.
El segundo bloque son los dólmenes, ocho en la actualidad tras localizarse el último de ellos en Villabuena de Álava y reconstruido con una forma diferente a cómo debía ser. Entre ellos destacan, por su buena valorización y su espectacularidad, La Hechicera, en Elvillar, o La Huesera, en Laguardia. Y finalmente se dan referencias de asentamientos humanos. Por un lado, del Alto de Castejón, donde se realizó una importante excavación y hasta se sacó a la luz parte de la doble muralla y posteriormente se tapó para preservarlo. Y, por otra parte, está el poblado de La Hoya, excavado mínimamente y con un museo donde se han realizado recreaciones del modo de vida y de su historia.
En cuanto al futuro, José Antonio Mujika destacaba que todavía quedan muchas cosas por desvelar y estudiar: "Se tiene que profundizar aún más en muchos aspectos, como en temas de genética y en técnicas que actualmente aún no están disponibles en el entorno próximo y que pueden dar información sobre el uso cotidiano de algunos recipientes o en rituales. Serían estudios químicos que pueden informar mucho sobre estos temas".
De momento los dos profesores trabajan en proyectos fuera de Álava. Por un lado Fernández Eraso codirige en Bizkaia una excavación y Mujika tiene repartido el tiempo entre varios yacimientos en la Sierra de Aralar.
En cuanto a uno de los temas en los que Fernández Eraso ha puesto mayor empeño, la puesta en marcha de un centro de interpretación de los dólmenes en Elvillar, comentaba que el alcalde y la concejala de cultura "se están moviendo mucho. Sería muy bonito y la última propuesta que hay es hacer una realidad aumentada y eso puede quedar muy chulo".