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Concluido el plazo de presentación de enmiendas a la totalidad, no hay ninguna sorpresa en relación a los próximos presupuestos vascos. De hecho, si algo estaba más que seguro es que el Gobierno vasco tendrá presupuestos en 2025 merced a la mayoría absoluta que los respalda. Sí que había una cierta expectativa sobre el trámite como medida de la voluntad de la oposición de profundizar en el diálogo o su atrincheramiento en la esquina propia del cuadrilátero.
Sumar y PP han optado por enmendar la mayor por razones diferentes. La izquierda está más ocupada en vigilar que no le lleguen ganchos desde su propio rincón, donde algunos de los antiguos aguadores les ponen ahora tachuelas en las zapatillas, y la derecha está donde siempre: en lo que convenga al partido en Madrid. Por eso no sorprende tanto el desmarque de De Andrés y su discurso antiautonomista como el anuncio de adhesión del PP a las cuentas que se debatirán en Gipuzkoa. O quizá es precisamente lo contrario, vaya usted a saber. Ahí lo dejo para más ver.
Al otro lado, EH Bildu ha decidido seguir en el columpio. No nos vamos a engañar: estaba a un impulso de enmendar la totalidad, pero el movimiento del PP en Gipuzkoa –ante la eventualidad de que soporte su propio vértigo–, le ha obligado a seguir balanceándose entre el sí y el no porque saltar en estas condiciones era hacerlo sin saber si abajo hay suelo.
Hay terreno de juego en las enmiendas parciales de los de Otxandiano, que en otros casos conocidos –Nafarroa, España– han sido más bien poco ambiciosas y posibilistas. Nada que ver con el discurso del giro de 180o que recetan a los vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Pero no hay que perder la esperanza en que practique una oposición útil y no solo una de marketing. Bastará con que asuma que, desde esa bancada, no se gobierna ni se elaboran presupuestos.