Qué manera de sufrir. Y qué manera de resistir. Esta Real tiene algo, no se sabe muy bien qué, que le diferencia de versiones anteriores. Su partido de anoche en Eindhoven, exactamente el mismo, lo habría perdido con todas las de la ley hasta hace solo un par de años. Ayer, sin embargo, empató y estuvo cerca de ganar. Acreditó espíritu de supervivencia en una gran plaza europea para superar el potente arranque del PSV. Mostró madurez para remontar, cuando encajó el 1-0 habiendo pasado lo peor. Tuvo sus fases de muy buen fútbol, las que precisamente le ayudaron a voltear momentáneamente el marcador. Y se rebeló en el tramo final ante esas adversidades que se le multiplicaron: principalmente las lesiones propias y el renovado empuje de un rival con mayúsculas. Fue una gran noche de fútbol en Eindhoven. Focos a pleno rendimiento. Césped húmedo. Hinchadas apretando, incluida la blanquiazul. Y la Real compitiendo con todas las de la ley. Se trajo un rico botín.
Y eso que la velada no arrancó bien para el equipo txuri-urdin, que durante el calentamiento perdió por lesión a David Silva. Imanol reaccionó introduciendo en el once a Guevara para relevar al canario, matizándose con el vitoriano la tercera novedad de la alineación respecto a Cádiz. Entraron Zaldua y Januzaj en detrimento de Gorosabel y Portu. E ingresó también Zubimendi sustituyendo al propio Silva, ya no a Guevara como había planeado de inicio Alguacil. El oriotarra, en cambio, sí pudo ejecutar sin contratiempos su idea respecto a la banda derecha. La modificó entera, arriesgando en cierto modo. Situó al extremo belga en el ala fuerte de los ataques del PSV, la de Max y Gakpo, aportando a la zona un toque algo más conservador con Zaldua cubriéndole las espaldas. Y la combinación se saldó con sufrimientos en defensa y alegrías ofensivas. Un sabor agridulce. Porque la Real se marchó al descanso ganando gracias a dos acciones cocinadas en el sector, con buenos centros del lateral donostiarra. Pero su rival fue muy consciente de por dónde tenía que atacar ante semejante contexto, logrando desde la zona el definitivo 2-2.
problemas en la presión
Buen resultado, en cualquier caso, para los blanquiazules, que saltaron al césped con la intención de ser fieles a sí mismos y apretar más bien arriba a su rival, antes de ver cómo el PSV se las arreglaba durante los primeros minutos para burlar el 4-4-2 que planteó Imanol en su bloque medio-alto. El equipo de Eindhoven enganchaba por dentro cuando los guipuzcoanos le presionaban con Guevara situándose en paralelo a Isak, y enganchaba por fuera si Oyarzabal se animaba a saltar a por un central. Además, el conjunto neerlandés ahogaba con su vigor las jugadas en corto de una Real sin apenas salida, lo que terminó de dibujar un cuarto de hora inicial para echarse a temblar. Nada que no se pudiera esperar, por otra parte.
Pasó la tormenta porque Remiro rechazó en brillante intervención un buen disparo de Zahavi. Porque era imposible que el PSV aguantara semejante ritmo durante un tramo excesivamente prolongado. Y también porque Imanol empezó a maniobrar desde el banquillo, coincidiendo en el tiempo con un larguerazo de Januzaj tras buena carrera diagonal. El entrenador realista ya había ordenado a Guevara dejar de situarse en primera línea para defender, quedándose el centrocampista con uno de los pivotes locales. Y esto, sumado a la posición ya inicial de Oyarzabal y Januzaj en bloque medio-bajo, ambos bastante centrados, ofreciendo la salida por banda, relegó definitivamente a los neerlandeses a jugar por fuera, con lo que la Real consiguió cortar una primera vía de agua. Ocurría, sin embargo, que también había que amenazar. Y los txuri-urdin lo hicieron desde la clara directriz que el míster le dio a Zubimendi mediada la primera parte. El donostiarra pasó a incrustarse entre centrales para dar salida al balón, lo que proyectó a Zaldua y Aihen y permitió a los extremos enredar a la espalda de los centrocampistas del PSV. La idea dio resultado, porque el equipo comenzó a filtrar envíos interiores con Oyarzabal, Januzaj e incluso Isak como destinatarios, hurgando donde hace pupa.
el primer gol
Paradójico: con la situación controlada y los sufrimientos del arranque casi olvidados, llegó el 1-0, en una de esas jugadas en las que la Real permitía al adversario salir por banda. El lateral Max centró al área a casi 40 metros de la línea de fondo, de forma inocente, para que Le Normand despejara sin agobios el balón hacia atrás en el segundo palo. Sin embargo, alguien debió avisar al galo, quizás Remiro o el mismo Aihen, de que el lateral navarro también había acudido a despejar. Algo falló en cuanto a comunicación y Madueke recibió solo el rechace para encarar. Remiro palmeó su centro y Götze marcó a puerta vacía. 1-0 y a remar. Menos mal que comprobamos entonces de qué pasta está hecha esta Real. No se descompuso. Siguió intentando hacer lo que venía ejecutando. Y encontró el premio a las primeras de cambio, en una jugada que arrancó con Isak recibiendo entre líneas, tal y como se les había visto durante los minutos previos a él y a sus compañeros de ataque. Centró Zaldua y machacó Januzaj, muy poco antes de que el lateral donostiarra, aprovechando una buena maniobra previa de Merino, le pusiera en bandeja el 1-2 al delantero sueco.
Los primeros minutos de la segunda parte supusieron una mera continuación de lo visto en el tramo final de la primera. Envalentonada por su ventaja, la Real adelantó algo su presión y ofreció la sensación de poder seguir explotando los caminos que había encontrado. Pero lo mismo pensó el PSV de su idea ofensiva, esa que justo antes del intermedio ya había puesto el foco de forma descarada en la zona de Januzaj y Zaldua. Por ahí caía Boscagli para ejercer de tercer central. Por ahí ganaba altura Max. Y por ahí se movía también Gakpo, indetectable, buscando siempre la espalda de Zubimendi para recibir. Los de Schmidt le encontraron. Reforzaron su entramado pegando a la cal a Götze, uno más para la fiesta. Y el alemán les condujo al empate con un caño a Zaldua y una fenomenal asistencia al mismo Gakpo. Quedaba más de media hora y el partido amagó con volverse loco.
Fue un tramo de encuentro sin ocasiones muy claras. Pero los unos se lanzaron a por el cuello de los otros, con transiciones, idas y venidas, y un descontrol tan peligroso como prometedor que terminó cuando llegó el carrusel de cambios, lesiones y molestias físicas en la Real. Le Normand fue sustituido con problemas en la cadera. Zaldua, con calambres. Y al recién ingresado Zubeldia tuvieron que coserle la cabeza, justo antes de que Imanol cambiara a defensa de cinco, con Pacheco como central zurdo (primero fue lateral) y el debutante Cristo Romero en el carril. Pareció que la variante le metía algo de cloroformo a la contienda, algo decaída por momentos, pero aún faltaba el último arreón. Es decir, una oportunidad del local Teze con todo a favor tras gran envío de Gakpo, ya al filo del 90. También un disparo al palo del propio lateral del PSV, en el descuento. Y, para terminar, el mano a mano fallido de un exhausto Mikel Oyarzabal, tras pifia monumental de Boscagli en el intento de cesión a su portero. Pudo ser mejor y también pudo ser peor. Quedó la cosa en empate, en uno de esos empates que saben más bien que mal. Jugará mejor o peor. Pero esta joven y a la vez madura versión de nuestro equipo puede presumir de una virtud que no se paga con dinero: sabe mantenerse en pie.