Más de una vez nos habremos descubierto a nosotros mismos mirando el envase de un producto con la fecha de consumo ya pasada mientras nos preguntamos: "¿Me pasará algo si me lo como?". Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta la diferencia que hay entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente, como explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
Por un lado, la primera hace referencia a aquellos productos que son perecederos y que, al ser necesario consumirlos en periodos cortos de tiempo desde la compra, hacerlo después de la fecha indicada puede suponer un riesgo microbiológico debido a la posible existencia de bacterias patógenas. Así, en esta categoría se incluyen alimentos como las carnes y los pescados frescos.
Sin embargo, podemos conseguir alargar el tiempo en el que es seguro consumirlos si los congelamos antes de que llegue dicha fecha. Aun así, es importante recordar que una vez descongelados tendremos que comerlos en menos de 24 horas para evitar ese riesgo microbiológico.
Por otro lado, la fecha de consumo preferente se aplica a los alimentos duraderos y que, microbiológicamente hablando, son más estables. Es decir, son aquellos productos que, aunque pueden perder algunas de sus propiedades o ver alterado su sabor u olor, por ejemplo, no presentan un riesgo para la salud si se consumen: simplemente disminuye su calidad.
En este sentido, nos estamos refiriendo a que alimentos como la bollería, el aceite, el embutido y el queso curado o las bebidas vegetales podremos ingerirlas tres meses después de que la fecha de consumo preferente haya pasado. Es más, otros productos como las legumbres secas, el arroz, el café, la harina o los chocolates en tableta podrán consumirse incluso un año después.
En caso de las frutas y verduras, la OCU asegura que la mejor forma de juzgar si siguen siendo seguras es nuestro propio juicio: recomiendan que si su aspecto, sabor, textura y olor parecen normales y no muestran signos de estar en mal estado, podremos consumirlas. Eso sí, es importante que retiremos tanto las partes podridas o enmohecidas como las que lo rodean.
En definitiva, mientras que la fecha de caducidad indica cuándo la ingesta de un producto deja de ser segura, la de consumo preferente simplemente nos señala que, a partir de ese momento, el alimento solo perderá algunas de su propiedades originales, siempre y cuando hayamos almacenado correctamente el producto.
No cumplir con las recomendaciones del fabricante sobre cómo preservar los alimentos, como en el frigorífico o en un lugar fresco y seco, puede hacer que estos se estropeen antes de tiempo. Además, una vez abierto el envase, las fechas que indican hasta cuándo podemos consumirlo dejan de tener validez y tendremos que hacerlo lo antes posible para evitar que estos se pongan en mal estado.
De esta forma, es posible que, aunque no hayan vencido las fechas de caducidad o de consumo preferente el producto tenga un aspecto, un sabor o un olor raro, por lo que lo más seguro es no ingerirlo para evitar intoxicaciones, las cuales todos somos susceptibles de padecer.
Además, otro aspecto importante a tener en cuenta antes de ingerir un alimento cuya fecha de consumo preferente ha vencido es quién va a hacerlo. Es decir, como informa la OCU, las mujeres embarazadas, los niños pequeños, las personas inmunodeprimidas o los ancianos son más propensos a que les afecte la listeria en caso de que esta se haya desarrollado en el producto, algo que es raro que ocurra en adultos sanos.