Las redes sociales imponen en muchas personas, sobre todo en los jóvenes, una fuerte presión social por no perderse ningún plan y, sobre todo, por mostrarlo al resto. Esto ha derivado en lo que se conoce como el síndrome FOMO o miedo a perderse las cosas, lo que obliga a quien lo sufre a estar permanentemente conectado a la red.
Los más jóvenes son los que sufren con más frecuencia el miedo a perderse algo, ya que son los que más tiempo pasan conectados a las redes sociales. Según revela un estudio, 3 de cada 10 personas con edades comprendidas entre los 13 y los 34 años han experimentado alguna vez esta sensación y, generalmente, ocurre cuando ven que sus amigos hacen cosas a las que ellos no están invitados.
Estar siempre pendientes de las redes va a generar una ansiedad social al pensar que los demás están viviendo experiencias gratificantes y divertidas sin nosotros. Saber que los otros tienen un plan mejor que el nuestro hace que nos castiguemos pensando que nuestra vida es menos interesante que la suya y, llevado al extremo, nos acaba mortificando.
Llegados a este punto es necesario recordar que las idílicas vidas que se presentan en redes sociales no son ni mucho menos reales al 100%. Los usuarios reflejan en sus publicaciones su faceta más glamurosa obviando esa otra parte de su vida quizás nada envidiable para el resto.
JOMO para desconectar y reconectar
Dentro de este mundo hiperconectado y frente al FOMO encontramos el JOMO (Joy of Missing Out) o el placer de perderse las cosas, una tendencia que comienza a ganar terreno y que según señala la doctora Ángeles Esteban, directora del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea, "a nivel psicológico parece una forma más saludable de vivir”.
“El FOMO ha sido una tendencia creciente que observábamos en consulta. De la mano de las redes sociales, las personas, especialmente en la adolescencia y adultos jóvenes han visto y vivido con su vida privada puesta en un escaparate.
En consulta he podido escuchar repetidamente a personas, especialmente jóvenes, que comentaban que, si no lo ponían en Instagram, no existía”, señala la doctora. El FOMO provoca ansiedad al no poder asistir a eventos sociales o no poder utilizar el móvil, y puede llegar a derivar en inseguridades, problemas de sueño o baja autoestima.
El lado oscuro del JOMO
Tras el boom de los casos de FOMO se abre camino el JOMO, un término completamente opuesto que enfoca a las personas a comprometerse únicamente con aquellas actividades que les brinden bienestar y que consideren importantes. Es una forma de priorizar el autocuidado y la autenticidad en lugar de sucumbir a la presión social de estar constantemente conectados y participando en todo.
Sin embargo, esta nueva tendencia que aparentemente se postula como beneficiosa, también puede tener su lado oscuro. El JOMO mal entendido o en personas con tendencia al aislamiento social puede favorecer su patología o dificultad. Ángeles Esteban explica que “lo importante no es la conducta en sí, sino el por qué y para qué la realiza la persona”.
Para evitar que el JOMO conduzca al aislamiento, es fundamental que la persona se implique en aquellos planes que sienta que son importantes para ella y hay que tener en cuenta que no todo es blanco o negro y no hace falta pasar de todos los planes a ninguno.
“El JOMO puede ser muy saludable si se realiza de una forma adecuada y coherente a las necesidades y valores de la persona. Una forma de entenderlo bien es aquella que invita a la persona a publicar exclusivamente el contenido que le apetece compartir, sin sucumbir a la presión social o a la necesidad de mostrar un escaparate de sí misma que poco se corresponde con su realidad”, señala la experta.
Como conclusión, conforme tomamos conciencia del alto precio que estamos pagando por estar siempre conectados, la desconexión digital gana terreno. Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos deben resultar útiles y hacernos sentir bien.
Si sobrepasan esa barrera de la utilidad y del placer y nos suponen una esclavitud, lo mejor es bajarse del carro y darnos el lujo de apagar el teléfono. Ahora lo in ya no es estar siempre disponible, sino desconectarse y reconectarse cuando a cada uno le convenga.