A menudo, en el día a día, nos enfrentamos a hechos o presenciamos situaciones de muy distinta índole para cuya resolución generalmente apelamos al sentido común. Pero, ¿sabemos exactamente qué es? Aunque hay numerosos intentos de definirlo, es difícil encontrar una respuesta única.
Entre los diccionarios más prestigiosos, el de la Real Academia Española (RAE) define el sentido común como la “capacidad de entender o juzgar de forma razonable”; el de Cambridge, como “el nivel básico de conocimiento práctico y criterio que todos necesitamos para ayudarnos a vivir de una manera razonable y segura”, y el de Oxford, como una “comprensión ordinaria, normal o promedio sin la cual un hombre sería tonto o loco”.
La ciencia, por su parte, cuestiona la fiabilidad y la universalidad de este término. Considera que es subjetivo y culturalmente variable, está lleno de sesgos cognitivos y se basa en experiencias limitadas.
Sensatez e inteligencia
Solemos referirnos al sentido común como la sensatez aplicada a cuestiones prácticas, algo que hace que las personas sean razonables y tomen decisiones basadas en la experiencia, una especie de inteligencia práctica que permite a las personas desenvolverse en la vida diaria sin necesidad de contar con unos conocimientos especializados.
Sin embargo, si el concepto de sentido común resulta difícil de definir es en parte porque damos por hecho que al vivir experiencias parecidas todos extraemos de ellas las mismas conclusiones y a la hora de la verdad no hay nada que nos garantice que esto es así.
Frente a esa creencia de universalidad, lo cierto es que lo que se considera sentido común en una sociedad puede no serlo en otra. Este concepto puede variar según la cultura, la educación, las reglas sociales, la familia, el entorno o las experiencias personales de cada uno.
En este sentido, además, se corre el peligro de que en nombre del sentido común no se cuestionen verdades popularmente asumidas por una sociedad aunque no sean correctas.
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Las personas con sentido común suelen ser sensatas, empáticas y humildes.
¿Por qué unos tienen más y otros menos?
El hecho de que una personas pueda tener más sentido común que otra puede depender de factores como la experiencia o el aprendizaje. Quienes se han enfrentado a más situaciones en la vida suelen desarrollar un mejor sentido común porque han aprendido de sus aciertos y de sus errores.
Aunque el sentido común no depende directamente del nivel de estudios, la educación también ayuda a mejorar el pensamiento crítico y la toma de decisiones. Además, la forma de ser de la persona también influye: mientras unas personas son más reflexivas y analíticas, otras son más impulsivas y distraídas, lo que puede afectar a su capacidad para aplicar el sentido común.
Rasgos personales
Las personas a las que se les presupone un sentido común suelen compartir una serie de características que les permiten tomar decisiones acertadas en la vida cotidiana. Son personas con un pensamiento lógico y práctico que analizan las situaciones de forma objetiva y buscan soluciones razonables.
Tienen una gran capacidad de observación y, al estar atentas a su entorno, aprenden tanto de su experiencia propia como de la ajena. Son empáticas, comprenden las emociones y las necesidades de los demás, lo que les ayuda a actuar con sensatez en distintas situaciones.
Tienen flexibilidad mental, no se aferran a ideas rígidas y saben adaptarse a los cambios. Son prudentes y evalúan los riesgos antes de actuar, evitando así tomar decisiones de forma impulsiva. Además, son humildes a la hora de aprender, reconocen que pueden equivocarse y están dispuestas a corregir sus errores.
En definitiva, aunque el sentido común sea un término vago, no hay duda de que se trata de un conjunto de habilidades muy útiles para el día a día, ya sea como dice su nombre, o no, el más común de todos los sentidos.