Los 27 han aprobado han aprobado de forman definitiva el polémico reglamento que prohíbe vender nuevos coches de gasolina, diésel o híbridos en toda la Unión Europea a partir de 2035 después de que Alemania levantara su veto. La norma, que incluye una cláusula de revisión en 2026, recoge una excepción para los vehículos que circulen únicamente con combustibles sintéticos (los llamados e-fuels), que no son altamente contaminantes como los actuales.
Con la electrificación de los coches a todo gas gracias a los fondos europeos, la duda está ahora en si la industria automovilística europea es capaz de asumir este reto y de si la industria petroquímica está preparada para fabricar gasolinas sintéticas a precios competitivos y razonables para todos los bolsillos.
Las gasolinas sintéticas pueden ser una solución en el marco de los motores de combustión ante el auge el coche eléctrico, pero tienen tanto ventajas como inconvenientes.
Para empezar la gasolina sintética (y también el gasóleo sintético) está considerada como climáticamente neutra y es vista como una alternativa para seguir quemando combustible sin incurrir en las emisiones de dióxido de carbono que contribuyen al efecto invernadero. Además, puede ser utilizada por cualquier motor de combustión de los que utilizan los coches actuales y se podría repostar en la red de gasolineras ya desplegada.
Son más sostenibles que los actuales, se fabrican a partir de CO₂ reciclado y aunque su precio actual es muy alto dado su carácter experimental, podría ser competitivo en un futuro no muy lejano.
De momento sólo hay algunos coches, y de alta gama, que utilizan esta gasolina y llenar un depósito con este combustible experimental supone pagar un precio desorbitado, probablemente de más de mil euros, aunque los principales grupos fabricantes están investigando estos combustibles. Directivos de Porsche, una de las marcas que más apuestan por esta solución, están acelerando a marchas forzadas su producción y sostienen que en un futuro podría situarse en el entorno de los 2 o 3 euros el litro, casi el doble que el precio actual.
A diferencia de los combustibles fósiles, se producen sintéticamente, mediante procesos químicos y físicos que emplean aire, agua y energía renovable. La clave de estos procesos es que se utiliza CO₂ capturado del aire, pero en menor proporción del que se emite en su combustión. Con ello logra respetar el objetivo de la UE de que para 2050 su huella de carbono sea nula.
Los detractores destacan, sin embargo, que la gasolina sintética libera altas dosis de óxido de nitrógeno y partículas cancerígenas y que los ciudadanos de la UE estarían condenados a respirar aire tóxico durante décadas.
El precio es el gran escollo para su producción a gran escala. De momento es solo una solución para ricos. El proceso de elaboración de los combustibles sintéticos, por su complejo sistema de producción, consume mucha energía y por eso aún son muy caros.
La federación europea Transport & Environment (T&E) asegura por su parte que llenar un depósito medio de un coche con este tipo de carburante, unos 60 litros, costaría unos 230 euros. En cualquier caso el precio irá paulatinamente descendiendo y vendría determinado por una producción a gran escala.
La petrolera española Repsol tiene en marcha un proyecto estratégico de investigación, en colaboración con Aramco y Petronor, para crear una planta para fabricar estos combustibles al que piensa dedicar un presupuesto de 103 millones de euros.
Pero si llenar el depósito con este combustible dentro de una década cuesta entre 230 y 400 euros será un lujo para unos pocos y un acicate para el coche eléctrico.