Sin guardar ya cuarentenas, sin bajas laborales, sin pruebas diagnósticas para los casos leves, en estos instantes, uno de cada tres europeos es libre de usar mascarilla o no en espacios cerrados. Aunque en el continente hay un poco de todo, fundamentalmente existen tres grupos principales. Aquellos lugares donde no se usa para nada la mascarilla en interiores son Finlandia, Dinamarca y Suecia, en el norte y Bulgaria, Hungría y Rumanía en el este. Los últimos dos países decidieron poner fin a la obligación del cubrebocas casi al mismo tiempo: 7 y 8 de marzo, sin ninguna excepción.
Además existe otro paquete de naciones donde el cubrebocas solo es necesario para el transporte público, los hospitales y las residencias de ancianos. En este grupo se engloban países como Francia, con más de 100.000 contagios diarios, o Alemania con una media diaria de 200.000 infecciones, Países Bajos y Suiza.
Desde el 8 de marzo, en Bélgica, por ejemplo, las mascarillas solo son obligatorias en el transporte público, los hospitales y las residencias de mayores, por lo que su uso deja de exigirse, por ejemplo, entre el personal de la restauración, los alumnos de Secundaria y los clientes de las tiendas.
La mascarilla sigue siendo obligatoria en interiores en doce países, menos de la mitad de los que componen la UE. Con la salvedad de que Italia decidió suprimirla el pasado viernes 1 de abril, y Portugal estudia hacerlo en los próximos días.
EE.UU. también se ha sumado a esta lista de desertores del tapabocas. Desde principios de marzo, Nueva York dejó de exigirlo en su sistema educativo público, el más grande de EE.UU., y eliminó la prueba de vacuna para acceder al interior de restaurantes, teatros u otros espacios.