La localidad de Antoñana ha sido un espacio clave para el programa Águila Bonelli, cofinanciado por Europa, dirigido por la entidad Grefa y con una importante implicación y participación de la Diputación Foral de Álava. Y es que, desde allí, en unos riscos cercanos al Centro de Interpretación de la Vía Verde del Trenico, se han ido liberando ejemplares de esta rapaz, hasta completar un total de 18 pollos.
Testigos excepcionales de esa actividad y colaboradores del programa han sido Paz Azkona y Carmelo Fernández, que han tendido la suerte de poder seguir su evolución, los éxitos y fracasos de esta iniciativa con la que se quiere hacer volver a este territorio a estas aves, que prácticamente habían desaparecido de la zona.
Gracias a ese seguimiento, Paz Azcona y Carmelo Fernández han ido contando puntualmente los avatares de las aves y en el último boletín que edita la Junta Administrativa de Antoñana que preside Esteban García Campijo han realizado un balance de los resultados de las sueltas.
Cuentan que, en conjunto, entre 2015 y 2019, dentro de los Proyectos LIFE-Bonelli y Aquila a-LIFE, se introdujeron en Kanpezu 18 pollos: diez procedentes del centro de cría de la UFCS/LPO en Vendée (Francia); otro del centro de cría de J.C. Morgues en Algére (Francia); cuatro nacidos en el GREFA de Madrid; y los tres restantes extraídos de nidos de Andalucía y cedidos amablemente por la Junta de Andalucía (dos procedentes de Málaga y uno de Granada).
Uno de los pollos (Istora) fue depredado por carnívoros y no llegó a dispersarse. El emisor de Huntza dejo de funcionar a los pocos días de vuelo. Otro (Ikatz) murió por inanición durante la dispersión juvenil y los 15 restantes llegaron a dispersarse, asentándose preferentemente por el valle del Ebro (Navarra y Aragón), pero llegando algunos hasta la cuenca del Duero (Castilla y León), el valle del Tajo (Toledo), Asturias, Extremadura, Andalucía, Portugal y Francia.
Añaden en su balance que cinco de los pollos liberados se han reclutado en territorios de Álava: Amaia en Toloño y primero Soila, luego Izki y, por último, Soraia y Leo, en Kanpezu. Solo estos dos últimos han conseguido reproducirse, obteniendo un pollo (Zélie). De Amaia se perdió la señal del emisor y aunque después se le volvió a ver, desconocemos su paradero.
En cuanto a las causas de los decesos sabemos que cinco de las águilas murieron electrocutadas (Oteo, Korres, Ega, Luma y Xirimiri), cuatromurieron por competencia con otras águilas (Soila, Izki, Elurra y Leo) y otra por intoxicación (Indar). En la actualidad quedarían cinco águilas vivas: la mencionada Amaia, a la que se le estropeó el emisor en 2020; Gaube, que fue recogido con una luxación y no pudo ser reintegrado a la naturaleza, por lo que se encuentra en un CRFS de La Rioja; Iber, que ya tiene 5 años y está asentada en Francia; Ioar, que tiene 4 años y está sedimentada en Zaragoza, y Soraia que se encuentra en Kanpezu, acompañada por Hegoi. A ellas habría que añadir a Zélie, el polluelo de Soraia y Leo, que en su segundo año de vida está moviéndose por el valle del Ebro y muy de vez en cuando visita su territorio natal.
Paz Azkona explica que parece un saldo escaso, pero la mortalidad natural del Águila de Bonelli es muy elevada, incluso entre los ejemplares silvestres (con un 50% de mortalidad en el primer año de vida, un 25% en el segundo y un 10% anual entre los adultos).
Por eso, la recuperación de una pareja territorial en Kanpezu representa todo un éxito para la especie, por lo que va a suponer de punto de referencia y polo de atracción para otros ejemplares divagantes que puedan moverse por el norte de la Península.