El escultor Rafael Huerta (Bilbao, 24-12-1929), gran dibujante y buen conocedor del arte clásico, reconocido por su realismo, consiguiendo plasmar figuras plenas de humanidad en todas sus creaciones, y entre cuyas obras destaca el Monumento al Encierro de Pamplona, falleció el pasado 21 de diciembre en Valencia a los 93 años de edad.
Huerta estaba muy ligado a Navarra, donde residía y donde ha realizado buena parte de su obra. Asimismo, ejerció de profesor de modelado y vaciado, primero en la Escuela de Artes y Oficios de Corella, y después en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona/Iruña, de la que fue director. Artista figurativo, se le engloba en la generación de escultores de la llamada nueva escultura ligada a la modernidad.
Comenzó su aprendizaje con su padre, Moisés Huerta, culminándolo en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Entre sus obras en Navarra destacan las esculturas urbanas Rebotando del revés, en Etxabakoitz (1990), que representa a un jugador de cesta punta; el busto de Nicasio Landa colocado en los jardines del Hospital de Navarra (1999); el Monumento a José Joaquín Arazuri (2002), y su obra más famosa: el Monumento al Encierro.
Esta obra representaba al principio a dos corredores y un toro (1994), pero se amplió posteriormente, hasta recrear en 2007 un tramo de la carrera con unos corredores delante de los astados, otros caídos incluido el autorretrato del propio escultor y dos más que corren a la derecha de los toros, mientras avanza la manada. El conjunto, realizado en bronce, mide once metros de largo y cuatro de ancho y sigue fielmente el boceto que acaba de ingresar en el Museo de Navarra.