Ni una biografía ni un testimonio sobre su enfermedad, eso sí, Ray Loriga ha prestado a los personajes de su nueva novela, Cualquier verano es un final, algunos de sus “males” para construir un relato sobre la “amistad bien entendida”, la que da libertad a un amigo para decidir cómo y cuándo morir porque “poder morir en todo lo álgido es un sueño”.
Tras 30 años de carrera literaria, y tras superar hace más de dos años un tumor cerebral del tamaño de una “pelota de golf”, Loriga (Madrid, 1967) regresa con esta novela (a la venta el 12 de enero) cuyo germen nació en la planta de neurología donde estuvo ingresado y donde llegó a la conclusión de que si “salía de esas” era el libro que le apetecía escribir.
Y lo que le ha apetecido es desarrollar una historia en la que tres personajes -Yorick, Luiz y Alma- dan una lección de lo que para Loriga es la amistad “bien entendida”: “es como unos lazos de seda muy suaves que acercan pero no atan. Me gustaría que eso se vea en el libro, la sensación de que el amor y la amistad conciben grandes márgenes de libertad”.
Un concepto digno de los grandes románticos que en la literatura de Loriga se convierte en un testimonio regado de humor sobre las relaciones humanas, un estudio sociológico sobre la generosidad de la amistad ante una situación límite, la de ver cómo un amigo decide morir en un momento de su vida donde reina la felicidad.
Porque, ¿por qué no?, y así lo cuestiona el escritor a través de Luiz, esa suerte de semi Dios que decide morir en un centro de muerte asistida en Suiza y al que Yorick, una suerte de alter ego del autor, adora y venera.
“Eso es lo que les une a los dos, pensar que si se murieran ahora mismo la vida hubiera sido bien, morir antes de que te pase nada horroroso. Esto es un sueño, poder morir en todo lo álgido, en el momento feliz, que muchas veces no es un momento de triunfo, sino de paz, de estar a gusto”, ha aseverado.
Y gracias al personaje de Yorick, Loriga también ha llegado a la conclusión, “con frialdad, tranquilidad y hasta un poco de buen humor”, de que la muerte es “vulgar”, porque es algo que le pasa a todo el mundo, pero “lo malo es el sufrimiento y la agonía” cuando le sucede a uno mismo, ya que para Loriga la muerte de los seres queridos es “un dolor tremendo”. “La muerte propia no duele tanto”, ha matizado dejando ver en su cara una sonrisa irónica que evita dar juicios, como lo hace en su novela, sobre la muerte asistida y el derecho a morir.
La misma ironía mezclada con retranca con la que ha confirmado que por eso Cualquier verano es un final no es “ni una autobiografía ni un testimonio de una enfermedad”, sino un relato en el que ha “prestado” a Yorick algunos de sus males y a Luiz algunos de sus “sueños”.
“A los personajes no los puedes dejar vacíos, porque los dejas huerfanitos”, ha añadido el autor también de Lo peor de todo sobre estos dos amigos a punto de abandonar la juventud que sentencian con sus peripecias que en el amor anida la “idealización” y que elegir amigos es un hecho “caprichoso”, “no pones anuncios en los periódicos buscando perfiles, te vas encontrando a gente y con alguno haces click”. A caballo entre Madrid, Lisboa (donde vive Luiz) y Suiza, el libro cuenta también con un tercer personaje , Alma, una mujer a la que también ama y que se convierte en la parte más lógica y racional de la obra.