El capitán de la Real marca de penalti y asiste a Rafael Alcántara contribuyendo de manera decisiva en la victoria del conjunto blanquiazul
Javier Bardem protagonizó uno de los momentos más emocionantes, junto a Blanca Portillo, en la gala de los Goya que tuvo lugar en la noche del sábado. El actor canario recibió el premio al mejor actor protagonista por su papel en el Buen Patrón, dirigida por Fernando León de Aranoa, que también saboreó las mieles del triunfo como mejor director. Una noche para el recuerdo para esta producción española que cuenta la historia de Julio Blanco, un carismático propietario de una empresa al que todo se le pone en contra cuando la obtención de un premio local a la excelencia empresarial parece al alcance de la mano. Las posteriores palabras de Bardem hicieron que el Palau de les Arts de Valencia se emocionara, sobre todo al recodar a su madre, Pilar Bardem, fallecida en julio de 2021. También a la Real se le había empezado a torcer el rumbo después de un arranque de temporada para enmarcar y en la que los elogios no paraban de llegar. Ayer, la Real no es que consiguiera emocionar a su hinchada. De hecho, estuvo lejos de conseguirlo. El único que consiguió hacer feliz al respetable fue Mikel Oyarzabal, autor del gol que abrió el camino de la victoria y de la asistencia a Rafinha, contribuyendo de una manera decisiva en el triunfo del equipo blanquiazul ante el Granada.
A Mikel Oyarzabal, tampoco esta vez, le tembló el pulso desde los once metros. Maximiano, como muy pocos porteros consiguen hacer, sí le adivinó la intención, pero no llegó ni a tocar el balón impulsado por el capitán de la Real que celebró el tanto por todo lo alto, como la afición que se congregó en Anoeta. El 10 hizo feliz a una afición necesitada de alegrías después de la decepción que, por ejemplo, supuso la eliminación de la Copa del Rey a manos del Betis de esa manera tan dolorosa. Oyarzabal, una vez más, tomó la responsabilidad y no falló para felicidad de una hinchada que volvió a entregarse a la causa como si la vida le fuera en ello.
Fue el 10 el que lideró buena parte de las jugadas de ataque del equipo de Imanol. Oyarzabal ejerció de protagonista absoluto, un papel que le va como anillo al dedo. No solo por el gol, que por supuesto, sino también por ese pase atrás en la jugada del segundo tanto de la Real, el que certificó la victoria del equipo blanquiazul. El capitán no se puso nervioso. Nunca lo hace. Miró atrás y vio solo a Rafael Alcántara, que llegaba como un expreso. Pase atrás de manual para que el brasileño pusiera el 2-0 en el electrónico. Misión completada para un futbolista que es santo y seña de esta Real. Anoeta volvió a explotar de alegría.
A falta de seis minutos para el final, Imanol entendió que era el momento de darle un respiro, quizá pensando en el partido de este próximo jueves ante el Leipzig en tierras alemanas y en el que tanto se juega la escuadra blanquiazul. La ovación de la grada fue de esas que no se olvidan. Salió por el lado contrario y su caminar hacia el banquillo fue lo más parecido a un baño de masas. Los aficionados más cercanos al verde no dudaban en agolparse al muro que separa las butacas del césped para brindar la merecida ovación al capitán blanquiazul que no dudó el devolver los aplausos a la grada después de otra actuación digna de mención. El reconocimiento que muchos le niegan fuera lo tiene en casa. ¿Cómo se va a querer ir de la Real Sociedad?
El 10 hizo feliz a una afición necesitada de alegrías tras la decepción de la eliminación de la Copa y que le ovacionó cuando fue cambiado