A Ion Urrestarazu, fiel seguidor de la Real que vive en Sevilla, se le sigue poniendo "la carne de gallina" cuando rememora un fin de semana "inolvidable"
No pudo estar en La Cartuja, como hubiera sido el sueño de la inmensa mayoría de la afición blanquiazul, pero Ion Urrestarazu vivió muy de cerca la consecución de la Copa del Rey. "Si no llega a ser por la pandemia, no hubiera podido vivirlo como lo hice", reconoce este seguidor txuri-urdin que vive en Sevilla. Él fue el encargado, por ejemplo, de decorar el comedor del hotel donde comía el equipo con las bufandas de diferentes peñas. Además, pudo hacerse fotos con los jugadores a la salida del hotel, e incluso fotografiarse con la Copa el día después. "Esa foto la tengo enmarcada en mi casa", confiesa. Tuvo la suerte de estar en contacto con el trofeo en dos ocasiones, dentro del hotel, y también fuera: "Estábamos ocho o nueve aficionados fuera y cuando los jugadores ya salieron para subirse en el autobús, le dije a Aperribay que a ver si era posible que bajara la Copa un momento y que la pudiera ofrecer a los aficionados que estábamos allí. Lo hizo y aquello fue una locura", rememora.
"Parece que ha pasado un montón de tiempo, pero, en realidad, no ha pasado tanto. Costó tanto que llegara esa final que había muchas ganas de vivirla", reconoce. Los recuerdos, como no podía ser de otra manera, "son los mejores", hablando incluso desde un punto de vista egoísta. "La pandemia trajo consigo que no hubiera público. Estaba restringido el movimiento entre provincias y ciudades, con lo que no vino prácticamente nadie", recuerda. Eso hizo que este fiel seguidor de la Real viviera esa gesta de una manera "muy cercana", algo que "no lo hubiera podido vivir así en una situación normal", considera Urrestarazu, que se convirtió, por decirlo de alguna manera, en uno más dentro de la comitiva de periodistas que se desplazó hasta Sevilla, con los que vivió "el poco ambiente futbolero" que había ese día en Sevilla. Luego, cuando la hora del partido se acercaba, se marchó a su casa para ver el duelo en compañía de su mujer, Irene. Andoni, su pequeño, ya estaba dormido. "Estaban restringidas las reuniones y cada uno lo vivimos desde nuestra casa, desde nuestra guarida", señala.
Reconoce haber estado "tranquilo" durante toda la jornada, pero en el momento en el que empezó el partido, "sientes el vértigo ese del miedo a perderlo", una sensación que "duró poco", confirma. "En el partido, sin ser del todo espectacular, hubo tan poca oposición, la Real controló el partido de tal manera, que una vez que marcó el gol, esos nervios iniciales desaparecieron del todo. Apenas nos estaban creando peligro y el partido estaba controlado", subraya. Cuando Oyarzabal acertó desde el punto de penalti, Ion se vio "ganador", aunque quedaba "mucho partido por delante". También sintió "orgullo" porque "yo ya podía decir que había visto a la Real marcar en una final y eso ya no me lo iba a quitar nadie". Y cuando sonó el pitido final llegó "la explosión de alegría y de ilusión". Todavía se emociona cuando habla de aquel día. "Es que han sido muchas vivencias al lado de la Real. Había oído tantas veces hablar al aita de la Liga de Gijón y de otras explosiones que habían vivido, que a mí se me saltaron las lágrimas", confiesa. "Eran lágrimas de alegría, de orgullo", puntualiza este incondicional blanquiazul.
De todo lo vivido de aquel inolvidable fin de semana, Ion se queda con los instantes posteriores a la conclusión del encuentro, con las conversaciones con sus seres más queridos. "Tienes esa sensación de que lo has conseguido y te pones a hablar por teléfono, a mensajearte, a hablar a los más íntimos. Son minutos en los que quieres hablar con todo el mundo y compartir tus sensaciones", sostiene.
"Había oído tantas veces a mi aita hablar de lo de Gijón, que esa noche se me saltaron las lágrimas"
Ion Urrestarazu
Seguidor de la Real