El nuevo Barcelona, el de las palancas, fue demasiado rival para una Real que aguantó bien hasta que le fallaron las fuerzas. Cuando se atraviesa o se cae en una grave crisis, unos dan con sus huesos en Segunda División y otros, sin embargo, campan a sus anchas por los campos de la Liga con un plantel renovado y la connivencia de los organismos que se frotan las manos con otra lucha de gigantes. No, no es lo mismo no tener un euro y presentarse en Anoeta con Braithwhite, que hacerlo con un tal Lewandowski, que lleva toda su vida marcando goles y amenaza con ponerse las botas de nuevo rodeado de tanto talento. Bastante hizo la Real, que no se vino abajo tras recibir un golpe otrora mortal nada más iniciarse la contienda cuando su afición había convertido la grada en un circo romano ávido de sangre, y que tuteó a su contrincante durante una hora al son de Silva.
Una pena que su sobreesfuerzo acabó por agotarle más pronto de lo previsto sin que Imanol esta vez lo percibiera. Ahí estuvo el duelo, ya que el Barça comenzó a tocar y tocar poniendo en evidencia el físico de los blanquiazules y en los banquillos Xavi estuvo mucho más rápido de gatillo con los cambios que el oriotarra. La entrada de Ansu Fati, canterano que nada tiene que ver con las sospechosas palancas, decidió el encuentro con dos asistencias y un tanto. Una pena, porque al igual que el domingo anterior en Cádiz, cuando pareció que la vida seguía igual en la Real, también se puede decir que su incapacidad para competir contra los grandes se mantiene vigente al menos por ahora.
Imanol dio continuidad al once que se impuso con autoridad en la Tacita de Plata en la primera jornada con la única novedad obligada de la entrada de Aihen Muñoz por el lesionado Diego Rico en el lateral izquierdo. Más sorpresas inesperadas presentó en su alineación Xavi, con la entrada del transferible De Jong por el sancionado Busquets y de Balde en la izquierdo en lugar de un Jordi Alba al que se le empiezan a ver las costuras.
El ambiente era de encuentro importante. Se palpaba la expectación y los nervios previos a una dura batalla en el entorno del estadio. La espera se hizo larga y cuando saltaron al terreno de juego los protagonistas, Anoeta ya era una caldera. El himno nos hizo creer y convencernos de que con el estadio en ebullición no sale ningún rival vivo de aquí, pero al minuto regresaron los fantasmas del gatillazo ante los gigantes. Los realistas comenzaron el duelo con espuma en la boca y en un visto y no visto ya estaban en el área visitante, incluso pidiendo un penalti de De Jong a Kubo, el balón le vino rechazado al borde del área a Aritz, quien dudó en una posición en la que no se puede hacerlo y cuando quiso conducir en lugar de acabar la jugada lo acabó perdiendo y propiciando una contra letal lanzada con maestría por Pedri. Balde se recorrió más de medio campo sin oposición y su centro lo envió a la red Lewandowski al aprovechar un movimiento puro de 9 para enseñar en las escuelas. Era el segundo 48 de encuentro y el atronador efecto Anoeta parecía haberse disuelto como un azucarillo.
Pero la Real sabía que era un día importante, que quedaba todo el encuentro por delante y demostró mucho carácter para volver a arrancar como si todo hubiese sido un mal sueño. A los cinco minutos encontró su recompensa al tenderle a De Jong una trampa mortal entre Kubo y Silva; este proyectó con un poco de fortuna –porque tocó en un rival– la carrera de Isak, quien aún con más suerte vio cómo lograba romper su mala racha al tocar su disparo en la pierna de Eric y dibujar una vaselina perfecta que superó a Stegen. El estadio casi se viene abajo. Había partido y sobre todo había mucha Real por descubrir.
Presión adelantada
Lo cierto es que los realistas tenían las ideas claras con una presión adelantada y transiciones mucho más rápidas de lo habitual para tratar de pillar desprevenidos a los blaugranas. Impresionante el arranque del duelo de Kubo, omnipresente y generoso hasta la extenuación en las carreras (quizá hasta demasiado) y muy bien Silva, con su habitual magia. Merino e Isak también tuvieron protagonismo en ataque en un conjunto el de Imanol más vertical y frenético que de costumbre, que cuando ralentizó al ritmo de Zubimendi también funcionó a buen nivel.
Eso sí, enfrente estaba un miura. El nuevo Barcelona aspira a luchar por el título y por falta de calidad no va a ser. Con la Real siendo superior, Ferrán Torres dispuso de dos ocasiones bastante claras para volver a poner a los suyos por delante. Hubo que esperar casi hasta la media hora para encontrar otra ocasión nítida de los locales. Isak abrió a Merino, su disparo a romper lo repelió Stegen y el rechace se le escapó por poco a Kubo. Casi con el tiempo cumplido Aritz recorrió la línea de fondo con el hacha en la mano y su pase de la muerte lo remató Silva, pero se topó con Stegen, que sacó una mano milagrosa. Ya en el descuento, el terrible Lewandowski cabeceó desde cerca y Remiro atrapó la pelota como pudo.
En la reanudación, la Real tuvo un cuarto de hora para agarrarse al encuentro. Esto pasaba por ponerse por delante, ya que tarde o temprano el Barça iba a marcar. Y la realidad es que lo tuvo, porque Brais marcó de falta directa, pero Munuera Montero (otro que es valiente cuando quiere y con quien quiere, o sea que no lo es tanto) acertó al señalar el fuera de juego de cuatro blanquiazules. Tras un error de infantiles de Aritz en un saque de banda horizontal que puso el corazón en un puño a Anoeta, Brais, que entró con otro brío tras la reanudación, sirvió un buen balón en largo a Merino, quien bajó la pelota en plena carrera con la destreza de un 9 y su chut a bote pronto lo volvió a parar Stegen.