La derrota del Real Madrid puso en bandeja al conjunto txuri-urdin el primer puesto, pero los guipuzcoanos se toparon con un excelente portero en un partido que comenzó con un susto y que terminó con cierto sabor amargo
históricamente hablando, el Coliseum de Getafe no es un campo que se le haya dado especialmente bien al conjunto blanquiazul. Son muy pocas las alegrías allí obtenidas y muchos los varapalos. Especialmente, uno. En la temporada del descenso, la 2006/07, la Real de Lotina había enlazado, por primera vez en todo el año, dos victorias seguidas frente a Betis y Atlético de Madrid y viajaba a Getafe con la ilusión de sumar un tercer triunfo que hubiera dado alas al equipo blanquiazul en su deseo de escapar de la quema. El desembarco de la hinchada fue masivo, pero la imagen de la Real aquella tarde fue penosa. Un tanto de Alexis hizo que los tres puntos se quedaran en casa y provocó que el abatimiento volviera a instalarse en el seno de la familia realzale.
Hasta el día de ayer, en las trece visitas rendidas al campo del Getafe, el balance era desolador, con solo tres victorias, la última la temporada pasada, dos empates y ocho derrotas. Ayer el Coliseum volvió a cruzarse en el camino de la Real y la escuadra txuri-urdin, por lo menos, no perdió. Lo impidió un Mikel Oyarzabal que, por enésima vez, acudió al rescate de su equipo.
La derrota del Real Madrid en Cornellà le dio la posibilidad al conjunto entrenado por Imanol Alguacil de encaramarse al primer puesto de la clasificación en solitario. El único camino para conseguirlo era acabar con el gafe –a pesar de la victoria obtenida la temporada pasada gracias al tanto de Isak– que le persigue a este equipo cuando visita el sur de Madrid para enfrentarse al Getafe. Imanol no se ha cansado de repetir que el liderato, a estas alturas, "no sirve de nada", pero hay que reconocer que siempre gusta ver a tu equipo ahí arriba, mucho más cuando los a priori poderosos de la competición, en este caso Real Madrid y Barcelona, no se cansan de protagonizar ridículo tras ridículo. Y sin olvidar, por supuesto, la situación en la que se encuentra el plantel blanquiazul, con la enfermería a rebosar. Todo convertía ese posible liderato en solitario en algo muy apetecible.
Pero el objetivo, el de la victoria, comenzó a alejarse cuando, quién si no, Sandro Ramírez, un ex, un futbolista que en 1.156 minutos defendiendo la zamarra txuri-urdin no fue capaz de anotar un solo tanto ni de dar una sola asistencia, aprovechó un pase de Aleñá para, solo, delante de Remiro, batir por arriba al de Cascante. La jugada venía precedida de una acción más que punible de Arambarri sobre Aritz Elustondo. Quien más quien menos, echó la vista atrás en el tiempo, a esos años en los que la Real provocaba un efecto aspirina en el rival de turno, que llegaba casi moribundo, y se recuperaba de golpe y porrazo. Pero no, la historia de esta Real es muy diferente a la de antaño. Y la reacción no se hizo esperar. El premio llegó en forma de gol gracias al remate de Oyarzabal a centro de Gorosabel. Llovía menos en el Coliseum, que empezaba a desmoronarse.
Y lo habría hecho mucho antes si Mikel Merino hubiera acertado con ese disparo en el minuto 55. Pero en su camino se interpuso un David Soria providencial. De hecho, se puede decir que el guardameta madrileño impidió, con sus paradas, el liderato en solitario de la Real Sociedad. El incombustible Aihen se encontró con Oyarzabal. Este vio a Merino. Y el navarro sacó a pasear ese cañón que tiene en su pierna izquierda. Lo intentó por el primer palo, pero la respuesta de Soria fue ejemplar, evitando el tanto del centrocampista navarro. También lo fue en un disparo de Portu en la primera parte, tras un pase interior de Merino. El murciano lo intentó con la derecha, pero Soria atrapó el balón lanzándose al suelo. Y faltaba una última intervención de David Soria, con Alexander Isak como protagonista. El latigazo del internacional sueco acabó con el esférico en saque de esquina, que se lanzó sin consecuencias.
Pero, más allá del liderato en solitario, la Real volvió a ofrecer una imagen de equipo rocoso, al que es muy complicado ganarle. Es una de sus muchas señas de identidad. Una marca que le hace terminar esta maratón de siete partidos sin conocer la derrota. Tres victorias (Cádiz, Granada y Elche) y cuatro empates (PSV, Sevilla, Mónaco y Getafe), en los que en la mayoría ha estado más cerca de ganar que de perder. En definitiva, un balance más que positivo.
A la vuelta espera otra serie exigente de siete partidos. Pero para entonces Imanol ya tendrá bajo su mando a más efectivos. Todos serán necesarios para darle continuidad a este excelente arranque de temporada. No será líder en solitario, pero si comparte el primer puesto con Real Madrid y Atlético. No será importante, pero gusta, y mucho.