Seis de nueve. Habiendo jugado ya contra el Barcelona. Y sufriendo además en carne propia una de esas sacudidas que el mercado puede asestarte. No es que se haya marchado Isak. Es el desconcierto que genera tener aún abierta la ventana de fichajes y perder de repente a un titular habitual, cuando el balón ha echado a rodar hace dos semanas ya. En cualquier caso, con unos y sin otros, el arranque de temporada de la Real lo firmábamos casi todos cuando el calendario vio la luz, y además nos deja una moraleja seria tras la victoria del sábado en Elche. A estas alturas del año tendemos a convertir en verdad absoluta todo aquello que sucede en torno a las individualidades. Se ilusionan las aficiones cuyo equipo ha incorporado a este o a aquel. Se ponen nerviosas las hinchadas cuyos clubes apenas se mueven. Tiemblan los seguidores que ven volar a una de sus figuras. Pero la competición y los partidos, la auténtica madre del cordero, se encargan luego de gritarnos a la cara que el fútbol es simplemente un juego. Como sucede con el parchís, el ajedrez o el balonmano, se trata de manejar bien tus piezas y de hacerlas valer respecto a las del adversario.
Isak por ‘otro’ Isak
Obvio: cuanto mejores sean esas piezas, mejor podrá funcionar el colectivo. Sin embargo en la Real, a estas alturas de proyecto, no están las cosas como para volverse locos por la salida de un jugador, por muy bueno e importante que resultara, o por mucho que hayan pagado por él. El pasado viernes, este periódico puso sobre la mesa el nombre de uno de los delanteros bien considerados en las oficinas de Anoeta, Rasmus Hojlund, joven punta danés que militaba en el Sturm Graz y por quien la Atalanta italiana acaba de desembolsar 17 kilos. Malo no sería, pero al parecer no suscitaba ilusión entre los realzales, por aquello de que el 99% no le conocían. El asunto resulta curioso, porque se ha marchado Isak y para relevarle ya no nos vale otro Isak. ¿Otro? Sí. No está de más recordar ahora que el sueco llegó en su día con 19 años después de competir con el modesto Willem II neerlandés, para luego explotar con la txuri-urdin. Surgió enseguida una recíproca relación de amor: la Real le aportaba todo lo que él necesitaba y viceversa. Uno de esos quiero yo. Aunque no tenga glamour.
El juego, centro de todo
La sarta de futuribles cuyo nombre se ha relacionado estos días con nuestro equipo me ha provocado pereza y un par de buenas carcajadas. Se habla de futbolistas con trayectoria y caché que no pegan ni con cola con lo que se estaría buscando. Y mientras, Imanol y los suyos se plantan en el Martínez Valero sin delanteros puros para regalarnos 45 minutos de auténticos quilates. Sería facilón y simplista defender que semejante exhibición se habría traducido en más goles de mediar un ariete finalizador. Parece mucho más acorde a la realidad destacar que, alterando lo más mínimo el ecosistema generado en Elche, la Real no habría desarbolado al rival como lo hizo, siendo esta última su principal razón de ser. Desde que Roberto Olabe accediera a la dirección de fútbol hace más de cuatro años, el juego ha estado en el centro de todas las decisiones adoptadas por el club. Yo solo pido que ahora, con 70 millones frescos en la buchaca, siga siendo así. “¿Tú a quién traerías?”. Me lo preguntan sistemáticamente estos días y siempre respondo lo mismo. “A quien más nos vaya a ayudar”. Seguro que Sorloth lo hará. Y puede que así resulte suficiente.
Moraleja
Volvamos a Elche y a la moraleja del sábado para considerar el partido jugado en el Martínez Valero como una especie de metáfora sobre lo demasiado que hablamos de nombres propios y lo poco que interesa el fútbol en sí mismo. La titularidad o no de Jon Karrikaburu se convirtió casi en una cuestión de Estado. Pero resulta que luego salió Momo Cho para demostrar, trazando diagonales hacia afuera y convirtiendo las bandas en su hábitat, que la decisión de Imanol se basó en las características de los futbolistas disponibles, antes que en su nivel o en su trabajo. Más de lo mismo sucedió con Aritz y Gorosabel: fue titular el de Arrasate porque su perfil resultaba más adecuado para hacer lo que programó el míster, saltar con el lateral derecho a la presión de Mojica. Con estos dos cambios en el once, una muy buena Real sumó tres puntos. También ganó tiempo a la espera de los refuerzos que completen la plantilla. Y confirmó igualmente la sensación de que el verdadero drama de mercado no es el que ha implicado la marcha de Isak. Llegará el día en el que un club de primerísimo nivel mundial venga a por Zubimendi. Menudo lujazo tener aquí a Martín. Disfrutémoslo ahora que podemos.