Dos palabras. Catorce letras. Un nombre y un apellido. Mikel Oyarzabal. El peso del 10 txuri-urdin en el equipo, en la plantilla y en la historia del club habla por sí solo, resultando lo suficientemente importante como para matizar cualquier decisión con el eibartarra de por medio. Imanol apostó por incluirle en el once para la vuelta contra la Roma. Y semejante gestión habría sido elogiada a nada que aquel disparo al larguero hubiese entrado en la portería de Zabaleta, unos milímetros más bajo. “Era un partido para hombres”. “Mikel tenía más experiencia en las grandes citas”. “Ha jugado finales sub-21, olímpicas, de Nations League y de Copa del Rey”. Así se habría justificado a posteriori, al calor de ese frustrado gol, una titularidad que desde el punto de vista futbolístico resulta más difícil de sostener. Porque tampoco nos engañemos… A Oyarzabal le está costando carburar en la doble punta del 4-4-2, una demarcación que en clave txuri-urdin exige dinamismo, movilidad extrema y precisión de cirujano en espacios reducidos. ¿Puede rendir ahí? Sí, y con el tiempo seguro que lo hará mejor. Pero esta plantilla cuenta ahora mismo con un auténtico especialista.
Kubo y Silva
Take Kubo ha actuado como blanquiazul en ambos extremos, en la mediapunta y en la citada delantera, casi siempre acompañando a Sorloth. Nunca ha desentonado, en ninguna parcela del campo. Y sin embargo se hace relativamente fácil asignarle esa misma doble punta como hábitat ideal. A estas alturas de la resaca posterior al triunfo del domingo, habiéndose agotado los elogios para David Silva, poco nuevo vamos a aportar aquí respecto al de Arguineguín. Sí se trata, en cualquier caso, de subrayar que la presencia sobre el verde del propio Kubo multiplica las opciones de pase y disuelve el dibujo txuri-urdin hasta convertirlo en más líquido que sólido, circunstancias que potencian aún más al canario. Partamos de la base de que, en cuestión de solo tres días, bajó enteros la calidad de la oposición en Anoeta: no es lo mismo tener enfrente a la Roma que jugar contra el Elche. Dicho esto, la victoria ante el colista de la Liga tuvo tintes mucho más positivos que los propios de un triunfo funcionarial. La Real jugó bien. Firmó un partido de mérito, viniendo de lo que venía y repitiendo ocho titulares del jueves. Y encontró en los constantes movimientos de sus futbolistas ofensivos una vía capital hacia los tres puntos. Nuestro 21 es un barman de primer nivel. Pero la calidad maestra de sus copas necesita de alguien que agite previamente la coctelera. Nadie mejor que Take para esto último.
Los laterales
El japonés y Silva ejercieron de actores principales en la importante victoria de Anoeta. Aunque también los hubo secundarios, comenzando por un Aihen Muñoz con el que nada responde a la casualidad. Porque es un currante. Y porque además es el lateral de la plantilla mejor cualificado para hacer lo que últimamente toca. Estamos hablando de una Real cuyo juego interior se empeñan en tapar, sistemáticamente además, todos los adversarios. Estamos hablando, por lo tanto, de una Real casi obligada a iniciar sus ataques por fuera, a través de sus defensas exteriores. Han sido varias las fases de partidos recientes en las que Gorosabel, Rico e incluso Sola han sufrido ante semejante panorama: recibiendo el balón libres, muy bajos y con cierto tiempo para pensar, pero al mismo tiempo viendo cómo se acerca un rival para presionarles y percibiendo también la responsabilidad que otorga sentirse el organizador del equipo. No, ni a Andoni, ni a Diego ni a Álex se les ha olvidado jugar a esto. Pero últimamente están desempeñando un rol ingrato con sus características y que al propio Aihen se le ajusta mucho mejor. Imanol ya ha ordenado más de una vez al de Etxauri participar en el inicio de las jugadas desde una salida de tres, cosa que apenas hemos visto con los otros ocupantes de la demarcación. Por algo será.
Barrene
Después de su última convalecencia, Barrenetxea ha jugado únicamente 89 minutos como delantero o como extremo: los catorce finales en el derbi ante el Athletic, 69 en Vallecas contra el Rayo y seis el domingo con el Elche. Se trata de una muestra lo suficientemente exigua como para evitar hacer ciencia de sus estadísticas. Sin embargo, las dos dianas anotadas y el modo en que Ander sentenció la última victoria apuntan claramente a un activo que este equipo y su entrenador deben tener muy en cuenta. Visto repetido por televisión, a sabiendas del resultado y con las pulsaciones bajas desde el sofá, el 2-0 del domingo parece hasta sencillo. Lo que pasa es que a un servidor le hacen falta siete manos para contar con los dedos situaciones similares y recientes que la Real no ha conseguido convertir ni en oportunidad de gol. Puede entenderse perfectamente que Imanol, pensando en el juego puro y duro, sitúe a varios de sus futbolistas ofensivos por delante de Barrene, en la lista de meritorios. Pero el chaval demostró con su definición del otro día una finura en los últimos metros que tampoco abunda en esta plantilla.
Europa
Agradeceríamos esa inspiración para completar hasta junio una batalla europea de la que nadie por estos lares destaca una cifra relevante. Doce. Doce puntos. Se trata de la renta realista sobre el séptimo. Es decir, sobre el primer equipo que a día de hoy se quedaría sin premio, siendo esta la ventaja máxima vivida no ya durante la presente temporada, sino a lo largo de los cinco años de exitoso proyecto. Que sí, que yo también quiero la Champions. Pero por comentarlo… Pienso, como el entrenador de la Real, que ante la Roma se ha acreditado un paso adelante en el continente. Y precisamente por ello tengo ganas de plantarme ya en febrero o marzo de 2024 para vivir una nueva eliminatoria internacional, termómetro que no suele mentir.