Diocesano. Atlético Paso. Cazalegas. Autol. Santa Amalia. Racing Rioja. ¿Alguien se acuerda ya de los equipos modestos que jugaron las primeras rondas de Copa? Lo normal es que, en torneos así, estos clubes vayan cayendo sobre la marcha, dibujándose unas rondas finales protagonizadas por escuadras de la máxima categoría. Pero resulta inevitable sentir ahora que aquellos conjuntos de Segunda RFEF, Tercera RFEF e incluso Preferente disputaron el torneo como meros convidados de piedra, conscientes de que iban al matadero. Si se les ocurría dar la sorpresa, el siguiente sorteo se encargaría de ponerles delante una montaña más complicada aún, convirtiendo sus opciones de llegar lejos en meras utopías irrealizables. Porque está muy bien lo de fomentar taquillas que salven presupuestos, pero el formato dista mucho de lo que debe ser una competición pura y se acerca más a lo que sucedía en el antiguo circo romano: todo el mundo sabía allí que los leones terminarían comiéndose a los esclavos.
Vueltas de tuerca
Digámoslo todo. Por un lado, reclamamos aquí la instauración de un sistema de sorteos limpios y sin clubes favorecidos (lo son en España los cuatro equipos que juegan la Supercopa), circunstancia que animaría a los pequeños: con algo de fortuna en los emparejamientos, se les abriría una puerta para hacer historia y llegar vivos al tramo final del torneo. Sin embargo, toca reconocer que esa sería la segunda vuelta de tuerca necesaria para la competición, y que la primera ya se dio en 2019. Durante la pasada década, con eliminatorias a doble partido desde noviembre y privilegios para los equipos europeos, hubo ocho años consecutivos en los que la Copa la ganaron el Barcelona, el Real Madrid o el Atlético. Con el actual formato, mientras, las finales han sido las siguientes: Real Sociedad-Athletic, Barcelona-Athletic y Betis-Valencia. En total, seis contendientes (el Athletic por partida doble) y solo uno de los llamados grandes, el Barça 2020-21 de Ronald Koeman.
La ronda clave
Vienen al caso los dos primeros párrafos porque este miércoles arrancan los cuartos de final de la presente edición. A finales de octubre, con motivo del primer sorteo, nos quisieron vender “la Copa de los modestos”. Pero, tres meses después, se disputan el título Barcelona, Real Madrid, Real Sociedad, Atlético de Madrid, Athletic, Osasuna, Valencia y Sevilla. El panorama para nuestro equipo txuri-urdin pinta muy exigente. Exigentísimo. Pero ojo, que esta es precisamente la ronda tras la que todo se aclara o se encarece. ¿Acaso no recordamos lo que sucedió en ella en 2020? El horizonte para los de Imanol resultaba muy similar al actual: Villarreal-Mirandés, Granada-Valencia, Real Madrid-Real y Barcelona-Athletic. Sin embargo, en 48 horas absolutamente mágicas, todos los partidos se saldaron con teórica sorpresa, y el sorteo de semifinales emparejó a los txuri-urdin con el único Segunda superviviente. Se desató de repente la fiebre por la Copa. ¿Por qué no volver a sufrirla este viernes a mediodía?
Demasiadas bajas
Para que nuestro particular termómetro blanquiazul se dispare, habrá que ganar primero en el Camp Nou. Y ahora mismo lo de Barcelona dibuja en mi mente un partido con dos vertientes distintas y marcadamente opuestas. Si nos ceñimos a lo futbolístico, la Real acude al coliseo culé cargada de argumentos para plantar cara y optar a llevarse la victoria. Lleva semanas muy fina en lo técnico, clarividente para dar con los espacios clave, certera ante el gol como no lo era antes del parón mundialista y hambrienta al máximo a la hora de presionar, tanto después de perder el balón como cuando el rival inicia los ataques desde portero y centrales. Sin embargo, la amplia nómina de bajas me genera muchas dudas, y no hablo de nombres propios sino de una cuestión de energía. Si algo ha demostrado este equipo durante los últimos años es que, cuando falta un jugador, quien le suple cumple siempre con creces. Y así sucederá otra vez en los cuartos de final. Lo que pasa es que los txuri-urdin se plantaron el sábado en Vallecas con ocho bajas por lesión (contando a Kubo), circunstancia de precariedad que viene prolongándose en el tiempo y que ha dificultado a Imanol repartir más los minutos en encuentros recientes. La lucecita del depósito apunta mañana a encenderse relativamente pronto. Veremos qué dice el marcador a esas alturas del duelo. Y veremos también cómo nos apañamos a partir de entonces.
Lo de Vallecas
Contra el Rayo, la gasolina extra para sostener el triunfo la aportaron al unísono el entrenador y los chavales del Sanse que ingresaron al campo mediada la segunda parte. El míster había escogido para defender el mismo entramado que venía repitiendo en los partidos previos, un 4-4-2 cuyo rombo se orientaba a la banda por la que trataba de avanzar el rival. Todo iba como la seda, pero el paso de los minutos afectó a las necesarias basculaciones que debían ejecutar Marín y Brais, principalmente el gallego, desde el lado débil de la jugada. Así, los lanzadores locales pasaron a encontrar metros y centésimas para enviar peligrosas diagonales y balones profundos, hasta que Imanol movió ficha e instauró un nuevo dibujo que facilitaba en mayor medida los emparejamientos. Con el 4-2-3-1 (4-4-2 sin balón), dos futbolistas fijos en cada banda y las piernas frescas de Olasagasti y compañía, los tres puntos dejaron de peligrar. ¿Se ganará también en Barcelona? Con todos los respetos para nuestros amigos vallecanos, que además hacen las cosas muy bien, el toro que estará enfrente este miércoles tiene otra categoría.