En una deliciosa entrevista publicada este sábado en el diario El País, le preguntaban a Xabi Alonso por la dirección que ha adoptado el juego. “¿Hacia dónde va el fútbol?”. El técnico del Bayer Leverkusen respondía tajante, convencido. “Los equipos son cada vez más completos, más dinámicos, más flexibles con los sistemas, más agresivos y con jugadores más integrales”. Leí sus palabras un par de horas antes del derbi y me resultó imposible no identificarlas con lo que está sucediendo en nuestra Real Sociedad. Después, por si hacía alguna falta, el partido de Anoeta vino a confirmar que el proyecto txuri-urdin camina por la senda correcta.
Vueltas de tuerca
Roberto Olabe estrena contrato estos días. Merecida renovación. En marzo, su actual etapa en el club cumplirá cinco años. Del lustro en cuestión, me quedo con sus vueltas de tuerca más importantes, las de los veranos de 2019 y 2022, dos maniobras que han enderezado el rumbo deportivo de la embarcación y han situado su proa mirando a donde procede. La primera implicó las llegadas, entre otros, de Isak, Odegaard y Portu: ojos y pies para lanzar, y piernas para correr. El equipo ganó en dinamismo y agresividad, de la mano también de un Imanol que desde el pasado agosto puede disfrutar igualmente de otro de los ingredientes incluidos en la receta de Xabi Alonso. “Futbolistas más integrales”.
Todos de todo
¿Quién actúa de qué en esta Real? Hablamos de un equipo cuyo central era centrocampista. Cuyo pivote puede jugar de defensa. Cuyo interior derecho puede abrirte el campo pegado a la cal. Cuyo atacante alterna ambos extremos con la zona de la mediapunta. O cuyo otro delantero, un noruego de 1,95, es cualquier cosa menos un tanque. Las incorporaciones estivales de Cho, Kubo, Brais y Sorloth han terminado de dotar al plantel, este curso, de un carácter extremadamente líquido, acorde a lo que se cocina en el fútbol moderno. Precisamente por esto, y por lo bien que está saliendo todo, chirría escuchar o leer comentarios anclados en el pasado y que anhelan perfiles casi desterrados: se menosprecia el juego con los pies de Remiro, se reclama el fichaje de un central expeditivo de pierna fuerte y se extrañan a aquellos arietes cuyo único rol dentro del campo consistía en finalizar acciones. Como si nos fuera mal jugando así.
El derbi
Tanto ha evolucionado esta Real que no se siente incómoda en escenarios como el del sábado, con dos equipos lanzándose a la yugular del rival en un partido de presiones altas y duelos con poquita red de seguridad. El derbi transcurría igualado hasta que la cabeza de Zubeldia ejerció de asistente a Sorloth, en una de esas acciones a menudo infravaloradas. No se trata de que la jugada terminara en gol, algo que responde prácticamente a la casualidad. Se trata de que Igor, Le Normand, Aritz Elustondo, Pacheco y compañía llevan ya meses, años incluso, defendiendo con acierto hacia delante, y dejando a sus espaldas latifundios en los que suele suceder más bien poco. Arriesgan. Se exponen. Y cuando fallan ellos o lo hace quien presiona al pasador, salen en fotos que no les dejan en buen lugar. Da igual. Ese imaginario central rascador, feo y con barba, nunca le aportaría a este equipo la mitad de la mitad.
Va de música
La vía presionante desde la que se gestó el 1-0, de origen similar a los otros dos goles ante el Athletic, define a una Real que se despegó hace tiempo el cartel de conjunto exclusivamente tocón. Lo definió perfectamente Roberto Olabe este pasado viernes. Cuando él llegó al cargo en 2018, la Real pasó “de bailar vals al rock and roll más absoluto”. A partir de ahí, el trabajo de unos y otros ha permitido afinar unas guitarras que cada vez suenan mejor.