El trencilla andaluz, imbuido del espíritu de antonio Mateu Lahoz, protagoniza un arbitraje calamitoso en el santuario blanquiazul
La designación de Melero López, con la ayuda de Hernández Hernández en el VAR, cayó como un jarro de agua fría en el seno de la parroquia blanquiazul, dado los antecedentes de ambos colegiados con la Real Sociedad. Además, solo habían pasado tres jornadas desde la última vez que el malagueño se había cruzado en el camino de la Real. Es cierto, que ese último precedente, fue positivo, por la victoria frente al Celta. Pero la hinchada realzale ya sabe cómo se las gasta un Melero López que, de un tiempo a esta parte, ha cambiado por completo su manera de arbitrar. Anoeta acabó desquiciada ante la permisibilidad que tuvo el colegiado con el juego empleado por el Valencia a lo largo de los 90 minutos.
La Real no solo no pudo ganar al Valencia, sino que además no podrá contar, por ejemplo, con Aritz Elustondo en el siguiente compromiso liguero. El beasaindarra fue expulsado por roja directa tras una supuesta agresión a Wass. Al menos así lo entendió el colegiado, que por contra, solo amonestó con amarilla a Koba Lein en una acción mucho más punible, como un empujón, sin balón en juego, a Diego Rico en el tramo final de la contienda. Una acción que provocó una mini tangana. Fue la gota que colmó el vaso para una parroquia, la txuri-urdin, que acabó desquiciada con el colegiado y, como no, con el Valencia, con sus jugadores y con su entrenador José Bordalás.
Como hemos señalado con anterioridad, el arbitraje de Melero López ha sufrido una transformación. Se ha pasado al Sigan, sigan de Mateu Lahoz. Antes no dejaba jugar. Ahora no pita nada, por muy clara que sea la infracción cometida por el rival, como en esa entrada por detrás de Diakhaby a Isak en la primera mitad, al que se llevó, literalmente, por delante. El trencilla malagueño ni siquiera se interesó por el estado del atacante sueco, dolorido en el suelo, que no daba crédito a que el árbitro no hubiera señalado la infracción correspondiente. El futbolista que más harto acabó, por encima de todos, fue Januzaj, al que le dieron por todos los lados. Casi estuvo más sobre el verde que de pie. Las faltas eran continuas. Era la única manera que encontraron los valencianistas para pararlo. Los gestos de hastío del belga fueron continuos, incrédulo ante la pasividad de Melero López. También Barrenetxea tuvo su dosis de hartazgo. Se las vio y se las deseó con Foulquier, que se permitió el lujo, con el permiso del colegiado, de recriminar una acción al eléctrico futbolista blanquiazul que se quejó de un codazo de Diakhaby.
Hay que decir que, aparte de Melero López, el Valencia también puso mucho de su parte para desquiciar a la parroquia local. El conjunto ché, por decirlo de alguna manera, se ha Getafizado de la mano del histriónico Pepe Bordalás, que una vez más, sacó a relucir su manual, de sobra conocido, como en esa acción en la que consideró que Wass había sido objeto de falta cerca de la zona de banquillo. Al técnico alicantino se lo llevaban los demonios porque Melero López no había pitado nada. De hecho, le tuvo que calmar el cuarto árbitro, que tiró de paciencia. Pidió amarilla a Januzaj en una acción en la que Gayá acabó dolorido en el suelo por un pisotón sin querer del belga en el costado. Incluso se le quedó mirando a un Janu que no podía sino sonreír. También se volvió loco en una acción de Sorloth casi cuando el partido estaba a punto de terminar. El noruego chocó con Alderete, que cayó casi desplomado, pero Melero López, como en la mayor parte del encuentro, dejó seguir, con el correspondiente enfado de Bordalás.
En la acción en la que no tuvo dudas fue en la expulsión de Aritz Elustondo, que, todo hay que decirlo, se equivocó por su reacción. El defensa blanquiazul fue objeto de una clarísima falta por parte de Wass, pero su reacción, con Melero López al lado, fue errónea y equivocada. El malagueño esta vez, no dudó, mostrando la roja al instante y la amarilla para el centrocampista del Valencia. El central se marchó del terreno del campo con un cabreo más que evidente. De hecho tuvo que salir Labaka de banquillo para calmarle y que la cosa no fuera a mayores. Abandonó el terreno de juego golpeando un balón contra la grada, con ésta, casi puesta en pie, para aplaudirle. Es lo que consiguió con su arbitraje Melero López, que los jugadores de la Real, acabaran desquiciados y molestos por lo que consideraban un mal arbitraje por parte de un colegiado con el que la Real ha ganado diez partidos de los 24 que le ha arbitrado. Los catorce restantes acabaron con ocho derrotas y seis empates, el último el de ayer.