Adán y Eva no anduvieron muy finos con la educación de sus hijos Caín y Abel cuya relación acabó en un infame fratricidio que nos persigue hasta la actualidad poniendo de relieve que el ser humano, bíblico o no, tiene dos caras bien opuestas. Menos mal que la humanidad cuenta con más abeles que caínes aunque algunos como el ruso Vladimir Putin, ha cambiado la guijada por los misiles elevando su bajeza moral al nivel del genocidio. Menos mal que en el mundo están dispuestos a echar una mano para mitigar el sufrimiento de los agredidos. Bizkaia y, más concretamente Muskiz, no es una excepción. Varias familias, como la del muskiztarra Kepa Fournier, han formado un comité ciudadano informal de apoyo solidario a los ucranianos refugiados. En los últimos años, ya habían protagonizado labores de acogida de niños y niñas procedentes de Chernobil.
“Nosotros tenemos en nuestra familia una chica de Chernóbil, Anna Borodulina, que vino por primera vez hace 17 años. Empezó a venir con 8 años y ahora tiene 24, pero ha seguido viniendo ya por su cuenta. Cuando dejó de ser menor ya no venía con ninguna asociación y nosotros le pagábamos el viaje y venía a pasar unos día de verano con nosotros porque al final es parte de la familia”, relata Kepa Fournier, director técnico de Cultura del Ayuntamiento de Muskiz, que ha convertido la Kultur etxea de Muskiz en punto de recogida para una curiosa iniciativa destinada a los niños de las familias con las que colaboran. “Se trata de dos familias que tienen nada menos que 10 hijos e hijas (7 de ellos de acogida), todos entre 10 y 15 años que proceden de la zona de Ivankiv, la primera población de más de 10.000 habitantes alcanzada por las fuerzas rusas procedentes de Bielorrusia en su avance hacia la capital ucraniana”, señala Fournier.
“Estamos haciendo una recogida de patines, patinetes y monopatines porque este tipo de juguetes tienen la dificultad de que no puede compartirse como un juego de mesa en el que con un tablero pueden jugar 6 y con otro, para otras edades, el resto de niños. Aquí si uno coge un monopatín o un patinete, solo lo puede usar uno y además la diferencia de edades hace que sea complicado compartir los patines ya que el número del calzado hace incompatible esta posibilidad”, explica Kepa. El muskiztarra aclara que “esto es una ayuda que surge de las familias que les conocemos de hace tiempo y porque sabemos de las dificultades económicas que tienen a pesar. En las necesidades básicas están bien atendidos a través de CEAR y diversas asociaciones que están ayudando en su estancia entre nosotros”.
La campaña se ha puesto en marcha a través de la redes sociales “a nivel particular porque aunque la kultur etxea sea el punto de referencia de entrega, ello no se debe a que Muskiz esté recogiendo patines para los niños ucranianos, sino porque yo trabajo allí”, explica Fournier, quien detalla que “no es una llamamiento para captar juguetes en general, porque ellos ya tienen y tampoco tienen una logística en sus viviendas que puedan absorber. Se trata de productos muy concretos que al compartirse tienen un gran desgaste”, comenta este experto buceador con más de 400 inmersiones a su espaldas que recuerda cómo hace unas semanas tuvo que dejarle un taladro y herramientas a uno de los padres, “un manitas, para reparar uno de los patinetes. Son pura energía y estoy seguro que los van a usar hasta reventarlos”.