Una de las muchas leyes no escritas del fútbol moderno dice que cualquier equipo que aspire a conseguir su objetivo a lo largo de una temporada, especialmente si este es evitar el descenso, debe comenzar por fortificar su portería como primer trabajo. El gol se paga a precio de oro en el mercado balompédico y, por lo tanto, no acostumbra a abundar en los conjuntos de la zona baja de la clasificación, con presupuestos sensiblemente más reducidos que los de la azotea de la tabla. Y cuando no se dispone de la calidad suficiente para poder batir con frecuencia a los porteros contrarios, prácticamente el único camino hacia la conquista de los puntos pasa por convertir en misión casi imposible que los adversarios alojen la pelota en el arco propio.
Una senda que el Deportivo Alavés ha explorado con éxito en no pocas ocasiones pero que, desgraciadamente, parece haber extraviado en los últimos tiempos. Solamente es necesario dar un pequeño repaso a las estadísticas para comprobar la peligrosa deriva protagonizada por la escuadra del Paseo de Cervantes. Nada menos que 57 goles recibió el conjunto gasteiztarra en el ejercicio que concluyó el pasado mes de mayo. Pero es que el balance de la temporada anterior todavía fue peor tras encajar la friolera de 59 tantos.
Unos números, evidentemente, muy lejos de lo deseado que, como era previsible, condenaron al equipo a vivir con el agua al cuello hasta la penúltima jornada de ambos campeonatos. Una agonía que se inclinó hacia el final feliz en el último momento pero que obliga a una profunda reflexión. Porque si la estadística es a todas luces negativa de por sí, pudo serlo aún mucho peor de no haber mediado las milagrosas intervenciones de Fernando Pacheco en un buen número de partidos.
El trabajo defensivo –no solamente el de la retaguardia– hizo aguas por todos los costados y reparar de inmediato esas fisuras debe ser uno de los objetivos prioritarios de Javi Calleja desde el mismo momento en el que arranque la pretemporada el próximo mes de julio. Sin embargo, todo apunta a que el preparador madrileño se encontrará con una sorprendente paradoja en el momento de hacer frente a este importante desafío.
Y es que deberá acometer la considerable reforma que precisa la contención albiazul prácticamente con los mismos mimbres que han integrado la retaguardia albiazul en los ejercicios recientes. Salvo sorpresas en las próximas semanas de mercado, la zaga gasteiztarra apenas registrará cambios. En la portería, tanto Fernando Pacheco como Antonio Sivera tienen contrato en vigor y se mantendrán en la plantilla a menos que llegue a las oficinas una oferta irrechazable por el extremeño.
En los laterales, Ximo Navarro y Martín en el diestro y Rubén Duarte y Javi López en el zurdo, mantienen su estatus del curso pasado. A ellos les llegará en la pretemporada la competencia de los repescados Carlos Isaac y Saúl García, pero en principio parten con desventaja respecto a los veteranos.
El eje de la defensa será donde, a priori, se produzcan las escasas novedades. Con la continuidad de Laguardia, Tachi y Ely (solo a falta del anuncio oficial de su renovación), restaría por completar el hueco que deja la marcha de Lejeune. Aunque el club mostró su deseo de seguir contando con el francés, se antoja complicado que pueda lograrlo y deberá rastrear el mercado en busca de un recambio de garantías. Sería, en principio, el único mimbre nuevo para acometer el urgente trabajo de reconstrucción de la seguridad defensiva del Glorioso.
Penalizado
El equipo con más tarjetas rojas
Ocho. Al margen de los muchos errores que ha cometido y que han lastrado de manera extraordinaria su rendimiento, uno de los grandes problemas que ha presentado el Deportivo Alavés en el recién concluido ejercicio ha sido la gran cantidad de expulsiones que ha sufrido. Nada menos que en ocho oportunidades ha visto alguno de sus jugadores la tarjeta roja, lo que le convierte en el conjunto de toda la Primera División más penalizado por esta circunstancia. Los muchos minutos en los que ha actuado en inferioridad numérica se convirtieron en un lastre que costó valiosos puntos a la escuadra del Paseo de Cervantes.