La Virtus Bolonia visitará hoy a partir de las 20.30 horas el Buesa Arena por primera vez desde la temporada 2007-2008, quince años después de su última participación en la Euroliga. Sin embargo, cuando el conjunto blanquinegro pise la cancha esta noche, el recuerdo que volverá irremediablemente a la mente de los aficionados baskonistas no será el de su última visita en 2007, sino el de la histórica final de la primera edición de la Euroliga en 2001, la primera vez que el Baskonia llegó hasta el duelo decisivo por el trono europeo y en el que se quedó a solo un triunfo de proclamarse campeón (3-2).
Los seguidores gasteiztarras más veteranos lo recordarán como uno de los momentos más gloriosos de la historia del club, pero nadie mejor para rememorarlo que los verdaderos protagonistas: los jugadores. Por ello, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha contactado con dos leyendas del Baskonia como Elmer Bennett y Chris Corchiani, la pareja de bases que defendió los colores azulgranas aquella temporada, y con un histórico de la Virtus Bolonia como Alessandro Abbio, el escolta que, como capitán del cuadro italiano, fue el encargado de levantar el trofeo que se le escapó de las manos a los alaveses en el quinto partido de la serie en el Palamalaguti.
Según explica el propio Abbio, aquella fue “una final de las de verdad, muy igualada y con los dos mejores equipos de la temporada en Europa, que llegaron hasta allí por méritos propios”. Y es que ambos conjuntos arrasaron en las eliminatorias con todo rival que se le puso por delante y llegaron a la final sin haber perdido ningún partido en el play off, y eso que el camino no fue nada fácil. De hecho, el Baskonia se impuso con el factor cancha en contra a tres combinados griegos como el Peristeri, el Olympiacos y el AEK Atenas, mientras que la Virtus se deshizo con contundencia del Estudiantes, el Olimpija Ljubljana y sus vecinos del Fortitudo Bolonia.
El primer golpe en Bolonia
El 17 de abril de 2001 llegó al fin ese momento soñado por todos y dio comienzo la serie en el mítico Palamalaguti, el fortín de la Virtus Bolonia, que contó con la ventaja de tener el factor cancha a su favor. “Ellos eran los favoritos. Tenían a un entrenador legendario como Ettore Messina, ya sabían lo que era jugar una final europea y contaban con una plantilla muy profunda. Nosotros éramos los infravalorados, pero nos sentíamos cómodos en ese rol de sorprender a los grandes”, relata Corchiani. Y así ocurrió en el primer encuentro, en el que el Baskonia, gracias a una exhibición de Victor Alexander con 21 puntos y 19 rebotes más los 20 tantos y 4 triples de Foirest logró imponerse por 65-78, metiendo el miedo en el cuerpo a los italianos.
“En el primer partido echamos en falta a Rashard Griffith, que era un pívot de los de verdad, dominador bajo los aros. Por suerte, lo recuperamos en el segundo partido y a partir de ahí la eliminatoria fue diferente”, rememora Abbio. En el segundo partido, los 23 puntos y 6 triples de Rigaudeau y los 14 del propio Abbio allanaron el camino para la Virtus, que ganó por 94-73. La final llegaba a Vitoria con empate a uno y la opción para el Baskonia de cerrarla si conseguía ganar los dos encuentros en su pabellón.
Dos semanas después, el 1 de mayo, un Buesa Arena abarrotado y ruidoso como nunca acogió el tercer compromiso de la serie. “El ambiente tanto en Bolonia como en Vitoria fue espectacular, ambas aficiones estuvieron entregadas durante toda la serie. A mi siempre me ha encantado jugar con el pabellón lleno y lo disfruté, el ruido era tremendo”, asegura Bennett. El base y el resto de exteriores azulgranas, no tuvieron su noche con un 1/14 en triples y los puntos de Oberto, Victor Alexander y Scola por dentro no fueron suficientes ante una Virtus que se impuso por 60-80 en una noche en la que un talentoso joven llamado Manu Ginobili brilló con 27 puntos y se aseguró al menos un quinto partido en el Palamalaguti.
Emoción hasta el desenlace
En cualquier caso, el Buesa Arena y el Baskonia todavía no habían dicho su última palabra. “Recuerdo llegar al cuarto partido con la enorme presión de tener que ganar para forzar el quinto. El equipo estaba concentradísimo y sacó su mejor baloncesto para conseguir el triunfo”, cuenta Bennett. Y así fue. El Baskonia cuajó un partido memorable e hizo estallar el Buesa Arena con el triunfo por 96-79. “La afición vitoriana es apasionada y sabe mucho de baloncesto, yo nunca he visto nada igual. Hay que darle crédito, era como competir con seis jugadores. Cada vez que me ponía la camiseta en el Buesa Arena lo daba todo y disfrutaba al máximo”, asegura Corchiani.
Bennett fue quien lideró al equipo con una actuación estelar de 19 puntos y 8 asistencias, pero la imagen que perdurará en la memoria de quienes allí estuvieron será la del monstruoso mate de Timinskas sobre los 2,12 metros de David Andersen, tan explosivo como sorprendente al no ser el discreto tirador lituano un jugador dado a grandes alardes. “Es uno de los mates más espectaculares que he visto en vivo en toda mi vida. ¡Después de tantos años, todavía me sigo excitando cuando veo la repetición de la jugada!”, confiesa Bennett, el autor de la asistencia.
El caso es que la serie tuvo que decidirse en Bolonia, un 10 de mayo de 2001 con el Palamalaguti vistiendo sus mejores galas. Este fue el duelo más parejo de la eliminatoria en cuanto al marcador, pero desafortunadamente para los gasteiztarras terminó decantándose del lado local. Las faltas, que provocaron la temprana eliminación de Scola, Stombergas y Foirest con cinco personales condicionaron el partido del Baskonia, al que los 24 puntos, 5 rebotes, 5 asistencias y 4 robos de Bennett no le fueron suficientes para tumbar a la Virtus, que se impuso por 82-74 ante el delirio de sus aficionados. Pero, aunque ambos merecieron el triunfo, alguien tenía que perder.
El base estadounidense levantó el trofeo de subcampeón, Ginobili fue nombrado MVP de la final y Alessandro Abbio brindó la primera copa de la Euroliga a su público. “Es uno de los recuerdos más importantes y emocionantes de mi carrera. Ese año hicimos el Grand Slam: ganamos la Liga, la Copa Italia y la Euroliga, y además nació mi primer hijo. Además, levantar el título en casa siempre es más especial. En 1998 ganamos la final en Barcelona ante unos 5.000 seguidores blanquinegros, que son muchos, pero no es lo mismo que hacerlo en Bolonia”, rememora Abbio.
En cualquier caso, los azulgranas tuvieron como mínimo el mismo mérito que los campeones. “Fue muy decepcionante perder en el último partido, trabajamos muy duro toda la temporada para poder ganar el campeonato. Creo que perdimos una gran oportunidad por el gran talento que tenía aquella plantilla”, lamenta Bennett, algo con lo que coincide Corchiani: “Te sientes orgulloso de lo que se hizo, pero el objetivo final es ganar. Ojalá el equipo de este año pueda cobrarse venganza y conseguir lo que nosotros no fuimos capaces de lograr”.
Talento a raudales
En la jerga deportiva se suele decir que nadie se acuerda del subcampeón, pero en este caso no es así. La enorme calidad con la que contaban ambas plantillas, con nombres como Rigaudeau, Abbio, Jaric, Ginobili, Frosini, Andersen o Griffith por parte de la Virtus y Bennett, Corchiani, Timinskas, Foirest, Stombergas, Scola, Victor Alexander u Oberto por parte del Baskonia, sumada al gran espectáculo que ofrecieron, hará que aquella campaña perdure durante muchos años en la memoria de los aficionados que la presenciaron.
“La Virtus tenía una plantilla como las de ahora de Euroliga, larga y con 13 o 14 jugadores de mucho nivel. En el Baskonia, Bennett era el líder, el que dirigía al equipo, pero estaba rodeado de muy buenos jugadores. No hubo alguien que sobresaliera por encima del resto, cada uno tuvo su momento”, coinciden Abbio y Corchiani. Bennett aporta su perspectiva: “Siempre he sentido que era mi responsabilidad ser el líder en todos los equipos en los que he estado, y parte de ello viene porque el base es el que dirige al equipo y quien tiene que ser la prolongación del entrenador en la cancha. En cualquier caso, pienso que en 2001 tuvimos varios líderes, ya que era una plantilla veterana y muy profesional dentro y fuera de la cancha”.
Toda esa calidad, además, estuvo comandada por dos entrenadores históricos de la Euroliga como Ettore Messina y Dusko Ivanovic, que siguen entrenando al más alto nivel. “Dusko es un gran técnico y no es solo exigencia y trabajo físico como dicen algunos, también cuida mucho la táctica. Nosotros compramos su filosofía, formamos una familia y sacó lo mejor de cada uno”, explica Corchiani, que afirma que la primera vez que se juntó con el montenegrino, le dijo que con él no iba a jugar porque estaba “gordo”. “Al final me vino bien porque bajé de peso, pero tuve que hacer un esfuerzo para que contara conmigo”, bromea el base estadounidense.
Sea como fuere, el año 2001 y la Virtus quedarán siempre ligados a la historia del Baskonia, que “demostró ser uno de los clubes punteros de Europa”, según Bennett. Más de 21 años después, esta noche se reeditará aquel duelo, ahora con el Baskonia como favorito. “La Virtus, en mi opinión, está teniendo una temporada de transición para adaptarse de nuevo a la Euroliga. Seguro que no tiene la mejor plantilla, pero va ganando experiencia. La semana pasada fue muy buena y estoy convencido de que va a disputarle la victoria al Baskonia en el Buesa”, adelanta Abbio. Eso sí, será difícil alcanzar las cotas de excelencia y emoción de aquella final imborrable.