César Strawberry y el escenario de la sala Jimmy Jazz se conocen bien. De hecho, el escritor, compositor y cantante ha estado entre las paredes de la calle Coronación con tres de sus proyectos, por supuesto, siendo uno de ellos Def Con Dos. Ahora que se cumplen tres decenios del estreno de la película Acción Mutante, de Alex de la Iglesia, y de su consecuencia en forma de disco, Armas pal pueblo, el grupo ha recuperado el álbum para afrontar una gira que este sábado pasa por la capital alavesa, quedando todavía alguna entrada disponible.
¿Volviendo ya por completo a la normalidad en cuanto a conciertos se refiere tras la pandemia, verdad?
No volviendo, disfrutándolo. El parón pandémico ha sido más prolongado en lo laboral para la gente del espectáculo. Y, claro, se nos ha quedado una bola de pelo que todavía no nos ha dado tiempo a digerir. En febrero del año pasado, que no sabíamos qué iba a pasar, en el grupo estábamos ya casi cerca del suicidio colectivo, mirando cómo inmolarnos. Pero, de repente, todo cambió. Recuerdo que fuimos al Viña Rock y fue como volver al pasado, como un corta-pega en nuestra vida muy extraño, como si no hubiera pasado nada. Fue como el día de la marmota, con todo lleno de gente. Eso sí, tampoco nos atrevíamos a celebrarlo mucho por si se paraba todo otra vez.
¿Pero lo lógico para Def Con Dos no hubiera sido salir de gira con ‘Gilipollas no tiene traducción’, que al fin y al cabo es su último disco publicado?
Hemos sido francotiradores en muchas cosas y especialmente en el desastre. El disco se editó el 14 de febrero de 2020 y el primer concierto, la presentación en Madrid, iba a ser el 14 de marzo. Fue un coitus interruptus de libro. El álbum arrancó muy bien, entrando alto en listas de ventas. Teníamos muchísimos bolos programados. Y, además, todo eso coincidió con que el 28 de febrero se conoció el fallo por el que el Tribunal Constitucional anulaba mi condena. Así que estábamos como: ¡venga, a celebrarlo todo! Pero al final, nada de nada. Fue una sensación rara la que tuve en esos momentos, la verdad.
¿En qué sentido?
Por un lado, hubo alivio. Después de la exposición mediática que había tenido tras cinco años de persecución, el confinamiento me vino como bien. Pero, por otro, fue ver cómo se iba al carajo todo lo que habíamos estado trabajando con el disco y el grupo. Con todo, creo que fui de las personas que mejor asumió la situación. Estaba mentalizado para ir a la cárcel, así que aquello de quedarse en casa fue como lo del arresto domiciliario (risas). Fue muy raro, porque sobre todo el primer año, hasta 2021, sentí que estaba recuperando mi vida. Es que fueron cinco años en los medios, viendo cómo los de Vox nos perseguían en cada concierto, asumiendo suspensiones, dando explicaciones un día sí y al otro también... Que me dejasen en paz, me sentó bien.
¿Pero, de vez en cuando, no mola ser el malo de la película para ciertas personas?
Sí, sí. Tengo un libro que está terminado y que no sé si saldrá en otoño o el año que viene, en el que cuento y reflexiono sobre toda la pesadilla loca que me pasó. Todo aquello tuvo el lado de sentirte perseguido y señalado públicamente, pero también el lado de sentirte muy apoyado por muchísima gente. Hubo una campaña de publicidad carísima que Def Con Dos jamás se hubiera podido permitir y que nos pagó la ultraderecha judicial española. Las cosas como son. En esa contradicción estuve mucho tiempo viviendo: por un lado, con la pesadilla y el miedo de ir a la cárcel; por otro, con el apoyo de tanta y tanta gente. Viví cosas muy locas que me hicieron tener una visión del mundo agotadora y apasionante al mismo tiempo. Tener que estar peleando con lo más rancio del país, con la ultraderecha judicial más casposa y todas sus ramificaciones, también en las redes sociales y los medios de comunicación, fue un reto que me estimuló mucho. Me resultaba satisfactorio ir a programas en directo y encontrarme con todo el mundo echándose encima mío y yo siendo capaz de argumentar y sin levantar la voz. Probé un poco ese enganche que tiene la gente con la cosa pública. Dicen que la política engancha. Pues comprobé que algo de eso hay. Cuando ves que eres capaz de afrontarlos y ganarles dialécticamente, engancha.
No deja de ser curioso, recordando canciones de ‘Armas pal pueblo’ pero también otros éxitos de aquellos años 90, que en muchos temas Def Con Dos cantaba sobre problemas que, tres decenios después, no solo no han desaparecido, sino que algunos han ido incluso a peor.
En algunas de esas canciones se habla de cosas que deberían estar más que superadas, pero resulta que es todo lo contrario. Hoy la lucha feminista es algo mainstream. Cuando nosotros sacamos Agrupación de Mujeres Violentas había mucha gente que nos miraba mal: ¿pero por qué ahora venís a hablar de esto? O Ellas denunciaron, que es un tema que pasó desapercibido porque pensaban que estábamos locos por andar con aquello. La lucha contra la estupidez hoy en día tiene mucha más vigencia. No sé si la estupidez es mayor que antes, pero sí sé que se transmite mucho más y de manera más veloz. Esa percepción del ser humano como animal torpe y estúpido la percibimos más claramente hoy.
¿Por qué hacer la gira de ‘Armas pal pueblo’?
Bueno, porque se cumplen 30 años y es hora de decir: ¿pero ya ha pasado tanto tiempo? Es que hace un par de semanas cumplí 59 años. Me queda un año para conseguir la tarjeta oro de Renfe (risas). Igual tengo que hacer anuncios de Gaes como Imanol Arias. Me lo tengo que pensar. Pero bueno, es cierto que se cumplen 30 años de Acción mutante y sin esa película nunca se hubiera hecho el disco. El álbum fue una consecuencia de que Alex, en un gesto de irresponsabilidad absoluta, nos encargase a un grupo que no existía prácticamente hacer aquellas canciones. A raíz de lo que surgió, nació el Def Con Dos que la gente conoce, el de directo.
¿A qué se refiere?
El grupo, hasta ese momento, era más un divertimento casi surrealista. Era una historia de Julián Hernández con su cuñado, que resulta que era yo, y con su casi cuñado, que era Peón Kurtz. Por el grupo pasaba gente para jugar y divertirse. Cuando llegó J. Al Ándalus fue él quien dijo: esto que estáis haciendo, ¿por qué no lo sustentamos en un grupo de punk? Más o menos por ahí fue cuando vino Alex de la Iglesia y apareció la posibilidad de grabar el disco, pensando, todo sea dicho de paso, que Armas pal pueblo sería el último. La gracia de esta gira pasa, en cierta medida, por ahí, por homenajear un hecho curioso, un instante de esos que solo pasan una vez en la vida. De ahí salió aquel disco producido por Julián Hernández y J. Al Ándalus, que son dos genios de la música. Por detrás estábamos nosotros, que éramos unos cafres que no teníamos ni idea de nada, pero que a raíz de ese disco nos terminamos dedicando a la música. Además, creo que es un disco que en el marco de hipersensibilidad y de la hiperpropensión a sentirse ofendido de la actualidad, hoy costaría mucho ver editado. Creo que en estos tiempos nos hubiera denunciado todo el mundo porque es un álbum que puede ofender a mucha gente, además de lo más diversa.
Eso sin duda.
Por eso es un producto de otro tiempo, de una actitud auténticamente punk. Bueno, de punk rap, que era algo inaudito y que ahora se empieza a saber lo que es. Aquel disco, también por la gente que colaboró, fue algo único e irrepetible. Por eso esta gira, por eso ir a las salas y reencontrarse con el público de las salas, que es el que te sigue de modo más fiel.
Público entre el que hoy hay gente que hace 30 años ni existía.
¿Entre el público? En el grupo hoy están Samuel Barranco y Sagan Ummo, que creo que están por los 30 y pocos. Son la inyección de juventud que nos faltaba al sector veterano (risas). Samuel cuenta a veces que cuando tenía 15 años, tenía que escuchar a escondidas Armas pal pueblo en casa de su abuela, porque ella no le dejaba oírlo. Y que pueda haber gente como ellos, o más jóvenes, entre el público es algo genial. Es emocionante, de hecho, cuando ves a algunos que vienen con sus hijos.
¿Qué cree que siempre se ha mantenido en Def Con Dos?
El espíritu de la lucha contra la estupidez en su esencia pura. Nunca nos hemos creído ni nuestras épocas de mayor éxito, ni nuestras épocas más bajas. Siempre hemos mantenido los pies en el suelo y cuando las cosas han ido mal, hemos sabido reiventarnos. En unas épocas y en otras, ese pilar de la lucha contra la estupidez ha sido central para hacer un grupo que ha querido y quiere, de algún modo, llevarse mal con todo el mundo. Es que eso es el espíritu punk. Es reivindicar el derecho a pensar de un modo libre e independiente, que es algo que parece que hoy ofende a todo el mundo. Reivindicamos una libertad de expresión para todo el mundo. A nadie le gusta, en el fondo, que hable la gente que no piensa como él o ella. Todo lo que sea defender derechos para tener una sociedad democrática en la que se argumente sin caer en etiquetas y descalificaciones, parece que ofende a muchísima gente. El espíritu crítico hoy se considera más peligroso que nunca. Noto que hay mucha gente a la que se le supone más tolerancia de la que realmente tiene. Hay miedo al debate público, a hablar. Todo el mundo tiende a mandar callar al contrario. Estamos en un debate público de limitación de derechos y libertades que solo beneficia a la estupidez. El choque de cabestros solo acaba con el espíritu de la democracia. Ya he dicho en ocasiones anteriores que la libertad de expresión viene a ser la sangre que fluye por las arterias de una democracia sana. Pero aquí estamos con las venas entumecidas.
Y como la sociedad no tiene pinta de que vaya a cambiar a corto plazo, ¿otros 30 años de Def Con Dos?
Salir de la pandemia con los 60 cerca, me está costando (risas). Yo miro hacia atrás, no sé, once años y veo rock and roll, diversión y también momentos difíciles. Pero miro 11 años hacia delante y me veo con 70 (risas). Dentro del espíritu de Peter Pan en el que he vivido, me toca asumir dónde estoy y en ese proceso me encuentro, que también es divertido.
Si se pudiera encontrar con aquel César de 1993...
Grabar aquel disco fue una peripecia milagrosa, extraña, de esas cosas raras de la vida. De hecho, cuando se publicó no funcionó casi. Así que si me presento hace 30 años y me cuento todo lo que ha pasado después, aquel César seguramente se estaría descojonando un buen rato.