30 años han pasado desde que Teresa Encina decidiera, de forma altruista, ponerse al frente de la delegación de Adona en Lodosa, tres décadas que, cuenta, le han llenado de gozo y gracias a las que ha conocido a gente maravillosa. Ahora, y con la satisfacción de haber hecho las cosas bien y de haber ayudado a muchísimas personas, da un paso a un lado y le cede el testigo a Inés Esparza.
Era el 25 de abril de 1992, recuerda Encina como si fuese ayer, cuando “Adona organizó una reunión para explicarnos que querían abrir aquí una delegación. Fue bastante gente a interesarse y la mayoría de los que allí estaban ni siquiera eran donantes puesto que había que irse a Pamplona, Logroño o Mendavia”, que era precisamente donde iba ella. “Yo siempre había tenido mucha ilusión por donar, lo tenía claro”.
Su puesta de largo fue en San Miguel de Aralar; allí hubo una reunión de delegados y es donde le presentaron. “Todos me acogieron muy bien”.
Su objetivo por aquel entonces estaba claro: Tirar del carro. “Fue el boca a boca el que hizo todo; me pasé por las fábricas, el campo de fútbol, el frontón o los bares animando a la gente a que se hiciese donante”, relata.
Los primeros pasos
Al principio “costó porque la gente, como es normal, es un poco reticente ante las cosas nuevas, pero la verdad es que respondieron muy bien y fueron muchos los que se animaron a donar, sobre todo gente mayor. Después, y con el paso de los años, han sido muchos los hijos e hijas que han venido con sus padres y madres”.
"Al principio costó un poco, pero fueron muchos los que vinieron a donar"
De hecho, el número de donantes en Lodosa siempre ha ido creciendo hasta los 470 que hay en la actualidad.
Para Teresa un momento inolvidable fue cuando en el año 2016 lanzó el chupinazo de las fiestas de Las Angustias. “En mi vida me podía haber imaginado yo algo así. Fue algo muy, muy especial”. Por el contrario, los únicos sinsabores que recuerda son aquellos en los que a alguien le pasaba algo donando; “no pegaba ojo por la preocupación en toda la noche. Me quedo con la satisfacción personal, con esa sonrisa que me han dedicado las personas trasplantadas. Estoy súper agradecida a todo el pueblo”.
Relevo generacional
Fue a principios de año cuando Teresa decide que tiene que delegar en otra persona “porque son ya 30 años y porque la gente joven tiene otras ideas. Pensé en Inés desde el primer momento”.
Esparza, que recibió en 2021 la medalla de oro de Adona tras alcanzar las 50 donaciones, corrobora que, “Tere me llamó y me dijo: tengo que hablar contigo. Pensé que pasaba algo pero, tras reunirnos, me explicó que quería que la relevase. Al principio le dije que me explicase las funciones y que me lo iba a pensar, pero casi no me dio ni opción”, cuenta en tono jocoso. Esto fue en abril y el cambio se oficializó el 4 de junio; en la junta general Teresa se despidió e Inés se presentó ante el resto de delegados.
De hecho, su primer acto oficial fue el 26 de junio en Baluarte en la imposición de las medallas por las 50, 100 y 150 donaciones.
Inés, donante desde los 18 años, cuenta que su padre, también donante, le inculcó este camino y que “un día volviendo con una amiga de la piscina vimos el autobús y decidimos donar; es un acto altruista y voluntario con el que ayudas a personas a seguir viviendo”.
Entre sus cometidos ahora, desvela, está intentar captar a gente joven y, de hecho, Adona y el Ayuntamiento lodosano van a colaborar en la ‘Campaña 18 años’. Y es que, para hacerlo, hay que tener 18 años y pesar más de 50 kilos (después hay que mirar cuestiones como los viajes al extranjero, los tatuajes o la medicación en la página www.adona.es).
"Animo a los jóvenes a que vengan porque pueden ayudar a salvar vidas"
A día de hoy, y debido a la pandemia, para donar siempre hay que coger cita previa. Además de la cartelería, ahora informan de los días y horarios a través de las redes sociales. “No puedo sino animar a todos a que vengan, que prueben, que vean cómo es y que se den cuenta de que con un gesto, con un acto tan voluntario como este, pueden ayudar a salvar vidas. Es algo muy, muy necesario”.
Este año, y por motivos ajenos a la delegación local, la fiesta del 3 de diciembre en la que se imponen las medallas de plata tendrá que esperar. Cuando vuelvan a celebrarlo el lugar de reunión no será el bar Lodosa sino el Café Central, lugar al que ahora también irán a por el aperitivo para recobrar fuerzas tras las donaciones.
El tiempo que invierten y han invertido, concluyen ambas, “es por tu satisfacción personal, es un compromiso que te creas porque quieres, porque te gusta; estás comprometida con la causa y es algo que te sale solo”.