Fuera de su calendario habitual, las campanas de la parroquia de Altsasu volvieron a repicar. Y es que en la villa también celebraron que la Unesco declarara el pasado miércoles el toque manual de campana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; un lenguaje sonoro que se ha mantenido a lo largo de los siglos como un medio de comunicación comunitario.
Lo cierto es que Altsasu puede presumir de mantener viva esta tradición, un pregón sonoro que anuncia la primavera, el 3 de mayo con motivo de la festividad de la Cruz. Es el primero de los repiques que se suceden todos los mediodías hasta el 14 de septiembre, día grande de las fiestas. Asimismo, hay otras dos fechas señaladas, el nuevo año y la víspera de Santa Águeda.
Tocaron Jesús Bengoetxea, Asier Beramendi, Belén Rubio, Jon Kepa Everts y Enrike Zelaia, que a sus 83 años subió airoso los 79 peldaños de la empinada escalera que conduce al campanario. Precisamente es el artífice de la recuperación de esta tradición en los años 60, que como otras, desapareció a mediados del pasado siglo, cuando la villa dio el salto definitivo de una sociedad rural a una industrial.
Cuando las agujas del reloj fueron una, comenzó una secuencia sonora en la que los cinco alternaron ayer un concierto que duró 25 minutos. Arrancó con un toque de oración, introducido por una llamada de las campanas pequeñas. Le respondieron tres toques de la campana mayor, seguida de otros nuevo. Para el resto, cada uno puso su impronta. No obstante, el repique tiene su partitura, que Enrike Zelaia recopiló de tres campaneros y donó al Ayuntamiento para que perdure en el tiempo.
Nacido y criado a escasos metros de la iglesia, el akordeolari tocó su primer repique cuando tenía 15 años. “Entonces el campanero era Ancleto Zelaia, que dejó de tocar porque el Ayuntamiento no le había pagado”, recordaba ayer. “Le pedí permiso alcalde, Jesús Echarri, y comencé a tocar, a ver cómo respondía la gente. Fue un éxito. Algunas mujeres me traían productos de la huerta para estimularme”, apuntó. “Entonces no tenía la conciencia que tengo ahora de que es parte de nuestra identidad vasca. Fue después, cuando investigando sobre la música de Altsasu cuando descubrí todo un arsenal de tradiciones y la importancia de recuperar y mantener nuestro acervo cultural como parte de nuestra identidad”, incidió. Así, buscó la implicación de jóvenes que tomaron el relevo.
Asier Beramendi se incorporó en los 80, con 10 años, y desde entonces no ha faltado. También es un incondicional Jesús Bengoetxea. Jon Kepa Everts y Belén Rubio, la primera campanera de Altsasu, se unieron al grupo más tarde pero desde entonces son de los que no fallan.
ORIGEN PAGANO
Zelaia destacaba el origen pagano de esta costumbre. “Se realizaba con cencerros como conjuro para proteger la economía agropecuaria y ahuyentar los malos espíritus. Al igual que otras muchas, fue adaptada por el Cristianismo como una llamada a la oración, un toque de obligado descanso para comer, sentido que perdió al pasar a una sociedad industrial y desapareció”, apuntó.
Además de los de Altsasu, ayer se sumaron a la celebración campaneros de Lakuntza, Olazti y Ziordia, en Sakana, además de Pamplona, Artajona, Biurrun, Elía, Gazolaz y Santacara, según informaron desde la Asociación de Campaneros de Navarra.