Aunque se le conoce como "el pulmón del planeta", en la Amazonía las amenazas sobre la biodiversidad y los cerca de 400 pueblos indígenas que la habitan son constantes. Pueblos entre los que también viven navarros como Roberto Ábalos, misionero dominico de 75 años, oriundo de Los Arcos, que, desde 2004, comparte su vida con los indígenas matsigenkas de la selva sur de Perú, segundo país con más extensión de Amazonía después de Brasil.
¿Tiene que importar en Navarra lo que pasa en la Amazonía?
-Aunque no sea más que por interés de supervivencia, creo que sí.
¿A qué se refiere?
-Recuerdo cuando los indígenas estaban en huelga porque Alan García, entonces presidente de Perú decía que eran "ciudadanos de tercera" o "perros del hortelano", porque tenían un montón de recursos naturales y no los aprovechaban, ni dejaban cederlos a multinacionales. Entonces uno de los indígenas, un matsigenka, decía: "Señor Gobierno, dice que somos un estorbo para el desarrollo de nuestra nación. Debería tenernos más consideración. Somos los guardianes del oxígeno. Si no fuera por nosotros, usted no podría ni siquiera vivir. ¡Respétenos!". A todo el mundo debe importarle lo que pasa aquí, y también a Navarra, claro.
¿Solo por interés ? Algo más debe haber
-Aquí hay alternativas de vida interesantes. Es real que "no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita". Aquí la gente vivía, más que ahora, feliz. Ahora viven con cierto nerviosismo que no es propio ni de este medio, ni de estas culturas.
¿Vivía?, ¿nerviosismo?...
-Sí, porque este paraíso está en peligro. Es un proceso claro. Este estilo de vida, etnias y recursos naturales, como es el bosque, el agua o el mismo oxígeno. Debe importarnos la Amazonía porque, como dice el Papa Francisco, vivimos en una casa común. Hay más razones. Muchos navarros y navarras han dejado y siguen dejando lo mejor de sus vidas en este hermoso lugar. Y seguimos luchando por él.
Hace pocos años se volvió la mirada hacia allí con los incendios de Brasil. ¿Qué es lo que más le preocupa?
-En lo que va de siglo, solo en la Amazonía peruana, ha habido casi 500 derrames petroleros, pero pasan desapercibidos. Algunos aquí, escapes de gas en las comunidades que visito. Me preocupa la avaricia de los países ricos que solo ven enriquecimiento, sin pensar que dejan todo esto muy herido. Me preocupa que desaparezcan unas tribus y una forma de vida más natural, feliz y humana. Y sobre todo me preocupa la esclavitud y los abusos de muchas víctimas de esa avaricia. Esto trae migraciones, prostitución, alcoholismo, abandono de hogares Y tenemos un Gobierno que no da soluciones.
La selva como fuente inagotable de recursos, ¿es así? ¿qué se extrae?
-Aquí, en el río Urubamba, se extrae la madera más valiosa como cedro o caoba, especies en extinción que no se repueblan. También se explota desde 2004 el gas natural en la comunidad matsigenka de Camisea. Es el yacimiento gasífero más grande de Latinoamérica, explotado por un consorcio de empresas como PlusPetrol y Repsol. Y en toda la selva norte hay petróleo, mucho petróleo. Se daña a la naturaleza, se cambian estilos de vida y culturas, pero, para mí, el drama más terrible es que extraen de las comunidades a los líderes más valiosos con promesas de proyectos y dinero.
¿Cómo llega un chico de Los Arcos hasta la selva de Perú?
-Muchos nos iniciamos en el Seminario Hispanoamericano de Misioneros Dominicos de Villava. Mi padre quería que aprendiera un oficio y me llevó. Aprendí un montón de ellos, muy útiles. El mapa de las misiones tenía forma de conejo y estaba pintado en el frontón del seminario. Ahí, jugando a pelota, empezabas a leer nombres como Koribeni, Sepahua, Kirigueti, Shintuya También había visitas de misioneros. Daban charlas y traían grandes plumajes, flechas, pieles de culebras, kushmas Nos traían fotografías y películas. La primera película amazónica de Perú, del padre Gerardo Fernández, fue rodada aquí en Koribeni y, curiosamente, estuvo en mis manos en el taller de Villava. Aquellos hombres que aparecían en camisón, que eran matsigenkas con su traje típico, la kushma, eran los abuelos y bisabuelos de los indígenas con los que vivo.
¿Cómo son los indígenas matsigenkas?
-El matsingeka es muy jovial, curioso y abierto a todo lo que le viene de fuera y que le pueda ser útil. Sus ancestros vivieron en la frontera con el imperio incaico porque viven en ceja de selva, en las postrimerías de Los Andes. De hecho, escondieron al último inca perseguido por españoles. Los matsigenkas vivieron un infierno en la época de explotación del caucho, a finales del siglo XIX, que los diezmó, pero supieron superar esta negra etapa. Ahora están en otro momento clave de supervivencia. Hasta que se empezó a explotar el gas ellos vivían de la pesca, la caza y el campo, negociando al trueque. Desgraciadamente hoy, por esta pandemia gasífera, se están colonizando y secularizando en su vida y costumbres.
¿Ya no cazan y pescan?
-Los animales escasean. Solo en las comunidades más alejadas se puede cazar animales como el mono. Eso sí, siguen tomando el masato, que es el equivalente a nuestro vino y se hace con el fermento de la yuca. Con ese efecto de euforia charlan noches enteras, cuentan sus historias y danzan al son de la tambora. Me gusta esta etnia, aunque el mito del buen salvaje no es tal. También les digo: "No todo lo que viene de fuera es malo, ni todo lo que tienen dentro es bueno".
¿Cuántas comunidades visita?
-Atendemos 20 comunidades de colonización, que son quechuas que han dejado la zona andina y yo, personalmente, atiendo a 20 comunidades matsigenkas que son las más alejadas geográfica y culturalmente.
¿Cómo llega hasta ellas?
-Caminamos hasta tres días, durmiendo en plena selva, pero el viaje merece la pena por el paisaje y porque vas saludando familias. No forman núcleos urbanos. Viven al menos a un tiro de flecha de otro pangotsi (casa de hoja de palma) de algún pariente. Otros viven a un día a pie, pero ahora a la mayoría llegas en todoterreno porque la explotación del gas ha hecho que se abran muchos caminos. Ya no camino ni una cuarta parte de lo que andaba en mis primeros años. Disfruto estos largos trayectos porque así el cerebro funciona mejor. Sigo caminando, ojalá por mucho tiempo.
¿Cómo es la riqueza cultural y lingüística de la Amazonía?
-La selva peruana tiene casi un millón de km2 y una densidad de un 8%. Aquí habitan unas 300.000 personas y, entre ellas, hay unas 50 etnias con sus respectivas lenguas. Existen grupos humanos llamados no contactados o aislados, oficialmente Pueblos en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI). Ellos son los más amenazados en su estilo de vida absolutamente natural con toda la intromisión de empresas, extracción maderera, narcotráfico... No quedan muchos, pero el Estado no tiene una política clara sobre ellos. Nosostros creemos que estas personas tienen derecho a la salud y la educación, respetando su estilo de vida. Ellos se han alejado por las cabeceras de los ríos huyendo del peligro de abusos y muerte que sufrieron sus antepasados en la época del caucho, por miedo a la crueldad del hombre blanco.
Los indígenas ¿suelen ser comunicativos?
-Depende de cada pueblo y su historia. Yo conozco al matsigenka y no se sueltan hasta que no se convive un tiempo con ellos, pero te entregan lo que tienen porque saben que el misionero camina a su lado. Son muy inteligentes, tienen los sentidos y la memoria bastante más desarrollados que nosotros, y muy hábiles para la pintura y las artes. Si tuvieran las mismas oportunidades, destacarían en muchas cosas, quizás por eso se les tiene relegados.
Describa la Amazonía en tres palabras o conceptos.
-Uno sería exuberancia. Dios ha sido grande con esta tierra y esta gente. Todo es exagerado: la fauna, la flora, la inocencia, la aventura Grande en recursos, pero el más grande es su gente. También es belleza y riesgo, temor y temblor suelo recordar las palabras que salían de la zarza ardiendo de Moisés ante la presencia de Dios: "Descálzate que esta tierra que pisas es sagrada". Y ciertamente, lo es. Aquí también tenemos el peligro de ser arrojados de este paraíso por las multinacionales. Y, por último, la Amazonía invita y provoca un cambio bastante radical de estilo de vida.
¿Qué tienen en común Los Arcos y Koribeni?
-No específicamente con Los Arcos, pero sí con Navarra, hay que recordar que muchas familias navarras han regalado misioneros a esta selva, incluso tres obispos. Muchos navarros todavía colaboran con nuestras misiones. De hecho, desde Navarra se mantuvo hasta hace poco la avioneta Alas de Esperanza. Navarra siempre ha sido muy generosa. Además, los navarros, y por supuesto en Los Arcos, somos aventureros. La culpa la tiene nuestro paisano, Javier.