El fútbol nos acaba volviendo locos. Todos conocemos multitud de casos de personas aparentemente normales en su vida rutinaria que pierden los papeles en cuanto entran en la grada de un estadio para ver a su equipo. El caso es que, aunque no nos damos cuenta, la pasión por el fútbol modifica nuestros hábitos. Nos vuelve más desconfiados y vulnerables. De repente nos convertimos en supersticiosos, como si la pelotita fuera a entrar o no en función de nuestros propios actos. Pero es que, a pesar de que pueda parecer un disparate, desarrollamos unas teorías paranoicas que no tardamos en elevarlas a la categoría de certeza. Venga va, un ejemplo. El lunes vino a Donostia Alex Johnson, una amiga periodista sueca que iba a hacer un reportaje sobre Juan Iturralde, el encargado de lanzar los dos cohetes, cuando marca la Real, y uno, en el caso de que lo haga el rival. Llevábamos un rato hablando de la sequía de Isak y de que en su país no tenían ni idea ni se habla de que se presentaba con la pólvora mojada para los dos duelos trascendentales y que, tras no marcar en ninguno, le habían caído bastantes palos. Un poco a la sueca, claro. Nada que ver con lo que genera el fervor latino. El caso es que en una de estas, frenó en seco la conversación y me dijo: "Me da igual si marca Isak, Sorloth o quien sea, necesito al menos un gol". Me quedé lívido, sin un motivo tangible aparente, obviamente. "Me acabas de fastidiar el partido, me voy a pasar todo el rato pensando que no va a haber goles", le espeté con media sonrisa. Tengo testigos, poco después aparecieron Yon Cuezva y Eneko Pikabea de Radio Marca y les comenté que Alex me había amargado la noche con su petición. Imagínense, pasé de acordarme solo de ella a hacerlo ya de toda su familia sueca allá por el minuto 89... De repente, un golpe de viento, un penalti indiscutible a pesar de los llantos de los más afectados por el aniversario del 3 de abril y un reportaje que pasa de horrible a increíble gracias a la mayor alegría que se puede vivir en este deporte con un gol del triunfo de tu equipo en el último aliento (Sei bella como un gol al 90'). Para colmo, el tanto lo firmó su compatriota, con el añadido de que finiquitaba su peor racha sin ver puerta desde que aterrizó en Donostia en verano de 2019.
Conclusión: la superstición trae mala suerte. Es la religión de las mentes débiles... Pero yo había cambiado por si acaso mi maravilloso paseo con la niña por La Concha, porque la última vez que lo hice fue horas antes del duelo de Copa que finalizó con el mayor desastre del curso. Yo quería sentirme libre de toda culpa... ¡Qué tontería, basta ya, hombre! Tanto miedo...
En el fútbol no todo es lo que parece. Nunca sabes lo que es realmente auténtico. ¿Saben por qué al jugador del Sevilla le llaman Tecatito? A los quince años, el extremo se incorporó a la Academia del Monterrey y fue en ese equipo, Rayados, donde se ganó el apodo. Dado que el Monterrey estaba patrocinado por la cervecera local Cuauhtémoc Moctezuma, al club no le entusiasmaba que el nombre Corona (su nombre real es Jesús Manuel Corona), uno de los principales competidores de su patrocinador, apareciera en la camiseta del jugador. Por eso, se les ocurrió poner Tecatito, en referencia a la marca de cerveza Tecate, que a su vez esponsorizaba a su club. Ya lo saben, nunca se acostarán sin conocer algo nuevo.
Mi añorado Franco Battiato una vez recibió una carta de una quinceañera que le escribió: "No entiendo nada de lo que usted dice ni me importa, pero me gusta a rabiar". "Para mí esto es lo máximo, porque no quiero decir nada o quizás todo», respondió el cantante.
Imagino que estarán pensando que se me va mucho la olla. Entiendo al cantautor italiano, pero yo siempre he sido más de certezas. Y en materia futbolística, ni te cuento. Sobre todo si hablamos de defensas. Yo crecí bajo el paraguas de la pareja Gorriz y Gajate, con eso queda todo dicho sobre mis gustos. Reconozco que no le vi venir. Cuando Robin aterrizó en Anoeta lo hizo bajo la sospecha de que Eric Olhats no podía atinar con dos mirlos blancos que no querían en Francia en tan poco espacio de tiempo, tras la diana con Antoine Griezmann, probablemente el mejor jugador salido de Zubieta. Pero es que sus inicios no fueron especialmente buenos. Si me hubiesen preguntado las primeras veces que le vi jugar con el Sanse en Zubieta, hubiera apostado fuerte porque no iba a llegar a debutar con el primer equipo. Curiosamente, una vez triunfado y asentado en el primer equipo, sus propios compañeros han salido a la palestra para asegurar que ellos lo veían venir. Aritz contó incluso que Navas comentó "este me va a jubilar" cuando subió para ejercitarse con ellos.
Recuerdo que una vez Guardiola ensalzó a Iniesta: "No luce tatuaje ni piercings, no lleva el pelo pintado y se le conoce solo por su fútbol". A mí me gustan los jugadores auténticos. Los que no pierden el tiempo con tonterías ni se sienten distintos al resto, ni pretenden intentarlo. Son como son y no intentan aparentar. Le Normand no tiene manías ni supersticiones, no pierde el tiempo con esas nimiedades. Lo juega todo, físicamente es irreductible, no falla casi nunca y se ha adaptado a la perfección a la enorme dificultad que entraña jugar de central en la Real, a pesar de que sus condiciones tampoco encajan exactamente con lo que exige Imanol. Sin darnos cuenta nos ha solucionado un problema de calado y que podía alargarse durante años, la marcha de Iñigo Martínez, uno de los mejores centrales salidos de nuestro vivero.
Le Normand responde al perfil que trazaba Ancelotti de Nacho: "Es un jugador que tiene la capacidad de estar concentrado los 90 minutos, 91 o 92. No todos los defensas lo puedan hacer. Hay dos tipos de defensas en mi manera de entender el fútbol, el optimista y el pesimista. Nacho es de los segundos. Siempre piensa que algo puede pasar y por eso se queda concentrado los 90 minutos". Parece que está hablando de nuestro mejor central, el infalible, único jugador de campo que ha disputado todos los encuentros de una temporada infernal. Un chaval con los pies en el suelo, al que un día le dieron las llaves de la defensa txuri-urdin casi como quien no quiere la cosa, y al día siguiente había puesto una cerradura de un castillo, con alarma antirrobo. Con la personalidad suficiente como para responder cuando le preguntaron por si le gustaría jugar en España y que es francés y que si hace eso le matan en su pueblo. El bretón, que se apellida Le Normand y que es más guipuzcoano que la mayoría de los canteranos. Un defensa como la copa de un pino, el mejor blanquiazul de la temporada que, con sus actuaciones, ha permitido mitigar la agobiante sequía anotadora del equipo cerrando a cal y canto su portería. Dicen que Luis Enrique preguntó como loco por su situación cuando descubrió que no fallaba nunca. De momento lo único que sabemos es que es nuestro. Siente los colores como el que más, se muestra agradecido siempre con el club y con Imanol, se considera un canterano más y es uno de los grandes ídolos de las nuevas generaciones. Y eso que es defensa. Un fenómeno. Robin Le Normal. Referente. No engaña a nadie ni con actuaciones bizarras que desconcierten a nadie. Un jugador genuino, con la modestia suficiente para no dejar de aprender y reciclarse. Aparece, la corta y a otra cosa. Contigo siempre nos sentiremos en buenas manos. Un central de época. ¡A por ellos!