La delicada animación de "Robot Dreams", de Pablo Berger, una historia muda de amistad, ha encantado en el Festival de Cannes, donde se presentó este sábado fuera de competición este filme que adapta la novela gráfica de la estadounidense Sara Varon.
Para Berger, cuando decidió llevar esta historia a la gran pantalla, estaba claro que tenía que ser animación, una forma de contar y una herramienta más del cine, que permite narrar cualquier tipo de historia. Y para ello se apoyó como director de animación en el belga Benoît Feroumont.
En un encuentro con un reducido grupo de periodistas, entre ellos EFE, Berger resaltó cómo le emocionó la historia de amistad de un perro y un robot que se desarrolla en el Nueva York de los noventa, que no es el del libro.
"Yo viví diez años en Nueva York", recuerda Berger, quien quería hacer una carta de amor a la ciudad que él conoció, sin la globalización que ahora hace que todas las grandes ciudades sean casi iguales.
Nueva York, en la época en la que él vivió, "era la capital del mundo económico y cultural, la ciudad en la que había que estar (...), tengo recuerdos maravillosos".
Y eso es lo que ha reflejado en una película tan preciosista desde el punto de vista formal como cualquier largometraje de acción real.
Buscaron localizaciones y espacios concretos. "Nos lo hemos tomado como una película de época. Hemos buscado la fidelidad de los interruptores, de las puertas, del suelo, de las escaleras, de los grafitis...", explica el realizador de "Blancanieves" o "Abracadabra".
Un escenario que se convierte en un personaje más de un película que rezuma sensibilidad y en la que la falta de diálogo está compensada por una preciosa música y unos personajes antropomórficos que permiten al espectador interpretar la historia de muchas formas.
"Es una historia que un niño la puede ver sobre la amistad, pero un adulto la va a ver sobre la pareja y otras personas, sobre la pérdida de un ser querido", afirma Berger, a quien le gusta pensar que es "una película abierta en la que el espectador de una forma activa la puede hacer suya y reflexionar sobre la pérdida, la fragilidad y cómo superamos la pérdida".
Un perro solitario
Porque el protagonista es un perro solitario que un día decide comprarse un robot para que le haga compañía. Pero un día van a la playa y, tras darse un baño, su nuevo amigo se oxida y se queda varado.
Una película despojada de artificios, protagonizada por animales, donde se confunden los géneros. "Quería hacer una película" que pudiera hacer suya "cualquier espectador de cualquier raza, de cualquier género, de cualquier forma de pensar".
"Eso es algo que yo ya había descubierto al hacer 'Blancanieves', porque 'Blancanieves', de alguna manera, más que una película narrativa, es una experiencia. Y 'Robot Dreams' yo me lo tomo como una película hermana de 'Blancanieves'" explica Berger.
Tan buena fue la experiencia de aquella película que el realizador quería seguir experimentando con el cine sin palabras. "Me encanta la idea de que el cine es soñar despierto. Es una experiencia mágica, es vivir en otro mundo, olvidarte de ti mismo y ser el otro que está en el terror de la pantalla. Entonces, el hecho de que no haya palabras ayuda".
Lo que tiene claro es que desde que realizó su primer corto ha hecho siempre lo que ha querido, sin importarle odas ni posibles reacciones del público y hasta ahora le ha funcionado bien.
"Si hacemos lo que nos gusta, encontramos a lo mejor que contamos en público", afirma rotundo Berger, que, cuando empieza a pensar en un proyecto nuevo, se sienta y empieza a escribir ideas "casi desde la intuición" y, sobre todo, "desde la libertad absoluta".
Y esta vez también parece que la ha funcionado esa intuición. Además de estar en Cannes, la película ya ha sido comprada por Neon, un distribuidor puramente neoyorquino. Es lo que más feliz le ha hecho, asegura con una sonrisa.