Siempre buscaba lo mejor para los amigos y si no lo encontraba, se encargaba de que lo buscara alguien que conocía. Porque Rodolfo siempre conocía a alguien
La noticia me llega a través de Javi, quien regenta con Arantxa el Bar Rotterdam en la calle Perro de Bilbao, durante años algo parecido a un club social donde Rodolfo, Txelu, Joserra, Joselu, Bengoa y otros muchos charlábamos de lo divino y lo humano. Bueno, más de lo humano. De ahí salían siempre otras citas que nos llevaban en invierno a la pelota, en verano a las regatas y muy a menudo al vecino Txoko Urizarra, donde Rodolfo ejercía de anfitrión espléndido. En sentido literal. Siempre buscaba lo mejor para los amigos. Y si no lo encontraba, se encargaba de que lo buscara alguien que conocía. Porque siempre conocía a alguien.
La bondad y la generosidad son dos de las características que resaltan hoy todos los que tuvimos la suerte de conocerlo. Fernando Rueda, con quien también compartimos mantel y alegría, lo define como "buena persona, leal y generoso" y echa mano de su chispa porque "siempre tenía una anécdota o un chiste para sacarnos una sonrisa, así que sequémonos las lágrimas y a sonreír, a animar a nuestro Athletic", otra de sus pasiones. Me lo estoy imaginando, allá donde esté, revolviéndose observando desde las alturas el último partido en San Mamés y celebrando cada uno de los goles.
El Frontón Bizkaia ha sido testigo de su manera de entender la vida, de consumirla con pasión. "Va a ser difícil ir al frontón y no ver a Rodolfo levantarse de su asiento para festejar el tanto de su pelotari preferido", cuenta Andoni Ortuzar, presidente del EBB del PNV, en el que Rodolfo militó siempre. También pasión política pero no exenta de comprensión a quienes no pensaban como él.
Para eso era igual de elegante que cuando bailaba un aurresku. Sí, era dantzari. Y carnavalero ahora que se acerca esta juerga en la que él también se movía animado por Amaia. O al revés. Sus colegas de Beti Jai Alai, grupo en el que bailó durante años, no quisieron perderse la despedida que se le rindió en la basílica de Santa María de Portugalete el lunes. Tras el oficio, ya en el pórtico, dantzari y txistulari pusieron su sentimiento con un aurresku y el Agur Jauna entonado por quienes allá esperaban.
Los que esperaban eran muchos y diversos: su familia política, con el lehendakari Urkullu sentado discretamente junto a Ana Madariaga, la que fue presidenta de las JJ.GG. de Bizkaia y amiga inseparable de Amaia, la viuda de Rodolf, o Andoni Ortuzar acompañado por el también burukide, portugalujo y amigo, Joseba Aurrekoetxea. Y el remo, y sus compañeros del servicio de limpieza en Bilbao, y la cuadrilla de Portu, y la de Bilbao, y los amigos de los amigos... ya lo avisó el párroco José María Arieta-Araunabeña: "A veces nos empeñamos en alargar la vida, cuando se trata de ensanchar la vida, como hizo Rodolfo". Mención especial esa cuadrilla de jóvenes, amigos de Aitor, que quisieron tomar la palabra al término de la ceremonia: "Gracias por tu ejemplo, por tu compromiso, por lo que has transmitido al txingurri, al que siempre vamos a acompañar". Rodolfo estaría orgulloso de vosotros, de vuestra juventud comprometida.
Cronista madrugador en Onda Vasca desde sus inicios, cuando un detalle era mucho, no dejaba escapar cualquier cosa de lo que veía antes de que amaneciera. Su detalle era contarnos que Bilbao estaba siempre a punto. Por eso hoy andan compañeros y aceras llorando.
Punto y aparte para el remo. La Jarrillera se lleva en cada palada este adiós a un bilbaino portugalujo. Teníamos citas anuales: Orio, Portu, Hondarribia, Bermeo... Y una vez Málaga, cuando allí empezó la liga. Me invitó: "Os lleváis la bandera". Onyarbi ganó. Era generoso hasta en los pronósticos. Yo creo que me hice algo jarrillero por él, pero él se hizo "onyarbitarrra" por ver la fiesta verde que se montaba cada cierre de temporada en Portugalete. De ahí nació una preciosa relación con Juanito Lekuona, con su familia, un puente a lo largo de la costa vasca que perdura. Porque allá por donde iba, Rodolfo hacía un amigo.
Agur Rodolfo. Besarkada bero bat, Amaia, Nerea eta Aitor.