Magnéticas. Hipnóticas. Emotivas. Rítmicas. Si quieres sentir al unísono todas esas sensaciones viaja a Georgia. El Erisioni, un conjunto de danzantes de la Academia Nacional Ensemble te las hará experimentar. Bailan a un ritmo diabólicamente electrizante y estéticamente hermoso. Y, aunque sólo sea por contemplar el insuperable espectáculo que habitualmente brindan estos artistas ya merece la pena visitar Tiflis, su capital. Pero cometerías un sacrilegio imperdonable no conocer después la intensa belleza y antigua historia del pequeño gran país georgiano….
Georgia será una agradable sorpresa para los que aún no hayan viajado allí. Tiene tanto que ofrecer al visitante que, éste, necesariamente, ha de elegir entre sus múltiples opciones, aquéllas que más convengan a sus intereses. Georgia es un importante destino para los aventureros, los amantes de la naturaleza, el arte y la cultura, o para los que, simplemente, desean pasar unas tranquilas vacaciones estivales en las playas del mar Negro, o, invernales, en sus bien equipadas estaciones de esquí.
No es un tópico turístico afirmar que todo visitante es bienvenido a Georgia. Tan es así, que en una conversación que mantuve con Mikhail Saakashvili, expresidente de la nación, me evocó una frase del arqueólogo francés Barón de Baye en la que califica a los georgianos como “gente que cree que sus invitados son siempre un regalo de los dioses”. No en balde, al calor de la tradicional hospitalidad georgiana, encontraron su inspiración artistas e intelectuales como Alejandro Dumas, Pushkin, Tchaikovsky, y George Gurdjieff, entre otros.
Variedad
Georgia es mucho más que Tiflis, su capital –de la cual me ocupo más adelante–. Posee una inmensa diversidad paisajística y monumental. Es paradójico encontrar tanta variedad en un país relativamente pequeño. Por poner un ejemplo, uno puede disfrutar por la mañana de la temperatura mediterránea en las costas del mar Negro y por la tarde esquiar en Gudauri. O visitar algunos de sus cinco Parques Nacionales (Borjomi, Kharagauli, Colhetian, Tusheti y Daghestan). U optar por las distintas excursiones que pueden realizarse por el interior de Georgia. Entre ellas, cabe destacar la de las antiguas cuevas naturales en Uplistsikhe, a 10 kilómetros de Gori, sobre la margen derecha del río Mikvari. En ellas, sorprende ver cómo fueron esculpidas en las rocas habitaciones y salas de distintos tamaños y funciones, incluidos un templo pagano y un teatro.
Otro bello enclave es donde se halla el Monasterio de Jvari (siglo VI), un lugar muy especial ubicado en lo alto de una colina desde la cual se domina una panorámica que hace las delicias de fotógrafos profesionales y aficionados. Otras visitas imperdibles son las catedrales de Svetiskholevi y la de Alaverdi, de los siglos XI y XII, respectivamente.
Resultan también muy interesantes las visitas a ciudades como Mtskheta, Gareja, Signaghi o Telavi, donde, curiosamente –y es muy aconsejable– el visitante puede alojarse, si lo desea, en casas típicas de familias (como la de Lali Khosrashvili) con las que comparte no sólo la íntima experiencia de convivir con ellas, conversando de todo un poco, sino la oportunidad de degustar su sugerente cocina casera y catar los prestigioso vinos georgianos. Unos caldos que merecen capítulo aparte, y cuyo máximo exponente en Telavi es precisamente la factoría de Teliani.
Tiflis, la capital
Perderse en el casco viejo de Tiflis es una de las más placenteras experiencias por las que puede pasar el viajero. Descubrir los pequeños cafetines, las panaderías típicas, las galerías de arte, las tiendas de coloristas alfombras, así como las iglesias ortodoxas, mezquitas y sinagogas constituye un regalo para los sentidos. Por otro lado, la armoniosa mezcla arquitectónica refleja la diversidad étnica que, a través de los siglos, ha albergado la ciudad. De hecho, en esta área histórica se pueden diferenciar claramente los barrios judío, azeri y armenio.
Si, además, quieres extasiarte con una espectacular panorámica general de la ciudad, haz un pequeño esfuerzo y asciende hasta el cerro de la Fortaleza Narikala, donde también se encuentra el Jardín Botánico.
Saliendo del casco histórico, puede descubrirse otra Tiflis, la moderna y dinámica. Desde la amplia Plaza de la Libertad se accede a una de las principales arterias urbanas: la avenida Rustaveli. En su entorno pueden apreciarse los imponentes edificios del Parlamento, el Teatro de la Ópera, la Catedral, los soberbios monumentos de la época socialista (el magnífico Hotel Marriot es uno de ellos, eso sí, perfectamente rehabilitado en su interior), así como los de la del Art Noveau.
Pero para quienes se inclinen por otro tipo de monumentos, comprobarán que en las amplias avenidas de la capital también se ubican las tiendas más in, los restaurantes de moda, pubs, clubes, etc.
En cuanto a museos, Tiflis cuenta con un buen número de ellos. Destacan por su importancia, el Museo Nacional, que exhibe los principales tesoros de su pasada historia; el de Janashia, donde se pueden admirar las colecciones de cerámica, numismática, armas, alfombras, etc., tanto caucásicas como de otros países; el de Bellas Artes, con piezas maestras de la época medieval y de los más famosos pintores georgianos. Sin olvidar el Etnográfico, el de Historia y el Arqueológico.