Todos hemos visto una cebra, algunos en zoológicos o centros de recuperación de animales, unos pocos afortunados las han disfrutado en su entorno natural y la mayoría en fotos o documentales en la televisión. No nos ha pasado desapercibido que dos son los colores que luce, el blanco y el negro, dispuestos en un patrón principal de rayas. Pero, ¿hay un color principal y el otro lo complementa?
Durante mucho tiempo se pensó que la respuesta a esta pregunta era subjetiva. Si la contestaba una persona blanca, lo normal resultaba escuchar que era blanca con rayas negras, pero si era un africano el que hablaba lo normal era que dijera que negra con rayas blancas. Además no ayuda a resolver la duda que las tres especies de cebras que existen, la de las llanuras (Equus quagga), la de montaña (Equus Zebra) y la de Grevy (Equus grevy) -algunas con sus subespecies, como la cebra de Grant- tengan cada cual su propio patrón distintivo. La primera es completamente rayada y las líneas oscuras son negras; la segunda tiene la tripa blanca con una línea longitudinal negra y el resto de cuerpo rayado, y la tercera muestra una abdomen completamente blanco.
La respuesta definitiva
Para aclarar la duda se puso a trabajar hace unos años el ecólogo evolutivo y biólogo de la Universidad de California Tim Caro. Llegó a la primera conclusión tras examinar numerosos embriones de cebras. La piel de estos animales, de las cebras, es negra. Aunque esto ya sorprende de entrada, en realidad no determina el color del pelo. Además, para complicar la respuesta intuitiva, en las cebras la cantidad de pelo blanco es mayor que la de color negro. Pero esto no está relacionado con el color de la piel. En el caso de los humanos, los de piel blanca pueden tener el pelo oscuro, claro y pelirrojo.
Por ello, la repuesta está en otro sitio y resulta sencilla. La producción de melanina es la que se encuentra detrás de este misterio. Como explica un artículo publicado por la Enciclopedia Británica, en todos los animales, el pelo y la pluma estos crecen a partir de folículos que contienen melanocitos, la células responsables de generar la melanina, el pigmento que da color a la piel y al pelo. En las cebras, los mensajeros químicos determinan qué melanocitos entregan pigmento a qué sección del pelaje, creando así el patrón blanco y negro de la cebra. De hecho cuentan con un gen, el Alx3, que se muestra más activo en las zonas de pelo blanco.
Aunque de momento se desconoce el mecanismo exacto, este gen hace que se detenga la producción de melanina. De esta manera se puede afirmar que el color blanco no es una presencia de pigmento sino la ausencia del pigmento que da el color negro al pelo. De esta manera se puede entender que el color original del pelo de las cebras es negro, igual que su piel.
Por ello la respuesta ya es clara, las cebras son negras con rayas blancas.
A por el segundo misterio
Este distintivo, peculiar y llamativo diseño de las cebras oculta una segunda parte, ¿por qué?, ¿cuál es su función? Aunque desconozcamos las razones, los motivos, en la Naturaleza nada es porque sí. Así que cabe suponer que las rayas de las cebras tiene uno o varios motivos concretos.
Dos parecen ser las teorías más aceptadas, que no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Una de ellas, sostenida por el biólogo Tim Caro, asegura que la alternancia de estas rayas tan contrastadas hace que algunos insectos no piquen, o lo hagan menos, que en otros animales que presenten un patrón liso y más oscuro en su pelaje. Un estudio de la revista Proceedings of thj Royal Society B apoya esta teoría.
La segunda sostiene que tiene que ver con la termorregulación de las cebras. Es lo que afirma la científica Alison Cobb, quien asegura que las rayas negras tendrían la función de absorben el calor para calentar a las cebras en el frío en las primeras horas del día mientras que las blancas lo reflejarían para bajar su temperatura corporal durante el mediodía, en el momento en el que el calor es mayor. Según explica Cobb, “toda cebra debe evitar el calor. Las picaduras de moscas aparecerán en ciertos lugares y en ciertas épocas del año, pero de ninguna manera son una amenaza tan definida o frecuente como el sobrecalentamiento”.